sábado, 23 de julio de 2011

1924, el año del Festival del Río

La Divina Pastora en una fotografia de los años veinte
En esta ocasión, bajaremos nada más y nada menos que allá por el año de 1924, en el que "con extraordinaria brillantez se celebran las fiestas de la Divina Pastora", según reza el titular del artículo que aparece publicado en la sección de Informaciones de los pueblos del diario El Noticiero Sevillano del 21 de septiembre del mencionado año. El artículo aparece firmado con el seudónimo o sobrenombre de "Un pastoreño", tras el que se oculta el del periodista y abogado don Manuel Ríos Sarmiento, que lo solía utilizar a veces junto con el de Berto Cellini, para firmar los numerosos artículos que sobre su Pastora escribía, cuando no lo hacía con su nombre de pila.
"Ya era público el programa de nuestras fiestas y el día 7, víspera del Día de Cantillana, del de su Pastora Divina, llovía sin interrupción, tristemente, formalmente, de una manera tan seria, que no había cara sonriente en Cantillana: estaba en el pueblo la banda de música de Soria, la de Artillería no llegó: estas tropas marchaban a África: ¡todo era lamentable! Y el día de la Virgen seguía lloviendo y no teníamos la banda de Artillería: y empezó la Función de Iglesia en honor de Nuestra Pastora y nadie pedía lo que soñó pedir: todos clamaban porque la Virgen concediera una sola cosa: permítenos verla por las calles de Cantillana previo el anuncio de una gran banda de cornetas."

Efectivamente, y según informaciones meteorológicas aparecidas en la prensa del momento, llovía copiosamente desde el sábado 6 de septiembre. "Copiosas lluvias caídas el sábado, mantenidas incesantemente en la madrugada del domingo y caídas a intervalos ayer..."

Para colmo, los caballos, como popularmente se conocía en Cantillana a la banda de Artillería y que tenía prevista su presencia en nuestras fiestas, no pudo venir por tener que marcharse sus miembros a la guerra de Marruecos que se libraba en tierras africanas.

Al final, todo se solucionó o por lo menos se remedió y quién mejor que el cronista, con sus maneras preciosistas, para narrárnoslo: "y la Virgen no dice que no a los pastoreños, y el sol salió, pareciendo que lo traía para Cantillana la Banda de cornetas de Alfonso XIIa que alguien, conociendo que había terminado su misión en el pueblo de la Virgen de Setefilla, quiso que viniera a acompañar a Nuestra Divina Pastora y... desde entonces, todo fueron sonrisas y alegrías, animación y entusiasmo."

La función religiosa del día de la Virgen se celebró con gran suntuosidad y contó con "los elocuentísimos párrafos del maravilloso sermón con el que nos obsequió don Manuel González Serna " —continúa el cronista— que, en tiempos tan bélicos, recordaba a nuestros soldados combatientes en África, necesitados en estos momentos de protección sobrenatural. En el ofertorio de la misa, la banda del regimiento de Soria deleitaba con su magistral hacer mientras "todos los ojos se dirigen a la Divina Pastora en aquel bellísimo Risco inimitable que le sirve de altar."

La procesión de la Divina Pastora "que estaba bellísima en su paso, de exquisito gusto, de inmensa y delicada riqueza artística, es indescriptible, que no hay pluma capaz de recoger la emoción de todo un pueblo al ver por sus calles a la Virgen de quien todo lo esperan, la Virgen de sus antepasados,..."

La novena, los "Rosarios", "siempre suntuosos y perfectamente organizados los conciertos de la banda de Soria, dirigida por el maestro Farfán, en la plaza del Llano, el cinematógrafo público y gratuito "que tiene tales atractivos que ya no se puede prescindir de él, " la iluminación y el exorno de las calles, son citados por la pluma del periodista, una vez más, como "un derroche de buen gusto."

Como dato curioso, reseñar que las demandantas del año 1924, señoritas encargadas de recoger donativos para la Hermandad, fueron Cristina Solís, Rosario Moreno, Carmela Sarmiento, Pastora Solís, Pastora Saenz de Tejada, Consuelo Sarmiento, Pepita Espinosa y Matilde Rodríguez, todas ellas de tan entrañable recuerdo en la memoria pastoreña. En cuanto a los festejos taurinos de este año, tenemos constancia, a través de la crónica, de la celebración de dos corridas de toros con "toreros buenos, toros inmejorables y rejoneador excelente, en una plaza completamente llena y presidida en sus palcos por bellísimas señoritas."
Así llegamos hasta el último día de la novena, que este año "constituye un imposible segundo día de la Pastora." Por la mañana hubo solemne misa presidida por el sacerdote don José Rodríguez Sayago en la que participó el coro de la Hermandad acompañado por una selecta orquesta. Por la tarde se celebró una de las dos corridas de toros antes aludidas, con Antoñito Lafarque, Revertito y unos toreros bufos que actuaron ante una plaza totalmente llena. La novena y el Santo Rosario pusieron fin a nuestras suntuosas fiestas religiosas.

Pero la Hermandad de la Divina Pastora tenía preparado un fin de fiestas para las de 1924, un espectáculo distinto de los que hasta ahora había disfrutado. Para ello encagó a Eloy Zaragoza, de gran reputación en el mundo y arte del decorado, un espectáculo que tuviese como marco y escenario el Guadalquivir, que por entonces aún discurría por su antiguo cauce junto a la Alameda.

Antes de dar paso de nuevo a nuestro cronista para que nos describa tan brillante y sugestivo espectáculo, quisiera dedicar un recuerdo a la figura entrañable de Carmen Blázquez quien vivió personalmente estos actos como cantora de la Virgen. Gracias a ella tuve conocimiento por primera vez de la celebración del Festival del Río de 1924. Buena conversadora y aún mejor narradora, hizo una descripción tan detallada y minuciosa del mismo que llegué a sentirme espectador privilegiado desde la imaginaria fila cero de la sala de la memoria.

"La preciosa torre de la iglesia tenía una iluminación brillantísima: la Alameda y las orillas del río completamente llenas de público, estas últimas marcadas por preciosa iluminación de faroles y farolillos de un solo color. En el río, una barca adornada: en ella, el coro de señoritas que dirige el maestro Carretero: más allá, la música de Soria: en la orilla opuesta al pueblo, la banda de cornetas de Alfonso XII.


A un toque de corneta, aparecen por un recodo del río unas lanchas adornadas con farolillos que rodean una gran barca convertida en artístico altar espléndidamente iluminado con preciosos faroles de plata, llevando en un elegantísimo templete el simpecado de la Divina Pastora.


Jamás presenciamos expectación más profunda: el silencio era absoluto: la emoción del público no permitía ni el más ligero comentario.


Cuando las barcas dieron frente al pueblo y las bandas tocaron la marcha real, el espectáculo era de tanta fuerza emotiva que una exclamación unánime, ¡Viva la Pastora Divina!, fue necesaria para que los corazones no cesaran de latir ante la maravillosa visión que se les presentaba.


Los fuegos artificiales acuáticos, que no se conocían en Cantillana, prodigio de habilidad y arte de modestos obreros, las magistrales composiciones interpretadas por las bandas y las coplas a la Pastora Divina, cantadas por señoritas, completaron este cuadro hermoso, este espectáculo consolador y sublime, el más bello que Cantillana ha podido presenciar."

Así fue el Festival del Río de 1924, un festejo pleno de imaginación y que se salía de lo acostumbrado en Cantillana. Eso sí, resultó muy costoso. Por los libros de cuentas que se conservan en el Archivo de la Hermandad podemos saber de los gastos ocasionados por su celebración: la banda del Regimiento de Caballería de Alfonso XII y la banda de Soria cobraron 300 ptas. y 1.888 ptas. respectivamente. Don Manuel Carretero, que dirigía el coro de señoritas cantoras, 55 ptas. Por las barcas, 165 ptas. y los "barcos del Festival del Río", 25 ptas. Para el exorno de barcas y farolillos, 75 ptas. Para "el pupilaje de los del río115 ptas. Luz eléctrica del río a los señores Teruel, 30 ptas. De madera para el río, 133 ptas. A "Joselito" por lo del río, 61 ptas. Barcaje de los caballos, 15 ptas.

Sólo me queda agradecer al cronista, en su nombre, amigo lector, y en el mío propio, descripción tan detallada y minuciosa, además de apasionada, de este acto. Gracias a él tenemos un pormenorizado retrato que nos permite vivir desde la lejanía del tiempo la intensidad del mismo. En lo único que difiero de él es en algunos de los calificativos aplicados a este espectáculo: "...consolador y sublime, el más bello que Cantillana ha podido presenciar." Cantillana tiene la dicha de contemplar cada día a su Pastora y no hay nada más sublime, consolador y bello espectáculo que el de su Divino Rostro.

Basilio Pérez Camacho (q. e. p. d.)
Publicado en Cantillana y su Pastora número 4, 1999.

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