Una Historia interesante referidas a los comienzos de la devoción a la Divina Pastora
Representa a la Divina Pastora y está atribuido al pintor de Higuera de la Sierra, Miguel Alonso de Tovar. En cuatro ocasiones, que sepamos, y por diversos motivos -la última vez en junio de 2003 con motivo del III centenario de la devoción Pastoreña- ha sido llevado a esa ilustre villa, para exponerlo a la devota veneración de los cantillaneros. Alguien, tal vez por ignorarlo, se habrá podido preguntar sobre su significado y el motivo de su veneración. Accedo con gusto a ello.
Los capuchinos lo han recibido de sus antepasados del siglo XIX, quienes siempre lo consideraron como un fidedigno boceto de la primera pintura hecha de la Divina Pastora, por el antedicho pintor Miguel Alonso de Tovar, aventajado discípulo de Murillo, como es reconocido. A él el capuchino padre Isidoro de Sevilla, fundador inequívoco e indiscutible de la devoción a la Virgen Santísima bajo ese dulce título de Divina Pastora de las almas, se lo había encargado, dándole los detalles para su ejecución. Está pintado en cobre al óleo y mide 11x16 cms. Su historia y de cómo ha llegado hasta nosotros es muy interesante. Trataremos de exponerla breve y fácilmente para el conocimiento de todos.
La pintura sobre bronce, fue el boceto de la pintura de la Divina Pastora y fue custodiada por el fundador de esta advocación hasta su muerte. |
De este boceto se cuenta que, una vez que fue presentado por el pintor al padre Isidoro, éste, después de contemplarlo, sin más, lo aceptó, no obstante haberle pedido al mismo añadiera otros ciertos retoques y detalles que pueden muy bien apreciarse y deducirse del definitivo y primer cuadro de esta advocación que guarda, primorosamente, la Hermandad de Santa Marina de Sevilla. Él, sin embargo, por su parte, le pidió quedarse con el referido boceto para conservarlo consigo, el que mantuvo durante toda su vida, y junto al mismo murió. Ya fallecido su legítimo poseedor en 1750, los frailes, sus hermanos en religión, muy entusiastas ya de esta devoción, se disputaban entre sí el poder apropiárselo, para conservarlo particularmente el que tuviese la suerte de lograrlo. Así se lo pidieron al padre guardián quien, con muy buen acierto, para evitar disgustos, comentarios y distinciones entre los mismos, dispuso colocarlo en la iglesia para su pública veneración por los fieles, llevándolo al altar de San Antonio, que entonces ocupaba el sitio donde hoy se venera la imagen del Sagrado Corazón. La razón de querer exponerlo aquí era porque en la bóveda que había debajo de este altar estaba, precisamente, enterrado el padre Isidoro.
La primera noticia escrita de la existencia de este boceto la encontramos en el número de marzo de 1896, página 216, de la revista de todos los capuchinos españoles de aquel tiempo, llamada El Mensajero Seráfico. Aquí es donde fray Diego de Valencina relata esta devolución de la manera siguiente: "También se ha devuelto a los mismos Padres (capuchinos) un precioso cuadro de bronce de cortas dimensiones que, si bien no salió del pincel del célebre Murillo, poco tiene que envidiarle por su bella forma y colorido; porque Alonso Tovar supo pintar las Pastoras cual ninguno, y ésta es de Tovar, y nada menos que es la primera que se pintó en el mundo, la misma, por consiguiente, que tuvo para su uso el gran siervo de Dios P. Isidoro de Sevilla, incansable apóstol mariano, y el primero que dio a conocer a María Santísima con el tierno traje de Pastora, como lo atestigua la siguiente inscripción puesta al dorso (del boceto). Esta Pastorcita es la expresión del amor y devoción que a este título tuvo el Rvdo. y Venerable padre Isidoro de Sevilla. Este padre mandó hacer este boceto; es la primera imagen conocida en este traje; después por ésta se pintó, por orden del mismo P. Isidoro, la que se halla en Santa Marina de esta ciudad de Sevilla.- Por muerte del P. Isidoro quedó este boceto vinculado al Convento de Capuchinos de Sevilla; se suplica a todos procuren la conservación de esta preciosa imagen de tan preciosa prerrogativa capuchina". (Aquí termina la inscripción).
Manuscrito en el reverso del relicario que recoge la historia de la curiosa pintura, posiblemente fue escrito por fray Salvador de Sevilla. |
Airosa toca cubre parte de sus rizados cabellos que descansan a placer sobre holgada pellica sujeta por un cinturón de piel. La túnica de rosa, el manto azul sostenido con el brazo izquierdo de cuya mano pende una rosa blanca, ofrecida a un grupo de ovejas que reposan; el sombrerillo de anchas alas caído sobre los hombros, todo forma el traje sencillo de una pastora humilde, pero hacen su cuerpo tan hermoso que se nos figura ver aquél que describe el divino Esposo en el sagrado libro de los Cantares.
Allá a lo lejos se ve entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo infernal que vomita fuego, y un ángel radiante de hermosura que la defiende blandiendo ígnea espada.
Aquí terminaba la noticia que daba, en la referida revista, el antedicho padre Diego de Valencina. Creemos, sin embargo, que en su narración olvida decir que la inscripción escrita a manos y puesta al dorso del boceto no es anterior al padre Salvador como, a lo mejor, pudiera dar lugar a entenderse. Fue escrita, ciertamente, por el mismo religioso que se lo llevó de la iglesia, el padre Salvador de Sevilla. Este, en consecuencia y por suerte para nosotros, por otra parte no sólo nos lo hizo llegar, sino que también, y debido a él, por lo que transcribió a su dorso, podemos hoy conocer lo que entre los frailes de aquellos tiempos se decía y transmitía acerca del referido boceto.
Termino aquí, amado cofrade cantillanero, con la historia única de este interesante boceto. A mi entender se impone un estudio profundo y detallado del mismo por personas competentes y peritas en la materia. A lo mejor podría descubrirnos algunos misterios y darnos respuestas satisfactorias a interrogantes referidos a los comienzos de la devoción a la Virgen Santísima bajo tan querido y teológico título de Divina Pastora.
Fray Mariano Ibañez Velazquez, OFM Cap. (q.e.p.d.)
Publicado en Cantillana y su Pastora nº 6, 2001
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