jueves, 14 de enero de 2016

Un pregón para tres siglos de devoción pastoreña


Han pasado 300 años y seguimos llamándola Pastora Divina de las Almas. Han pasado 300 años y nos seguimos poniendo de­lante de María Santísima en tan sublime advocación, y Ella nos sigue mirando más allá de nosotros mismos.
Trescientos años en nuestra memoria, donde residen gene­raciones y recuerdos a través de la más bella historia mariana y pastoreña, que como herencia y legado se ha escrito con letras de oro en la mejor página déla villa de Cantillana.

Su advocación y su devo­ción nos llegaron hacen 300 años. Nos la trajo el venerable padre fray Isidoro de Sevilla en tan acertado concepto teológico y espiritual, de modo que todo cambió entre nosotros. Una vez aquí, la fe, el marianismo y la es­piritualidad de Cantillana han sido moldeados por María San­tísima en su título de Divina Pas­tora.
Que desde hace 300 años, todo aquí es distinto ante el culto a la Madre del Buen Pas­tor. Y de tal manera es así, que no podemos imaginarnos nues­tro pueblo sin la presencia divi­na y maternal de María, Pastora de nuestras almas. Por eso nadie puede poner en duda que por Ella, en Ella y con Ella aquí hay un antes y un después. Y todo esto sucedió hace 300 años, que representan el triunfo de la Pas­tora de Dios y Pastora nuestra entre nosotros.

Tres siglos del triunfo de la ternura que le desborda en sus entrañas; del triunfo de quien no reconoce más poder que el de Dios; del triunfo de quien se hace humilde con los humilla­dos. Es el triunfo de María, Madre y Pastora de las gen­tes sencillas, Madre y Pasto­ra en la devoción más popu­lar. Es el triunfo gozoso de saber que tenemos una Madre y Pastora que siendo la más Bienaventurada, desde su rea­leza divina es nuestra Corre- dentora y Mediadora ante Dios. Y que por su bendita in­tercesión toda lágrima será en­jugada, y toda injusticia repa­rada, y toda esperanza recom­pensada y toda oveja salvada y redimida pues Ella, siendo Pastora tan Divina, es Pastora tan humana que baja y se acer­ca a nosotros, y se sienta a nuestro lado cambiando gus­tosa su trono por sencilla roca, su dosel por árbol de frutos, su corona por sombrero, su manto por pastoril pellica y su cetro por tan amoroso cayado.
Ya véis, ¿no es para gritar de gozo como Isabel: "De dónde a nosotros la Madre de Dios?" ¿Es que acaso no es para saltar de alegría pastoreña ante el III centenario de su nombre y de su devoción? ¿Acaso no son 300 años de triunfo y de reno­vación del más hermoso de los sueños?

Todo ello lo es al unísono y a la vez. Y lo es porque hemos sabido conservar este tan cierto maria­nismo pastoreño, esta tan au­téntica devoción y esta admira­ble advocación de tan rotunda belleza.
Marianismo, devoción y ad­vocación pastoreños en los que tanta es su verdad, tanta su au­tenticidad y tanta su fuerza, que tuvo que llegar a Cantillana desde el primer instante en que fray Isidoro la dio a conocer al mundo en el rosario público de aquel 8 de septiembre de 1703.

No hay documento que así lo atestigüe. No existen históricas referencias. Pero decidme: ¿no creéis como yo que María Santí­sima en su advocación de Pasto­ra Divina de las Almas fue nece­sariamente conocida por los cantillaneros desde su inicio en aquel día de septiembre? Y así tuvo que ser, porque después del 24 de junio en que aconteció su inspiración divina, fray Isidoro, a quien la dió a conocer fue a su hermano Antonio, el cual, si­guiendo sus directrices, encargó y pagó a Miguel Alonso de Tovar el primer lienzo con la primitiva imagen de la Pastora Divina, siendo el mostrado en los rosa­rios para propagar su devoción.

Por tanto, ¿es de extrañar que fray Isidoro o su hermano comu­nicaran a sus familiares y allega­dos la noticia de la recién nacida advocación? De tal manera que sus parientes, los Condes de Cantillana, la tuvieron que saber a ciencia cierta, siendo de todo punto lógico que, junto a otros cantillaneros, acompaña­ran al venerable, estando pre­sentes en el primer rosario pú­blico pastoreño que desde San Gil se dirigió a la Alameda de Hércules.

Que así tuvo que ser. Y lo fue porque a partir de ese día, su de­voción floreció de tal manera en la Villa que, desde entonces, ya no se distinguió dónde termi­na Cantillana y dónde comien­za nuestra Pastora Divina.

Tanta es su verdad, su autenti­cidad y su fuerza que celebra­mos 300 años de su advocación y de su devoción entre nosotros. Y la hermandad me encargó que os lo pregonara, en cuyo pregón puse mi mayor empeño y mi mejor ilusión.

Que celebramos el nacimien­to de su nombre y de su devo­ción entre nosotros con tan ro­tunda certeza, con desbordada alegría y con tanto orgullo pas­toreño, porque representa el triunfo de la fidelidad de Can­tillana a la Divina Pastora en el devenir de los siglos y de los tiempos.
Un triunfo que es más cierto en cuanto que está sustentado por los dos componentes que hicie­ron su grandeza posible: la inspi­ración divina de fray Isidoro de Sevilla y la devoción absoluta y admirable de nuestro pueblo.

Un triunfo de 300 años en los que caben la devoción pastoreña de ayer, de hoy y de mañana en el sentimiento cantillanero que la hizo, la hace y la hará posible para que perviva como divina obra mariana que colectivamen­te renueva, año tras año, el pue­blo de Cantillana con tanta ver­dad, con tanta autenticidad, con tanta fuerza, emoción y gracia.

Rafael Mejías Esteban
Pregonero del III centenario de la devoción Pastoreña (2003)


No hay comentarios: