El Simpecado primitivo o fundacional de la Divina Pastora de Cantillana, obra del primer tercio del siglo XVIII, que salió en rogativas desde la parroquia, ante la amenaza de la epidemia en 1800.
El altar que ocupó la Divina Pastora entre 1842 y 1901, año que se inauguro el camarín. Este altar, llamado de San Antonio, perteneció al convento de Aguas Santas de Villaverde del Rio, y le fue concedido a la hermandad pastoreña por la autoridad eclesiástica tras la exclaustración de 1835.
Ni que decir tiene que el escenario de la mayoría de estos hechos fue la iglesia parroquial, donde continuó establecido canónicamente, tras la aprobación de sus primeras reglas en abril de 1805, el Rosario de la Pastora que, se había fundado en este templo en 1720.
El patrimonio artístico atesorado en la parroquia se verá incrementado en estas primeras fechas del siglo XIX con la adquisición en 1805 del nuevo y rico Simpecado de tisú de plata bordado en oro para el Rosario de la Divina Pastora -el de esa promesa por la protección en la epidemia, que no se había llevado a efecto por haberse apropiado el otro nuevo rosario del ejecutado en 1804- y otros enseres, como varas de plata para los faroles y la magnífica cruz de guía, también de plata, realizada en 1816 siendo mayordoma pastoreña Antonia de Solís y Cisneros. A todo ello habrá que sumarle la adquisición que hace también la Hermandad de la Pastora en 1842 de un nuevo retablo para su imagen titular, que sustituiría al antiguo en el que estuvo colocada durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Se trata del retablo de San Antonio traído del convento franciscano de Nuestra Señora de Aguas Santas de Villaverde del Río, clausurado tras la exclaustración de 1835.
El gobernador del Arzobispado otorga el permiso para que se conceda a la hermandad el referido altar de San Antonio, pero finalmente por petición del párroco don José López Ortega se trajeron además otros dos retablos, el del Cristo de la Buena Muerte y el célebre retablo mayor de aquel convento con los siete lienzos que representaban la aparición y milagros de Ntra. Sra. de Aguas Santas.
Parece que fueron tres, por tanto, los retablos incorporados a nuestro templo parroquial, en estos años, aunque desconocemos la ubicación en la parroquia de estos dos últimos.
A mediados de siglo, Sobre 1848, y siendo párroco y arcipreste Antonio Rodríguez Zapata y por tanto bajo su autoridad, se volvió a incrementar el patrimonio de la parroquia, con la llegada de otra imagen de talla, representando a la Virgen Asunta que fue colocada en el hueco del antiguo manifestador del retablo mayor, como ya dejamos apuntado en un anterior capítulo. Como dijimos, esta imagen de la Virgen desplazó a la que allí se encontraba, que no debió ser otra que la célebre talla de Ntra. Sra. de la Granada, por aquellos años reubicada en otro lugar del templo, a los pies concretamente, donde se le construyó un retablo de estética neoclásica, diseñado por el artista de Villaverde del Río Antonio Torres.
Reglas de la Cofradía de San Roque, fundada el año de la epidemia en la parroquia. Su imagen se veneraba en una hornacina del altar mayor y sus cultos empezaban el 16 de agosto, con función y procesión, para concluir el día 25.
En el retablo del altar mayor, junto a las antiguas imágenes de Santa Ana, San Roque, San Benito y Santa Catalina y — junto al relieve de la Asunción de la Virgen y a las nuevas imágenes de San Juan y los santos Justo y Pastor, quedaría incorporada a mediados del siglo XIX esta otra imagen de la Asunción, cuya aparición no sería ajena a la creación, unos cuarenta años antes, del rosario de señoras de este mismo título. El catedrático de Historia del Arte José Hernández Díaz afirmó de esta imagen que es obra del siglo XVIII, y según le oímos contar directamente al periodista local Manuel Naranjo Ríos, provenía de Carmona y pudo pertenecer al altorrelieve un retablo de la iglesia jesuita de San Teodomiro que tras la expulsión de los jesuitas, se convirtió en sede de la parroquia del Divino Salvador de esa ciudad, cuyo anterior templo estaba en ruinas. Otra versión de la procedencia de esta nueva imagen, según fuentes de la propia hermandad que actualmente le da culto, es la que la considera procedente de la iglesia de Regina de Sevilla, suponemos se refiere a la del antiguo convento dominico de ese nombre, extinguido con la desamortización de Mendizábal, demolido posteriormente y que estuvo ubicado en el enorme solar del Mercado de la Encarnación donde hoy se erige el polémico Metrosol Parasol.
Detenemos esta crónica en 1850. Del estado de nuestra parroquia y de algunos hechos acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX, relacionados con la misma, tratará la siguiente parte.
Retomamos el relato en el año crucial para la historia de nuestra parroquia que fue 1800. La situación del templo en esta fecha era, como se ha ido contando, la de un edificio restaurado y enriquecido años antes, al que se le había añadido la robusta torre campanario y cuyo interior presentaba el aspecto más suntuoso y barroco que jamás había tenido, con varios retablos nuevos y el del altar mayor completamente terminado en la talla, imaginería y dorados.
Consta documentalmente que en 1790 se había concluido la parte superior o cerramiento del retablo mayor y su dorado íntegro. Se cambió de lugar el manifestador y se le añadieron tres nuevas imágenes para los dos nichos superiores: una de San Juan Bautista y las otras dos formando el grupo de los niños Santos Justo y Pastor. Era Párroco y arcipreste de Cantillana en esa fecha Justo Pastor Sierra, lo que justifica la incorporaron de estas últimas imágenes.
Pero el nuevo siglo volverá a traer consigo cambios y adquisiciones tanto de imágenes como de retablos que harán que varíe al poco la fisonomía interior que la parroquia presentaba en esa fecha de inicio del siglo XIX, a partir de la cual todo cambiaría no sólo en nuestra iglesia mayor sino también en Cantillana.
Como la célebre epidemia de fiebre amarilla que azotó en 1800 las provincias de Cádiz y Sevilla excitó más la devoción a la Divina Pastora y la concurrencia a su Rosario, el único de mujeres que existía, para implorar la protección divina ante tal calamidad y como en Cantillana, en contra de lo previsto, poco se notaron las terribles consecuencias de la epidemia, la mejor forma que encontraron de agradecer a la Virgen esa incuestionable protección suya, fue confeccionar un nuevo Simpecado para el rosario pastoreño cuya ejecución se prolongó varios años.
También sería constituida el año de la epidemia, en el que la difícil situación produjo un resurgimiento de la piedad y devociones populares, una cofradía o hermandad para dar culto a San Roque, abogado contra las epidemias, cuya notable efigie se veneraba desde antiguo en el retablo mayor de la parroquial. Las reglas de esta nueva congregación, erigida en este templo, fueron aprobadas en 1801 y establecían que su fiesta principal se celebrase cada año el 16 de Agosto, día del santo, con función solemne en el altar mayor, procesión, y posterior novena. Por suerte se ha conservado el interesante libro de reglas original de la cofradía –hoy extinguida- que posee bellas pastas de piel grabadas en oro.
En 1804 estaba ya terminado el nuevo Simpecado de la Pastora anteriormente referido. En el seno de su rosario, carente por entonces de reglas o estatuto escritos, se produjo en esa fecha un enfrentamiento a razón del nuevo Simpecado, entre la mayordoma Elena de la Barrera y Morales y otra de las dirigentes, María Cozar que terminará provocando un autentico cisma en la hermandad pastoreña y ocasionando una escisión de la misma que al poco tiempo daría lugar a la creación de otra nueva y similar congragación mariana. La persona que mejor ha estudiado estos hechos, el catedrático de historia y antropólogo Antonio García Benítez, ve en este enfrentamiento entre la entonces mayordoma y María Cozar, en sus antecedentes y consecuencias, la lucha de poder entre la clase alta o aristócrata decadente, pero aún con gran influencia y posicionamiento, representada aquí por Elena de la Barrera y la nueva burguesía adinerada, clase emergente de nuevos ricos, a la que pertenecía su rival. Así fue como María Cozar y otras dos consortes abandonan el rosario de la Pastora y apoderándose del nuevo Simpecado, al que le retiraron la pintura de la Pastora, fundan otra congregación o rosario para el que eligen como titular el misterio de la Asunción de la Virgen, al que ya estaba dedicada la parroquia, por ser su aspiración establecerse allí, aunque la autoridad eclesiástica superior se oponga a ello y determine erigirla desde un primer momento en la ermita de San Bartolomé, entonces a extramuros de esta villa.
Éste es el inicio histórico de las rencillas y pleitos que desde esos primeros años del siglo XIX hasta nuestros días mantienen las dos hermandades, origen para cuyo conocimiento en profundidad remito a los lectores al libro Los manuscritos perdidas y hallados en Palacio, del referido profesor García Benítez, y al artículo que sobre este particular publicó el periodista José María de la Hera en el número 5 (septiembre de 2000) de la revista anual Cantillana y su Pastora.
Consta documentalmente que en 1790 se había concluido la parte superior o cerramiento del retablo mayor y su dorado íntegro. Se cambió de lugar el manifestador y se le añadieron tres nuevas imágenes para los dos nichos superiores: una de San Juan Bautista y las otras dos formando el grupo de los niños Santos Justo y Pastor. Era Párroco y arcipreste de Cantillana en esa fecha Justo Pastor Sierra, lo que justifica la incorporaron de estas últimas imágenes.
Pero el nuevo siglo volverá a traer consigo cambios y adquisiciones tanto de imágenes como de retablos que harán que varíe al poco la fisonomía interior que la parroquia presentaba en esa fecha de inicio del siglo XIX, a partir de la cual todo cambiaría no sólo en nuestra iglesia mayor sino también en Cantillana.
Como la célebre epidemia de fiebre amarilla que azotó en 1800 las provincias de Cádiz y Sevilla excitó más la devoción a la Divina Pastora y la concurrencia a su Rosario, el único de mujeres que existía, para implorar la protección divina ante tal calamidad y como en Cantillana, en contra de lo previsto, poco se notaron las terribles consecuencias de la epidemia, la mejor forma que encontraron de agradecer a la Virgen esa incuestionable protección suya, fue confeccionar un nuevo Simpecado para el rosario pastoreño cuya ejecución se prolongó varios años.
También sería constituida el año de la epidemia, en el que la difícil situación produjo un resurgimiento de la piedad y devociones populares, una cofradía o hermandad para dar culto a San Roque, abogado contra las epidemias, cuya notable efigie se veneraba desde antiguo en el retablo mayor de la parroquial. Las reglas de esta nueva congregación, erigida en este templo, fueron aprobadas en 1801 y establecían que su fiesta principal se celebrase cada año el 16 de Agosto, día del santo, con función solemne en el altar mayor, procesión, y posterior novena. Por suerte se ha conservado el interesante libro de reglas original de la cofradía –hoy extinguida- que posee bellas pastas de piel grabadas en oro.
Foto de 1933 del antiguo retablo del altar mayor, obra de finales del siglo XVII que se terminó de tallar y fue dorado completamente en 1790, y al que se le añadió en 1850 una imagen de la Asunción que fue colocada en la hornacina que ocupó la Virgen de la Granada. Fue parcialmente destruido el 26 de julio de 1936. |
En 1804 estaba ya terminado el nuevo Simpecado de la Pastora anteriormente referido. En el seno de su rosario, carente por entonces de reglas o estatuto escritos, se produjo en esa fecha un enfrentamiento a razón del nuevo Simpecado, entre la mayordoma Elena de la Barrera y Morales y otra de las dirigentes, María Cozar que terminará provocando un autentico cisma en la hermandad pastoreña y ocasionando una escisión de la misma que al poco tiempo daría lugar a la creación de otra nueva y similar congragación mariana. La persona que mejor ha estudiado estos hechos, el catedrático de historia y antropólogo Antonio García Benítez, ve en este enfrentamiento entre la entonces mayordoma y María Cozar, en sus antecedentes y consecuencias, la lucha de poder entre la clase alta o aristócrata decadente, pero aún con gran influencia y posicionamiento, representada aquí por Elena de la Barrera y la nueva burguesía adinerada, clase emergente de nuevos ricos, a la que pertenecía su rival. Así fue como María Cozar y otras dos consortes abandonan el rosario de la Pastora y apoderándose del nuevo Simpecado, al que le retiraron la pintura de la Pastora, fundan otra congregación o rosario para el que eligen como titular el misterio de la Asunción de la Virgen, al que ya estaba dedicada la parroquia, por ser su aspiración establecerse allí, aunque la autoridad eclesiástica superior se oponga a ello y determine erigirla desde un primer momento en la ermita de San Bartolomé, entonces a extramuros de esta villa.
Éste es el inicio histórico de las rencillas y pleitos que desde esos primeros años del siglo XIX hasta nuestros días mantienen las dos hermandades, origen para cuyo conocimiento en profundidad remito a los lectores al libro Los manuscritos perdidas y hallados en Palacio, del referido profesor García Benítez, y al artículo que sobre este particular publicó el periodista José María de la Hera en el número 5 (septiembre de 2000) de la revista anual Cantillana y su Pastora.
El altar que ocupó la Divina Pastora entre 1842 y 1901, año que se inauguro el camarín. Este altar, llamado de San Antonio, perteneció al convento de Aguas Santas de Villaverde del Rio, y le fue concedido a la hermandad pastoreña por la autoridad eclesiástica tras la exclaustración de 1835.
Ni que decir tiene que el escenario de la mayoría de estos hechos fue la iglesia parroquial, donde continuó establecido canónicamente, tras la aprobación de sus primeras reglas en abril de 1805, el Rosario de la Pastora que, se había fundado en este templo en 1720.
El patrimonio artístico atesorado en la parroquia se verá incrementado en estas primeras fechas del siglo XIX con la adquisición en 1805 del nuevo y rico Simpecado de tisú de plata bordado en oro para el Rosario de la Divina Pastora -el de esa promesa por la protección en la epidemia, que no se había llevado a efecto por haberse apropiado el otro nuevo rosario del ejecutado en 1804- y otros enseres, como varas de plata para los faroles y la magnífica cruz de guía, también de plata, realizada en 1816 siendo mayordoma pastoreña Antonia de Solís y Cisneros. A todo ello habrá que sumarle la adquisición que hace también la Hermandad de la Pastora en 1842 de un nuevo retablo para su imagen titular, que sustituiría al antiguo en el que estuvo colocada durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Se trata del retablo de San Antonio traído del convento franciscano de Nuestra Señora de Aguas Santas de Villaverde del Río, clausurado tras la exclaustración de 1835.
El gobernador del Arzobispado otorga el permiso para que se conceda a la hermandad el referido altar de San Antonio, pero finalmente por petición del párroco don José López Ortega se trajeron además otros dos retablos, el del Cristo de la Buena Muerte y el célebre retablo mayor de aquel convento con los siete lienzos que representaban la aparición y milagros de Ntra. Sra. de Aguas Santas.
Parece que fueron tres, por tanto, los retablos incorporados a nuestro templo parroquial, en estos años, aunque desconocemos la ubicación en la parroquia de estos dos últimos.
A mediados de siglo, Sobre 1848, y siendo párroco y arcipreste Antonio Rodríguez Zapata y por tanto bajo su autoridad, se volvió a incrementar el patrimonio de la parroquia, con la llegada de otra imagen de talla, representando a la Virgen Asunta que fue colocada en el hueco del antiguo manifestador del retablo mayor, como ya dejamos apuntado en un anterior capítulo. Como dijimos, esta imagen de la Virgen desplazó a la que allí se encontraba, que no debió ser otra que la célebre talla de Ntra. Sra. de la Granada, por aquellos años reubicada en otro lugar del templo, a los pies concretamente, donde se le construyó un retablo de estética neoclásica, diseñado por el artista de Villaverde del Río Antonio Torres.
En el retablo del altar mayor, junto a las antiguas imágenes de Santa Ana, San Roque, San Benito y Santa Catalina y — junto al relieve de la Asunción de la Virgen y a las nuevas imágenes de San Juan y los santos Justo y Pastor, quedaría incorporada a mediados del siglo XIX esta otra imagen de la Asunción, cuya aparición no sería ajena a la creación, unos cuarenta años antes, del rosario de señoras de este mismo título. El catedrático de Historia del Arte José Hernández Díaz afirmó de esta imagen que es obra del siglo XVIII, y según le oímos contar directamente al periodista local Manuel Naranjo Ríos, provenía de Carmona y pudo pertenecer al altorrelieve un retablo de la iglesia jesuita de San Teodomiro que tras la expulsión de los jesuitas, se convirtió en sede de la parroquia del Divino Salvador de esa ciudad, cuyo anterior templo estaba en ruinas. Otra versión de la procedencia de esta nueva imagen, según fuentes de la propia hermandad que actualmente le da culto, es la que la considera procedente de la iglesia de Regina de Sevilla, suponemos se refiere a la del antiguo convento dominico de ese nombre, extinguido con la desamortización de Mendizábal, demolido posteriormente y que estuvo ubicado en el enorme solar del Mercado de la Encarnación donde hoy se erige el polémico Metrosol Parasol.
Detenemos esta crónica en 1850. Del estado de nuestra parroquia y de algunos hechos acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX, relacionados con la misma, tratará la siguiente parte.
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