Concepción Ortiz
Macías
Traemos en el día de hoy a esta sección, una gran pastoreña de corazón, Concepción
Ortiz Macías, conocida por todos sus vecinos como “Conchi la de las vacas”.
Concepción nació en el año 1937 entre los plenos efectos devastadores de una
guerra civil que empezaba a tocar fin y
ante una posguerra llena de penurias que le dejó marcado el espíritu y su forma
de ser. Siempre vivió en el número 8 de
la actual calle Cristo de la Misericordia, un número y una calle que tienen
mucho que contarnos sobre esta pastoreña.
La zona antigua de la Iglesia siempre ha escondido entre sus
calles a pastoreñas humildes y anónimas como la que en esta ocasión tratamos.
Detrás de los muros de cualquier casa se cuece un intenso “pastoreñismo”, que hierve
con la fuerza de la fe más pura. Éste es el caso de Concepción, pastoreña del
día a día y no solo de septiembre, pastoreña desde el silencio y desde la
humildad, esa que desprende su casa con tanto sabor a antiguo. El título le
venía con fuerza heredado de su madre, Rosalía, otra mujer del barrio que solo
vivía para su Virgen y para su hermandad.
Supo vivir de sí misma, pues se dedicaba a la confección de
ropa como medio de vida, pero sus manos también
estuvieron al servicio de la Pastora.
Por ellas pasaron decenas de
paños de altares que arreglar, arrugadas telas que ella dejaba nuevas
tras el planchado o cientos de banderitas rojas y gualdas para el exorno de la
calle Iglesia y cuya mano de obra nunca quiso cobrar. Hasta su muerte, fue la
encargada del exorno de su propia calle,
lo que consideraba todo un ritual de los últimos días de agosto, un auténtico
día de fiesta que significaba el pistoletazo de salida de un nuevo septiembre.
Cuentan sus vecinas que tras los cultos, Conchi guardaba las banderas mientras
se escapaba de sus labios y entre suspiros, la misma interrogación de todos los
años: “Pastora Divina, ¿quién estará aquí para ponerlas al año que viene?”.
Por muchos son recordados los típicos sombreritos de cuerda
que ella misma hacía a mano y que vendía durante la Romería. Verlos colgados de
las paredes de su casa siempre fue motivo de admiración para los niños de aquel barrio, al igual que lo era y es su casa, un auténtico santuario en honor
de la Pastora. Todo los rincones de su hogar son testigos de la Fe pastoreña,
ni el mismísimo Nacimiento que instalaba, popular y añejo donde los haya, quedó
ajeno a su devoción, debido a la infinidad de ovejas que curiosamente, cada año
aumentaban en número.
Su vida giró en torno a la hermandad para la que siempre
existieron halagos, nunca faltó a un
culto a los que llegaba la primera y marchaba la última. No hubo un solo día de
su vida que no traspasara el dintel de la parroquia con las ansias de ver a su
Pastora o a su Cristo de la Misericordia, ni un solo día sin orar ante el
Santísimo Sacramento al que siempre honró en su puerta con cientos de macetas
en la mañana del día del Corpus o el último día de novena.
A pesar de no haber tenido descendencia, junto a ella
crecieron dos de sus vecinas, María José y Guadalupe Ramos Parra, a quienes les
transmitió todo su amor y cariño, el mismo que ella recibió de estas dos
hermanas que hicieron las veces de hijas.
Conchi murió a los 74 años de edad, fue un 28 de agosto,
probablemente el mismo día en el que ella solía salir a su calle para poner las
banderas. Pero la casualidad o el destino quiso ir más allá, porque aquel día, en el interior de la Parroquia se
comenzaba a elevar el Risco, el mismo en el que seguramente se encuentra su
alma, como una oveja más, encaminada hacia esa cúspide donde está sentada la
Pastora.
Cuando en la madrugada del 8 al 9 de septiembre, el paso de
la Virgen se posa en su puerta al venir de regreso, un escalofrío recorre el
cuerpo de todos aquellos que la conocíamos porque sabemos que ese momento le
daba la vida. Y es que la Pastora a todos nos da la vida, así lo dice la
leyenda que sostienen los ángeles del cielo del camarín “Yo doy a mis ovejas la vida eterna”. Se ruega a todos los lectores una oración por su alma, que
la Divina Pastora de las Almas la tenga en su Gloria. D.E.P.
4 comentarios:
Precioso articulo, una pastoreña que desde su anonimato hizo cuanto pudo para engrandecer nuestra hermandad.
Una pastoreña que siempre asistía todos los eventos de la Pastora.
Muy elocuente el ejemplo de Conchi, una pastoreña humilde que dentro de su anonimato colaboraba mediante sus posibilidades por su Hermandad, que la Pastora Divina la acoja en el risco del cielo.
Conchi fue mucho más que la vecina de mi abuela. sin duda una pastoreña de corazón que aún parece que en cualquier momento se asomara a la puerta y al verme hablarme y preguntarme por su único tema, su Pastora y su hermandad. Conchi nunca se fue. Ella vive presente en cada bandera nacional de la calle cristo de la misericordia. Que la Pastora Divina la tenga en su rebaño eterno.
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