Hemos de evocar un momento desde la palabra, las dos grandes
fiestas que simbolizan y expresan el contenido de la oración externa. La
solemne maravilla del día ocho, en septiembre, el día grande de la festividad
pastoral, a hombros del pueblo, primero, dicen los textos, pero luego aquellas
maniguetas dieron paso a los costaleros. Ya venia la gracia desde Sevilla a
unirse a Ella para que la Procesión del paso tuviera más ternura acariciable.
Salta la alegría en su feria, ya es bonito y hermoso que una feria popular
entrañablemente viva, salte paralelamente a la alegría de la Pastora. Todo el
corazón, en el Simpecado. El Ayuntamiento, la Villa… Aire sobre la fina frente
de la Pastora, el ángel redondo del sombrero pastoral. A la puerta de la
Iglesia, el gentío. Las calles tensas por la embriaguez mariana. Ante Ella, el
contenido llanto de los pastoreños por los que se fueron ya en las trabajaderas
de la muerte hacia la “gran entrá” de los cielos. Repiques de campanas en el
zureo palomero de la noche que nace. Abuelos, madres, hijos, nietos,…, todos
unidos apiñándose. Sobre la alfombra de Salves de la calle Iglesia, el paso, el
andar, el alma viva y peregrina. Se acerca la Pastora a las esquinas blancas
donde el nombre insigne de Pastora Solís, repetido hoy en la camarista,
testifica un apostolado edificante. Casi se hace cera fina la cal de la noche.
Los respiraderos plata rozan las pieles encaladas del callejón de Josefa;
dobla, y por Castelar, se acerca la calle de Martín Rey. Cuando asoma Ella, el
rumor de la calle se hace como un panal, como un enjambre nervioso e impaciente
por mirarla. En la mitad de la carrera. La noche asiste total, bellísima, al
espectáculo ceremonial del sombrero pastoral de María. Debo confesaros mi
flaqueza, el sombrero, la gracia gentil en la frente de la Pastora. ¿Habéis
pensado hondamente en esta ceremonia? Sombrero de la Virgen. ¿Cuánto aroma de
trigo, de ojita de olivo, de naranjal, de paso de oveja, de aprisco íntimo, de
Risco alzado, de larga brisa montaraz y callada? Se para a la Virgen ante la
casa de Rosario Morejón. (Siempre, en los vidrios de los balcones, en la calle
Real, estuvieron también los ojos de doña Matilde). Se hace la noche profunda,
íntima como un pazo, como decía Federico García Lorca. Bajo la oscuridad, la
Virgen encendida. ¿Es una estrella que anda? ¿Es la noche o es la aurora? ¿Qué
soles van saltando en sus ojos? Sube al paso el Padre Rejos. Manos Sacerdotales
de Cantillana. Sólo ellas pueden tocar el santísimo sombrero. Cuando el padre
la descubre, es como si el campo irrumpiera en la frente de María. Se aprieta
junto a Ella la gente. Empiezan a caer, cuando vuelve a iluminarse todo,
levísimos pétalos de rosas, de gladiolos, de claveles de toda imaginable flor
en la rosa única. ¿Quién puede cerrar el paso al manto de aroma que Cantillana
tiende a la Pastora? Cientos de palomas blancas abren su cielo de alas puras para
cubrir a la Virgen. Gira el paso, le mecen. Sobre la plata duermen los
relumbres de la noche y cada cual en silencio pide lo suyo, lo que quiere. Los
Avemarías se van convirtiendo en alamares. Salta a los aires la pirotecnia. El
fuego oferente del cohete que se abre en palmera azul sobre la seda celeste.
Gira el paso y sigue adelante, despacio, soberanamente llevado. Así la
llevarían los ángeles en la Asunción al cielo verdadero. Surgen las bizarrías
musicales del Himno inmortal de España. Sobre los labios, el cántico a la
Pastora. Huele a noche de trigal, a romero. Truenan los vítores, los vivas. La
Pastora mira a todas las calles, porque en todas quisiera quedarse, porque
todas le dan su aroma, su luz y su guirnalda. Truenan los madremías, los
benditaseas, los ampáranos, los Dios té de fuerza para sostenernos, los
vítores, los hosannas gozosos de la Procesión, como un Viar de salves, como un
Guadalquivir de misericordias. La Pastora, en el Llano, el corazón de la Villa,
ocupa el mismo corazón de Cantillana. A Ella, las esquinas benditas de Veredas,
de San Bartolomé, de Polvillo, de Convento, de la calle Real… Todas la llaman,
todas la quieren, todas la rezan. Y así, por la plateada quietud encendida de
la noche, la Pastora ira hacia Cantarranas, hacia la Alameda, hacia la Cuesta
del Reloj. Todo lento, florido, aromado, colosalmente hermoso. Con Ella, los
suyos. Ojalá que la palabra pudiera cantarlos a todos. Corazones pastoreños van
dándole guardia enamorada. ¿Qué deciros? La Virgen los conoce a todos. Por
Ella, en su gracia, los nombres, qué deciros ahora de Emilia la Cavea,
pastoreña pura, torbellino de la gracia y el ángel por la Virgen; de Josefa la
del Caco, que es en la Virgen como una especie de Cohetera Mayor, de Fallera
Mayor de la alegría, las manos llenas de flecos de mantones de Manila para
Sevilla. ¡Ay! Qué oficio; de Antonio Quintín, todo el año llevando gente al
Rosario, al Risco, a los Cultos; y de Antonio Castaño, ese corazón amigo y
compañero que piensa, sueña y escribe para Ella; de Antonio Solís, juventud
también al servicio de la Señora; de los Morejón, que tanto me han hablado del
amor pastoreño… Todos, sí. Con su corazón, los tambores, las cornetas, el
airoso y campero coro angélico de los campanilleros, los cánticos de las
muchachas, la viva y entera alma de Cantillana. El aroma de la calle, como un
abierto altar de cirios, la acompaña a su Camarín, a su Altar y a su casa.
La oración externa se ha hecho íntima otra vez. Será
entonces, cuando la ceremonia gentil y fiel del sombrero se hará palabra en mi
corazón, palabra en los labios del pregonero diciéndole:
¡Qué sal la de tu sombrero
descubriéndose a la gente!
¡Y qué delicadamente,
con qué amor tan zalamero,
el ángel cantillanero
te lo coloca, María,
sobre la morenería
de tu guapura campera,
como sombrero y bandera
para el sol de la alegría!
¿Es sombrero o es campana
Pastora, o cúpula o cielo?
¿De seda o de terciopelo,
es de clavel o de lana?
Capuchina capitana:
¿qué tejedores pequeños
te lo han tejido con sueños
de alelíes o madroñeras?
¿Será de brisas trigueras
o de besos pastoreños?
¿De qué será? ¿De qué hilo,
de qué trigal, de qué oliva?
¿De qué alegre siempreviva?
¿Por qué nos tienes en vilo?
Dilo ya, Pastora, dilo.
¿De qué luna, de qué seda,
Madre del amor entero,
nació ese cantillanero
primor que bajo su ala
tantísima gloria exhala,
Pastora, de tu sombrero?
Ya lo sé, Pastora fina,
alondra dulce y campera
que bajo el sombrero espera
darnos la Gracia Divina.
Ya lo sé, ¡ay!, golondrina
por Cantillana de vuelo.
Ya lo sé, puro majuelo
de las más celestes viñas.
¡Está hecho con las niñas
de las miradas del cielo!
Hecho está con la alegría
de los ojos celestiales.
Así que cuando Tú sales
a procesionar, María,
lo que ve en la cortesía
de tu sombrero, tu gente,
es a Dios que, sonriente,
al quitarte tu sombrero
se asoma, cantillanero,
en la gloria de tu frente.
Francisco Montero
Galvache
Fragmento del pregón del CCL aniversario fundacional, 1970
1 comentario:
Jesús Barrera Delgado dijo... Seriais tan amable los administradores de este blog de poner la voz de este gran pregonero, hace tiempo que no lo escucho y siempre es un grato placer para nuestros oidos y corazón pastoreño, volver a oir las acertadas y delicadas palabras que pronunciara D. Francisco Montero Galvache. Gracias anticipadas, pues no me cabe la menor duda que en breve lo hareis.
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