jueves, 8 de noviembre de 2012

Los arzobispos hispalenses y la Divina Pastora de Cantillana

La hermandad que, para perpetuar el culto a la Divina Pastora, se estableció en la parroquia de Cantillana, quedó desde sus orígenes en el siglo XVIII bajo la jurisdicción del Arzobispado de Sevilla.

Las primeras reglas escritas se elaboraron dando cumplimiento a lo establecido en la Real Resolución de 1783 sobre el arreglo y reforma en las hermandades del Reino. Tras diversas circunstancias, ya sabidas y descritas detalladamente en el anterior número de esta publicación , fueron aprobadas definitivamente por el Arzobispado, una vez obtenida la aprobación preceptiva del Real Consejo de Castilla el 11 de abril de 1807. Esta última y, como he dicho, definitiva aprobación eclesiástica la hizo el vicario general del Arzobispado en nombre del cardenal de Sevilla, don Luis María de Borbón, que en esa fecha tenía tan sólo ocho años.


El Cardenal Lluch y Garriga concedió cien
días de indulgencias a las hermanas que asistiesen
a los cultos llevando el escapulario. Fue nombrado
Hermano Mayor Honorario de la Hermandad.
Durante la minoría de edad del citado cardenal Borbón, la diócesis estuvo regida un tiempo por don Manuel Cayetano Muñoz y Benavente, obispo de Lycópolis. Éste visitó Cantillana el 12 de mayo de 1807 y en dicha visita concedió a la Hermandad de la Divina Pastora indulgencias particulares que se recogen en el escrito remitido a la mayordoma, doña Elena de la Barrera, firmado de su puño y letra, en nuestro pueblo, el día indicado .

Las gracias concedidas consisten en cuarenta días de indulgencia para todas las personas que asistan devotamente al rosario público, otros cuarenta días a las que rezaren un Pater noster y Ave María a la Divina Pastora y cuarenta días más a las que lleven las sagradas insignias.

Este privilegio espiritual hizo que se llegaran a disputar entre las hermanas el portar la cruz de guía, los faroles y el simpecado en los rosarios, como todavía ocurre entre las que simbólicamente (las presidentas o peanas) llevan este último.

Otro arzobispo sevillano que entró a formar parte de la historia de la hermandad fue el carmelita fray Joaquin Lluch y Garriga. El 26 de abril de 1882 se dignó honrarla inscribiéndose en el número de sus cofrades, siendo nombrado por ella su hermano mayor honorario. Por decreto de la misma fecha dado en su palacio de Sevilla, concedió cien días de indulgencia a las personas que asistan, con el escapulario bendito por él, a los actos de culto público de la hermandad .

Estos escapularios se hicieron muy populares y se utilizaron como distintivos de la hermandad durante muchos años, hasta que fueron sustituidos por la medalla del Redil Eucarístico que ha llegado hasta nosotros. Había dos versiones, una para utilizarlo colgado al cuello en los cultos y otra más lujosa y de mayor tamaño, generalmente bordado con sedas de colores y lentejuelas, que se solía colgar en la cabecera de la cama.

Pero si en algún prelado hubiera que detenerse, en este ligero repaso de los que más se vincularon y beneficiaron a la hermandad, sin duda éste sería don Marcelo Spínola y Maestre . El santo cardenal Spínola fue el primer arzobispo de Sevilla que asistió a las fiestas cantillaneras. Para celebrar entre nosotros el día de la Pastora llegó a nuestro pueblo el 7 de septiembre de 1900 y permaneció en él hasta el día 9. Asistió a la novena, vio el rosario de la víspera, ofició la función principal, después de la misma administró el sacramento de la confirmación y por la noche participó en la procesión de la Virgen, entusiasmándose con el fervor y la devoción del pueblo hacia la Divina Pastora.

El arzobispo aceptó el cargo de hermano mayor perpetuo de la hermandad y lo ejerció, firmando como tal en el libro de actas y en el de ingresos y gastos.


El Cardenal Spínola, tan vinculado a la
Hermandad presidio la Solemne Función
del día 8 de Septiembre y autorizó la
construcción del camarín de la Virgen
siendo nombrado Hermano Mayor perpetuo.
A Spínola le debe además la hermandad la concesión para la construcción de un nuevo camarín, en una capilla propia adosada a la parroquia y con hueco y puertas abiertos a la misma, incorporados al retablo.

Guarda el archivo de la hermandad dos preciadas reliquias suyas, como son las cartas autógrafas del mismo, dirigidas personalmente a la mayordoma, doña Dolores Sarmiento. Sus palabras son lo suficientemente significativas, ahorrándonos cualquier otro comentario sobre lo que fue la relación del hoy beato Spínola con la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana: Si de antes no estuviese ya obligado, y mucho, para con esa congregación, quedaríalo ahora para siempre, y de tal modo que ocuparme en su servicio y procurar su bien será para mí gratísima tarea .

Dando otro salto en el tiempo llegamos al pontificado del recordado y querido cardenal don José María Bueno Monreal, llegado a Sevilla como administrador apostólico en 1956. La anécdota de su primera visita pastoral a Cantillana fue su alusión a la Divina Pastora en la predicación. La devoción pastoreña le era conocida por su relación con la orden capuchina. Sin ir más lejos, en Sevilla eligió como su confesor a un capuchino y, más tarde, al también capuchino y colaborador de esta revista fray Mariano de Sanlúcar.

El cardenal Bueno Monreal autorizó la construcción de la ermita de la Divina Pastora que, junto al camarín ya citado, constituyen los dos puntos más significativos de la devoción pastoreña cantillanera.

Para la bendición del santuario y ante la imposibilidad de asistir personalmente envió a su obispo auxiliar, don José María Cirarda Lachiondo, quien de esta forma quedaría vinculado también a la historia de la hermandad pastoreña. El obispo asistió a la romería del año 1960, recién llegado a Sevilla, siendo ésta la primera fiesta andaluza en la que participaba. Hizo el camino completo desde la parroquia hasta Los Pajares, un tramo a pie y el resto en coche de caballos.

Ofició el rito de bendición y pronunció una bonita homilía recogida entera por Radio Nacional de España, que retransmitió el acontecimiento.

El obispo Cirarda seguiría manteniendo un grato recuerdo de ese día y así lo hizo patente en su nueva visita a Cantillana muchos años después, cuando en 1996 celebró la función religiosa con la que se clausuró el 275 aniversario de la fundación de la hermandad y durante la cual fue nombrado hermano de la misma.

Don José María Bueno Monreal honró a la hermandad con su presencia en la función principal del 8 de septiembre de 1970, fecha en la que se conmemoraban los 250 años de la hermandad. Muy emotiva fue su entrada en la parroquia y el sermón pronunciado sobre la devoción secular del pueblo de Cantillana a la Divina Pastora. Desde la visita de Spínola ningún otro prelado hispalense había vuelto a asistir a la función hasta ese día.


Escapulario de la Divina Pastora, que las hermanas
portaban hasta la institución del Redil Eucarístico en 1944
en que se comenzó a utilizar la actual medalla y el cordón celeste y blanco.
El cardenal Bueno Monreal hizo posible, mediante un decreto firmado el 24 de mayo de 1976, que reestructuraba el calendario festivo del mes de septiembre, que la romería que tradicionalmente se celebraba el 30 de septiembre pasase a celebrarse el último domingo del mes como solicitó la hermandad.

En 1982, la llegada a Sevilla de un nuevo arzobispo provocó la expectación de todos los diocesanos, llamando especialmente la atención la juventud del mismo.

El arzobispo don Carlos Amigo Vallejo, hoy cardenal, quiso conocer desde un principio los pueblos de su diócesis y las costumbres y particularidades de la religiosidad de sus fieles.
En su primera visita pastoral a Cantillana, en 1982, tras ser cumplimentado por la junta de gobierno, pasó a venerar a la Divina Pastora en su camarín, besando su mano.

Un año después, el 8 de septiembre de 1983, presidió la procesión de la Divina Pastora y presenció, desde un lugar destacado de la calle Martín Rey, la ceremonia de quitar a la Virgen el sombrero.
En 1985 asistió a la romería y celebró la misa de romeros en la explanada del santuario, ante la Divina Pastora en la carreta. Se celebraban en esta ocasión los 25 años de la bendición de la ermita.
Volvió a acompañarnos en 1995, año del 275 aniversario de la fundación de la hermandad, celebrando el pontifical conmemorativo dentro de los cultos del triduo del mes de mayo.
Reciente se puede decir que está todavía su última visita con motivo del 50 aniversario de la romería, celebrado en el año 2002 .
En esta ocasión, el pontifical se volvió a celebrar en la explanada de Los Pajares, en la que se montó un altar portátil presidido por la Divina Pastora en la carreta de plata. Tuvo la deferencia de utilizar un báculo que perteneció al beato Marcelo Spínola, bonito gesto que enlazaba ante la Divina Pastora el pasado y presente del vínculo de su hermandad con los arzobispos sevillanos. Terminada la ceremonia, descubrió una lápida conmemorativa y acompañó a la Pastora en su procesión por la aldea pastoreña, dejando un grato e imborrable recuerdo de su presencia entre todos los hermanos.

Estas muestras de devoción, delicadeza, afecto y consideración, someramente aquí expuestas, de los arzobispos sevillanos hacia la peregrina imagen de la Pastora Divina y la hermandad pastoreña de Cantillana, sirvieron siempre de afianzamiento de ésta en la fidelidad, cariño, obediencia y reverencia filial hacia los mismos, constatable a lo largo de los años.

Es de desear que estos lazos que, desde nuestros orígenes, nos mantuvieron unidos al Pastor de la diócesis, sigan reforzándose continuamente, en prueba visible y patente de comunión con la Iglesia.

Florencio Arias Solís
Luis M. López Hernández
Publicado en el nº 11 de la revista Cantillana y su Pastora, del año 2006
El Cardenal Bueno Monreal presidió la Función principal del Instituto, el 8 de Septiembre de 1970 con motivo del CCL aniversario de la fundación de la Hermandad.

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