jueves, 18 de febrero de 2010

Tiene puntales...

.

En esa ribera del Viar que lleva un nombre para el escalofrío –olivar mítico de Los Pajares, Lapola bíblica, dijo el pregonero–, mirando hacia los cárdenos cerros de la sierra y presumiendo de la Vega fértil que fecundan los ríos de Cantillana, se alza blanco y geométrico –cal, teja, azulejo, bronce, forja– el Santuario de la Divina Pastora: la Ermita, que al acercarse cada año el 30 de septiembre despliega la lengua de su repique para recibir a la galera de plata de la Virgen que agota allí su primera singladura entre un oleaje de peregrinos.

Hace 50 años que los pastoreños volvieron la utopía en realidad, al levantar a mayor gloria de la Pastora los muros de la ermita que lleva su nombre. Conmueve pensar en los esfuerzos que habría de hacer la hermandad y el pueblo pastoreño en aquel tiempo de penurias y estrecheces para construir nada más y nada menos que un templo, que fue ideado por un arquitecto de prestigio como Gómez Millán y en cuya construcción no faltaron nunca las fuerzas, tanto materiales como inmateriales. Toda una hazaña.

Pero, aunque los amores permanezcan, el tiempo pasa y con él, las necesidades propias de cada época. Por fortuna esta romería actual no es la misma que la de los orígenes ni las últimas décadas del siglo XX. La romería de la Divina Pastora es hoy por hoy uno de los festejos religiosos más multitudinarios de Andalucía y está a la altura de otras celebraciones marianas centenarias de signo similar.
Esta realidad nos conduce directamente a hacer una reflexión acerca de un asunto que lleva varios años en el ánimo de los pastoreños: la reforma de la ermita. Parece indudable que la ermita requiere una ampliación y adaptación a las nuevas realidades, así como un sitio más que digno para que la imagen de la Divina Pastora no tenga que presidir cada cinco años su romería y besamanos desde un altar portátil.

Sin embargo, nadie hasta ahora había manifestado tan claramente su intención de llevarla a cabo como la candidatura de Antonio J. Castaño López. Hasta el punto de que otros colectivos ajenos a dicha candidatura han adoptado el proyecto empujados por una inercia oportunista, aunque sin mostrar ante él la rotundidad y el entusiasmo que exige.

Está claro que nuestra hermandad necesita con urgencia un estímulo que sea capaz de movilizar y unir a su gente. Contamos con una invariante que ya quisieran para sí muchas hermandades: la devoción incondicional que suscita la Pastora, pero esa devoción necesita resortes que la hagan materializarse en logros perdurables. La obra de la ermita puede aportarlos, si se planifica con sensatez, se proyecta por personas entendidas y se cuenta con un equipo humano que consiga ilusionar a los miles de pastoreños que están ávidos de ver a su hermandad crecer y multiplicarse. Castaño López puede ofrecerlo.
.
Fuente: Blog Martin Rey
.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No puedo estar más deacuerdo con estas palabras, sin duda alguna la obra de la Ermita tiene que ser el catalizador para unir y entusiasmar alos pastoreños con la nueva etapa que ahora comienza.