lunes, 25 de julio de 2011

El día de Santiago por la mañana...



...Se bendijo un retablo en Cantillana. Así reza la letra de la popular sevillana que todavía hoy, cincuenta años después, se sigue escuchando cada romería y que viene a mantener vivo en nuestra memoria un acontecimiento de capital importancia en la historia de la corporación pastoreña: la inauguración y bendición del retablo en el que recibe culto la Divina Pastora desde 1955.


Efectivamente, el día 25 de julio de 1955, festividad de Santiago Apóstol, patrón de España, se bendijo el nuevo retablo de la Divina Pastora durante una solemne ceremonia religiosa que presidió el canónigo de la Catedral de Sevilla José Sebastián y Bandarán. La misa terminó con el canto del Te Deum y la Salve y, a continuación, hubo fiesta por todo el pueblo por partida doble: porque en aquella época todavía era festivo en toda España el día de Santiago ―estamos en pleno apogeo del nacional-catolicismo― y por el evento pastoreño, que contó incluso con una corrida de toros en la misma plaza que este 2005 celebra el centenario y que, curiosamente, aquel año cumplió el medio siglo de existencia. Los actos finalizaron con un besamanos a la Divina Pastora y una función de fuegos artificiales en la Plaza del Llano.

En el acta de la bendición, redactada por el propio Sebastián y Bandarán, se puede leer lo siguiente: “El magnífico retablo, tallado en madera y dorado en fino, enmarca el bellísimo camarín en donde es venerada la simpar escultura de la Divina Pastora, obra de Bernardo Gijón, y son dignas de citar tres interesantes esculturas del taller de Martínez Montañés que en sendas repisas lucen en el mismo y que representan respectivamente a San Francisco de Asís, San Diego de Alcalá y Santa Clara de Asís. El artístico retablo de estilo barroco andaluz es debido al maestro tallista sevillano D. Francisco Domínguez Ortiz”.

El retablo en el que la Divina Pastora recibe culto en la actualidad procede del antiguo convento de San Francisco. Existe una fotografía anónima datada un año antes del traslado, en 1954, en la que se puede contemplar el altar en su anterior emplazamiento. Lo que no sabemos a ciencia cierta es si el altar que hoy nos ocupa fue concebido y ejecutado ad hoc. Es decir, si fue diseñado para el cenobio de Cantillana desde su fundación en el siglo XVII o si, por el contrario, llegó a Cantillana procedente de otro convento franciscano, como sostiene Antonio López en su artículo sobre el retablo de la Divina Pastora. En cualquier caso, lo que es incuestionable es el mérito histórico-artístico del altar.

Sea como fuere, lo cierto es que el retablo estaba situado en la cabecera de la nave de la antigua iglesia del convento de San Francisco (hoy, desgraciadamente, reducida a un solar para vergüenza de Cantillana), presidido por una imagen de San Francisco de Asís. A sus lados aparecen San Diego de Alcalá (un sevillano nacido en San Nicolás del Puerto) y Santa Clara de Asís. Según apunta Daniel Pineda Novo en su Historia del Condado de Cantillana y de la Hermandad de la Divina Pastora (Sevilla, 1970), las esculturas son de la escuela de Martínez Montañés de mediados del siglo XVII. El autor de Coria añade, citando al catedrático de Historia del Arte José Hernández Díaz, que los áticos del retablo indican que pertenecieron a un gran retablo fechado hacia 1660.

Si se comparan sendas fotografías del antes y el después, tenemos que concluir que la hermandad realizó un trabajo escrupuloso, respetando al máximo el retablo mayor del convento de San Francisco a la hora de restaurarlo, enriquecerlo y ampliarlo. Así, la imagen del seráfico padre y fundador fue elevada y, en su lugar, se hizo coincidir el hueco del camarín de la Virgen, trasladado aquí a principios del siglo XX con autorización del Cardenal Spínola y decorado con pinturas de Ricardo López Cabrera y Jiménez Aranda que, por desgracia, apenas se conservan, pues se perdieron durante los tristes sucesos de julio del 36 y fue redecorado más tarde por José María Labrador.

Como curiosidad, añadiremos que la Virgen recibió culto provisionalmente en el altar de San José, junto a la puerta que da acceso a la sacristía, durante las semanas que se prolongaron los trabajos de colocación del nuevo altar. Se da la circunstancia de que este pequeño altar procede también de la recoleta iglesia conventual de Cantillana.

Suponemos que no sería sencillo para la hermandad, en la difícil década de los 50, costear la restauración y colocación del nuevo retablo teniendo en cuenta que la economía local no estaría aún para demasiados lujos. Sin embargo, como cada vez que la corporación tiene que afrontar una inversión importante, todos los hermanos se pusieron manos a la obra. Y nunca mejor dicho, porque entre las actividades que se organizaron para recaudar fondos destacaron varias representaciones teatrales.

El antiguo corral de Oliveros, un local que se encontraba en un alto de la Plaza Menéndez Pelayo, fue escenario de algunas de estas funciones benéficas en las que los actores eran aficionados del pueblo. Otras obras llegaron a representarse sobre las tablas del Cine Principal, situado en la calle Real. Como es lógico pensar por la época de España de la que hablamos, las obras eran de teatro costumbrista, con autores como los hermanos Álvarez Quintero, Muñoz Seca o Fernández Flores. Y así, entre todos ―unos actuando y otros comprando la entrada― se pagaron los gastos que originaron el traslado y colocación del retablo.

Curiosamente, no es éste el primer altar franciscano que ocupa la Divina Pastora de Cantillana. El primitivo retablo ―del que no tenemos noticias― fue sustituido en 1841 por el que vino del convento franciscano de Nuestra Señora de Aguas Santas de Villaverde del Río, clausurado tras la exclaustración de los religiosos en 1835. El retablo mayor franciscano, con siete lienzos que representaban la aparición de Nuestra Señora de Aguas Santas, se colocó a la izquierda de la puerta del Palacio (derecha si se mira desde el interior) y en él permaneció la Virgen hasta 1900, cuando el arzobispo de Sevilla autorizó la construcción del camarín en su actual emplazamiento. A partir de esa fecha, el retablo fue ocupado por la Virgen del Rosario hasta su destrucción en la Guerra Civil. En el saqueo del templo pereció igualmente el altar que por entonces ocupaba ya la Divina Pastora, y que fue sustituido en 1938 por el que precedió al que hoy traemos a estas páginas.

Es decir, la Divina Pastora de las Almas ha recibido culto, que sepamos, en cinco retablos distintos desde su llegada a Cantillana a principios del siglo XVIII: en el primitivo, del que no tenemos noticias y que algunos creen que pudo ser el de la Virgen del Pilar (¿?-1841); en el retablo del convento franciscano de Villaverde del Río (1841-1901); en el que fue bendecido cuando se inauguró el camarín y que a la postre resultaría pasto de las llamas (1901-1936); en el que sustituyó al destruido en la guerra (1938-1955); y en el retablo mayor del antiguo convento de San Francisco de Cantillana (desde 1955 hasta la actualidad). De todos ellos existe constancia gráfica, excepto del primero.

Como dato curioso, queremos añadir que en tiempos de fray Diego José de Cádiz, el Papa Clemente XI declaró Altar Privilegiado a perpetuidad aquél en el que recibiera cultos la imagen de la Divina Pastora, además de otorgar todas las indulgencias y privilegios que suele conceder la Sede Apostólica a las principales hermandades del mundo.

Nunca pasan desapercibidas las grandes conmemoraciones de la Hermandad de la Divina Pastora. Para celebrar la efeméride, el pasado 24 de julio, víspera del día de Santiago Apóstol, se celebró una solemne función religiosa ante el camarín y retablo de la Divina Pastora oficiada por el capuchino Juan Jesús Linares. A su término, la Divina Pastora fue expuesta en besamanos como se hiciera también 50 años antes. Por otro lado, está previsto que se inaugure próximamente la iluminación artística que en adelante realzará aún más la belleza del altar.

No podemos evitar pensar qué habría sido de este retablo si la hermandad no lo hubiese utilizado desde hace ahora medio siglo. ¿Dónde estaría? ¿En manos de qué anticuarios habrían terminado las imágenes y sus elementos? ¿Habría perecido quizá como la iglesia que lo acogió durante siglos? Utilizando todos los medios a nuestro alcance, denunciamos la situación de abandono y ruina en la que se encontraba la iglesia del convento de San Francisco, origen del retablo de la Divina Pastora (entre otros de los que hoy se utilizan en la parroquia y que vinieron a sustituir a los desaparecidos en el saqueo de 1936), del Santísimo Cristo de la Agonía y de la Inmaculada que hoy se venera en la parroquia en el altar que hay junto al Sagrario.

Esta nave vieja y austera era prácticamente lo único que se conservaba del primitivo convento franciscano, ya que el resto fue reformado para albergar el colegio y residencia de las madres teatinas a mediados del pasado siglo XX. Cuatrocientos años de la historia de Cantillana nos contemplaban con más pena que gloria. El Ayuntamiento de la Villa, que durante décadas utilizó este inmueble como almacén municipal, debió proceder a su restauración y rehabilitación para dotarlo de usos culturales. Pero no lo hizo. Por el contrario, asistimos con impotencia a la desaparición –otra más- de uno de los elementos históricos de este pueblo milenario del que ya casi nadie lo diría.

José María de la Hera

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