domingo, 4 de septiembre de 2011
Martín Rey, la de la Gala y la Gloria
No es la arteria principal de Cantillana, pero si nuestra calle más emblemática y popular, conocida fuera de nuestras fronteras por el inigualable momento en que la Divina Pastora es despojada de su sombrero. Momento especialísimo, esperando durante todo el año, momento cumbre de Cantillana en que extasiada ante su Dulce Pastora vive unos instantes de gloria mientras se descubre su purísima frente.
Momento sublime y apoteósico, narrado hasta la saciedad por periodistas y escritores, poetas y músicos, intentando definir lo que se vive anualmente en esa calle, santo y seña de Cantillana. Este año, el momento del sombrero será más especial si cabe, el deseo de muchos pastoreños, de volver a ver al P. Álvaro sobre el paso para quitarle el sombrero, se hace realidad. Con tal motivo publicamos algunos fragmentos de pregones, poesías y canciones que nos narran aquel idílico instante en que Cantillana rendida a los pies de su Reina y Pastora, vive la misma Gloria en Martin Rey.
¡Qué sal la de tu sombrero
descubriéndose a la gente!
¡Y qué delicadamente,
con qué amor tan zalamero,
el ángel cantillanero
te lo coloca, María,
sobre la morenería
de tu guapura campera,
como sombrero y bandera
para el sol de la alegría!
¿Es sombrero o es campana
Pastora, o cúpula o cielo?
¿De seda o de terciopelo,
es de clavel o de lana?
Capuchina capitana:
¿qué tejedores pequeños
te lo han tejido con sueños
de alelíes o madroñeras?
¿Será de brisas trigueras
o de besos pastoreños?
¿De qué será? ¿De qué hilo,
de qué trigal, de qué oliva?
¿De qué alegre siempreviva?
¿Por qué nos tienes en vilo?
Dilo ya, Pastora, dilo.
¿De qué luna, de qué seda,
Madre del amor entero,
nació ese cantillanero
primor que bajo su ala
tantísima gloria exhala,
Pastora, de tu sombrero?
Ya lo sé, Pastora fina,
alondra dulce y campera
que bajo el sombrero espera
darnos la Gracia Divina.
Ya lo sé, ¡ay!, golondrina
por Cantillana de vuelo.
Ya lo sé, puro majuelo
de las más celestes viñas.
¡Está hecho con las niñas
de las miradas del cielo!
Hecho está con la alegría
de los ojos celestiales.
Así que cuando Tú sales
a procesionar, María,
lo que ve en la cortesía
de tu sombrero, tu gente,
es a Dios que, sonriente,
al quitarte tu sombrero
se asoma, cantillanero,
en la gloria de tu frente.
Montero Galvache
Hay un instante en el año,
dos centímetros de tiempo,
en que el cielo se hace calle
y toda la calle es cielo.
Vive entonces Martín Rey
su más glorioso momento
en ese instante impreciso,
contradictorio e interno.
Yo no sabría explicarlo
con palabras ni con gestos,
ni tan siquiera contarlo,
que hay que venir y verlo.
En ese instante la noche
troca su esencia, creedlo
y el sol más radiante impone
el gozo de sus destellos
rompiendo el silencio frío
con bullicioso caldeo.
Para apaciguar tal luz,
para sofocar tal fuego
del cielo raso la noche
diluvia floral revuelo
y entusiasmado el espacio
loco se llena de pétalos.
Y en esa lluvia no faltan
gotas de llanto sincero
ni pararrayos de brazos,
ni relámpagos, ni truenos:
salvas de honores que estallan
al modo cantillanero.
Y a todos nos gustaría
que así estuviese lloviendo
días y meses y años
y siglos y hasta milenios.
Lo inunda todo la rosa
del diluvio pastoreño.
Pólvora, flor, luz y grito,
y entre gritos desde el suelo
blancas almas que se elevan
entre blancos aleteos
y huele el instante a risco,
a lentisco y a romero.
Todo por algo tan simple,
pero a la vez tan complejo
como ese gesto cortés
en que se quita el sombrero
la Virgen misma, señores,
para saludar al pueblo.
¡Qué finura en Martín Rey!
¡Qué locura y embeleso!
¿Habrá cosa más sencilla y
más grande en un momento?
Y es que como está tan linda
Cuando trae el sombrero puesto
Y como al quitárselo está
para comérsela a besos
Cantillana la quería
ver sus calles recorriendo
con el sombrero y sin él
para su mayor contento.
Así inventó Martín Rey
el ingenio pastoreño
e hizo de esa ocurrencia
el santo y seña del pueblo.
Todo ocurre en un instante,
dos centímetros de tiempo
imposibles de narrar
con lo pobre de estos versos.
Palmas, llantos y oraciones,
piropos y vivas recios
por el gozo de lo blanco
pierden la noción del tiempo
que, Martín Rey siendo noche
es resplandor mañanero.
Martín Rey es lluvia seca.
Martín Rey es frío fuego.
Martín Rey hiela y abrasa
toda la sangre del pueblo.
Martín Rey es puro grito,
y es mano tentando el cielo,
y es paloma que se escapa
entre pétalos y pétalos.
Martín Rey es la locura
y el clamor tras el silencio.
Martín Rey, cómo decirlo,
desde los arcos al centro
no es una calle cualquiera
es la calle de este pueblo.
Martín Rey es Cantillana,
orgullo cantillanero
y como tal, pastoreña
e inimitable, lo siento.
Y guardan las escrituras
de Martín Rey en el cielo
doña Rosario y Encarna,
Pastora y el padre Rejos
y sabed que ya están puestas
a nombre, para lo eterno,
porque pastoreña es,
de todos los pastoreños.
Todo ocurre en un instante,
dos centímetros de tiempo
imposibles de narrar
con lo pobre de estos versos.
Subiendo por Castelar
un son de campanilleros
nos adentrará en la noche
más grande del mes noveno,
cuando el ocho más redondo
tenga forma de sombrero
y la calle sea túnel
perfumado con romero.
Desde que entra radiante
hasta que llega hasta el centro
arrolla el paso agitando
olas de almas sin cuento.
Y cuando llega la Virgen,
ay, cuando llega, el tiempo
termina ya de pararse,
y se convierte en eterno.
Martín Rey es la locura,
y el clamor tras el silencio.
Martín Rey, cómo decirlo,
desde los arcos al centro
no es una calle cualquiera,
es la calle de este pueblo.
Antesala de la gloria,
portentoso jubileo,
paradigma de septiembre
y visión de los anhelos.
Y por eso, Cantillana,
pastoreñas, pastoreños:
Martín Rey es pa morirse
en ese santo momento,
en ese instante del año,
dos centímetros de tiempo,
en que la gloria de Dios
estalla bajo el sombrero
y la Pastora nos lleva
desde Martín Rey al cielo.
José María de la Hera
Si Cantillana la quiere
lleve lo que leve puesto,
lo que importa aquí es el gesto,
el detalle pinturero
tan Pastoreño y tan nuestro
de quitarle su sombrero.
Los vivas de un sacerdote
son contestados por miles,
y en sus benditos perfiles,
se posa cada mirada
de una multitud callada
que espera justo el momento,
en que se detenga el tiempo.
Cuando con mimo y esmero,
la despoja del sombrero
que en sus sienes se ceñía,
ya todo es Ave María
de una enloquecida grey
que en la calle Martin Rey,
la honra y la piropea.
¡Que venga el que no lo crea!
¡Y cuando llegue la hora,
se irá borracho de amores
por la Divina Pastora!
Y así podrá comprobar,
que Cantillana la quiere
lleve lo que lleve puesto,
que lo que importa es el gesto,
el detalle pinturero,
tan Pastoreño y tan nuestro
de quitarle su Sombrero.
Enrique Casellas
La Calle de Martín Rey
tiene la gala y la gloria,
de verle quitar el sombrero
a la Divina Pastora.
Si con sombrero eres guapa
sin sombrero eres más bella
lucero de la mañana
que alumbra como una estrella
al pueblo de Cantillana.
M. Moya.
Me quedo con Martin Rey
de las calles de este mundo;
de verte quitar el sombrero,
momento del que presumo.
Bajo una lluvia de flores
que te cae desde los cielos,
lagrimas y oraciones,
de tus hijos Pastoreños.
Pá que quiero más caudales,
si tengo lo que más quiero,
si te tengo a ti Pastora,
Madre y Reina de los cielos
Reyes Peña
Luna de Septiembre, Dime
quien le ha quitado el sombrero,
ha sido el Padre Román
entre vítores del pueblo.
J. M. Daza Somoano
Ese día quedará
para siempre en el recuerdo,
bajo tus plantas se vio,
ese tan ansiado encuentro:
la calle más Pastoreña
y el cura más pastoreño.
Cantillanero nació
y de su madre aprendió
eso de ser Pastoreño
y su sueño se cumplio
cuando te quitó el sombrero.
Martin Rey se consagró
la calle más Pastoreña.
En cuanto fueron las doce
solo lucieron estrellas,
Y el Padre Álvaro sintió
tan cerquita su presencia.
Y volaron las palomas,
del cielo cayeron flores
a una cúpula de ensueño
y sus manos Pastoreños
le quitaron el sombrero.
A. Portillo
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4 comentarios:
OLE LOS POEMAS PASTOREÑOS!!!!!!!!!!
PRECIOSOS Y COMPLETOS!
¡viva la calle martin rey siempre siempre PASTOREÑA!!!!!!!!!!!!
este año no estaré, pero en mi corazón pensaré en ese momento de máxima gloria de ese día de gloria total que es el día 8 de septiembre.
¡viva la pastora divina!
Momentos hay muchos, pero como este ninguno. Ya lo dijo el poeta: de Martin Rey al cielo; porque Martin Rey es para morirse, es lo que nos falta allí cada 8 de Septiembre. Tuvo que ser la sencillez pero a la vez la astucia y la creatividad del propio pueblo la que lo ingeniase de forma sencilla y espontánea. Sin protocolo ni oficialidad que valga, “el borro” supo resolver la sana disputa del pueblo pastoreño subiéndose un año cualquiera allá por 1920 al paso de la Virgen para despojarla de su emblemático sombrero, siendo inconsciente que con aquel sencillo gesto, seguramente inspirado por la Pastora Divina, dio lugar al instante más emotivo, más peculiar, genuino, apoteósico, popular e intenso de cuantos vivimos a lo largo del año, en un acto que se convirtió en santo y seña de Cantillana. Y la Pastora y su pueblo convirtieron a la que era una calle más del pueblo en la más conocida y popular, la más emblemática y deseada, la de la gala y la gloria como cantaron los Romeros de la Puebla. Y Cantillana no quiso que unas manos cualquieras tocasen a su Reina, quisieron que fueran manos sacerdotales las que cumplieran con tan honroso servicio a la Virgen y así los emotivos tres vivas del Padre Rejos enaltecieron los corazones de los pastoreños durante casi cinco décadas, como lo hizo el Padre Vicente incorporando ese ¡Viva siempre la misma! tan nuestro. Ahora es el Padre Álvaro quien ha completado la ceremonia con la Salve Pastora querida de fray Isidoro, rezada al unísono por la multitud. El pueblo pastoreño completó aquel gesto con lluvia de petalos de rosas, revoloteos de palomas, fuegos de artificio llenando de color los cielos, el himno nacional, jaculatorias y la iluminación de la calle que presenta un exorno de ensueño a base de arcos y cúpulas como homenaje a la Madre de Dios en la fiesta de su Natividad. Vuelta completa del paso para que todos la contemplen sin el sombrero, entrada triunfal en la calle con el ensordecedor estruendo de cohetes y fuegos y con la imprescindible marcha de Farfan pasan los campanilleros. Desde que asoma por Castelar la Virgen deslumbrante en su paso, el tiempo parece pararse, la calle oscura es anticipo de la gloria en la que Dios, como dijo Montero Galvache, “se asoma cantillanero en la gloria de su frente” y se vive la locura, porque Martin Rey no puede describirse, en el Mundo no existen palabras que lo definan, ni nada que se asemeje. Es impresionante, quizás hasta incompresible para quien no lo conozca, incluso podíamos calificarlo como sobrenatural, como algo tan simple como quitarle el sombrero a la Reina de Cantillana convierte el momento cumbre de todo un año, hace aflorar todos los sentidos y deja una satisfacción tan plena en cuantos lo viven. De esta calle que es motivo de orgullo del pueblo pastoreño dijo el pregonero que es inimitable, aunque muchos quieran imitarla, es inútil y ridículo querer obviar su importancia en la procesión triunfal de la Divina Pastora a favor de otros momentos, como lo es el pretender ignorar su condición y su razón de ser y más aún pretender darle otra condición que la que tiene por naturaleza, por historia y por la realidad actual. Lleva el nombre de un político del siglo XIX pero escuchar o pronunciar el nombre de Martin Rey es llamar un nombre propio, suena a Pastora. A esta calle, que de no ser por este inefable momento sería una más, los pastoreños quisieron añadirle el apelativo que tan orgullosos llevamos los que somos de la Pastora, pero es que a Martin Rey casi le sobra, porque su nombre por sí mismo evoca y suena a Pastora.
¡VIVA LA DIVINA PASTORA!
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