martes, 21 de diciembre de 2010

Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros



Todos celebramos la Navidad, pero, ¿sabemos el verdadero sentido cristiano de la Navidad?

Según la Biblia, La Navidad nos habla del amor de Dios."En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que vivamos por Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".

El nombre de Jesús, en hebreo, significa «Salvador». Así le llamó el ángel cuando se apareció, en sueños, a S. José: «Le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de los pecados» (Mateo 1, 21). Él sabía que éramos pecadores y que le íbamos a tratar mal. A pesar de todo, su amor por nosotros era tan grande, que quiso dejar el Cielo y venir a nuestro encuentro para traernos la salvación y la plenitud de la vida eterna. No lo hizo porque nosotros éramos buenos o lo merecíamos, sino sólo por su generosa bondad, por su amor gratuito, en el momento en que Él lo creyó oportuno: «Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a todos los que estábamos sometidos a la ley y para hacernos hijos de Dios...» (Gálatas 4, 4ss). Jesús no se quedó esperando a que nosotros fuéramos a su encuentro, sino que Él mismo se puso en camino para buscarnos, sobre todo a las ovejas perdidas. «¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja a las otras noventa y nueve en el desierto, y va en busca de la que se le ha perdido, hasta encontrarla? Y, cuando da con ella, se la echa a los hombros lleno de alegría y, cuando llega a casa, reúne a sus amigos y les dice: Alegraos conmigo, que ya he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que igualmente habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión» (Lucas 15, 4-7).
El canto de los ángeles, la aparición de ejércitos celestiales que aquella noche cantaron gloria a Dios, la estrella que guió a los magos hasta Belén, el humilde pesebre donde estaban la madre y el Niño, nos hablan de la gracia y el amor infinitos de Dios. El Hijo de Dios venía a habitar entre nosotros, pecadores del mundo, con el propósito de llevar nuestros pecados sobre si y redimirnos de la maldad. Bien exclama el apóstol Pablo: "Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos".

En aquella primera Navidad, Dios nos entregó el más grande regalo de toda la historia, el Hijo amado de su corazón. La Biblia declara que el regalo que nos da Dios, es vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor. El verdadero significado de la Navidad es que este regalo de Dios tiene que ser recibido. Jesús vino al mundo y nació de su Stma. Madre, a la cual constituyo Pastora de las Almas, al pie de la cruz donde murió por nuestros pecados, resucitó de entre los muertos y ahora vive. El Niño de Belén es el Cristo, Buen Pastor, el Señor de los señores y Rey de reyes.
Para conocer y experimentar la vida eterna debemos abrirle nuestro corazón a Jesús. Hubo un primer pesebre en la aldea de Belén pero debe haber un segundo pesebre. El segundo pesebre que debe haber es nuestro corazón en el cual Cristo quiere entrar. Es por eso que nos dice: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil, sino que salta la tapia, es ladrón y salteador. El pastor de las ovejas entra por la puerta. A éste le abre el guarda para que entre, y las ovejas escuchan su voz; él llama a las suyas por su nombre y las saca fuera del corral. Cuando han salido todas las suyas, se pone delante de ellas y las ovejas lo siguen, pues conocen su voz... Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas; no como el asalariado, que ni es verdadero pastor ni propietario de las ovejas. Éste, cuando ve venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. El asalariado se porta así porque trabaja únicamente por la paga y no le interesan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo lo conozco a Él. Como Buen Pastor, yo doy mi vida por las ovejas. Tengo también otras ovejas que no están en este redil; también a éstas tengo que atraerlas, para que escuchen mi voz. Entonces se formará un único rebaño, bajo la guía del único Pastor» (Juan 10, 1-17).

¿Hemos abierto ya el pesebre de nuestro corazón para que el Señor Jesús nazca allí y la luz de Dios se revele en nuestra alma? Nuestra Navidad en este año puede ser la Navidad más maravillosa que hayamos conocido. Si recibimos el regalo de Dios, que es Cristo mismo, en nuestro corazón, esta celebración tendrá un significado incomparable. Recibamos al Señor Jesús en nuestro corazón y entonces tendremos paz con Dios y paz interior. ¡Y eso si que es digno de celebrarse!

Felices pascuas a todos los seguidores de este blog y especialmente a los administradores del mismo, que tan buena labor están realizando.

Juan Antonio Núñez Lucena

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