Desearía aprovechar las páginas de esta acogedora revista
para exponer una idea que, a mi modesto entender, solamente la puede realizar
el pueblo de Cantillana y, en concreto, los numerosos devotos de la Divina
Pastora, movilizados por su hermandad. Se trata de recuperar (aunque con otro estilo y contenido) aquel museo sobre la
advocación que hacia los años cincuenta o sesenta creó el Padre Árdales en
el Convento Capuchino de Sevilla, sin duda el mayor conjunto artístico e iconográfico
reunido jamás sobre la Madre del Buen Pastor, y que después de la muerte de
dicho religioso sería tristemente desmantelado y hasta enajenado, sin bien
persiste lo fundamental de aquel núcleo.
Pero en este caso, se
trataría de crear un museo específicamente cantillanero, con todo lo que el
pueblo representa y comporta. El pueblo más pastoreño de toda la tierra está
moralmente obligado a erigir lo que sería un verdadero monumento cultural y etnológico en torno a la advocación tan amada.
Insisto que eso solamente podría hacerse aquí, por lo cual sería también un
monumento único, un referente obligado dentro de las tradiciones andaluzas.
Como primer paso habría que buscar un edificio adecuado o
erigirlo de nueva planta, con la suficiente amplitud y categoría para que fuera
digno de su contenido. Una vez obtenido este edificio (cosa difícil pero
superable para el entusiasmo pastoreño), lo demás casi vendría rodado, porque
ya solamente se trata de exponer de la forma más atractiva posible su riquísimo
e incomparable patrimonio, enfocado desde varias perspectivas: religiosa, artística,
iconográfica, cultural, costumbrista, antropológica, etcétera.
El conjunto, incluso
ya desde nuestra imaginación, promete ser algo grandioso. Allí tendría
cabida todas las piezas litúrgicas, tanto de culto externo como interno. El
paso de Nuestra Señora, la carreta para la Romería, Simpecados e insignias, cuadros,
carteles y convocatorias, fotos y elementos del Risco, incluyendo hasta sus
elementos más menudos o anecdóticos: El arcángel San Miguel, el pequeño
castillo (deliciosa pieza de juguetería arquitectónica); audiovisuales
mostrando la procesión y el momento cumbre en que se le quita el sombrero a la
Virgen, las calles engalanadas e iluminadas, paso del Viar en la Romería,
etcétera. Incluso podría haber maniquíes con algunos de los más bellos trajes
camperos que se utilizan en esta romería, dándole así una dimensión típica e inequívocamente
andaluza.
Como es natural, un rincón del museo, debería reservarse
para exaltar la memoria del Cardenal Spínola, recordando la relación que tuvo
con esta imagen y otro (que muy bien podría llamarse Sala de la Fraternidad),
estaría dedicado a las demás imágenes de la Divina Pastora veneradas tanto en
Sevilla como en el Mundo católico, mostrándolas en fotos para dejar bien
patente el alcance y dimensión universal obtenida por tan popularísima advocación.
También podría incluirse medallas y recuerdos de las distintas hermandades, gráficos,
índices o mapas descriptivos, hemerotecas y recortes periodísticos, colección de
estampas y grabados antiguos, etcétera. Siendo los mantones de Manila una
artesanía ligada a Cantillana, también podría exhibirse una muestra selecta,
por el colorido e indudable prestancia que tales prendas otorgan a sus fiestas.
Dicho museo (para el cual muy bien podría recabarse las
pertinentes ayudas administrativas, al tratarse de una verdadera institución o
bien cultural), sería además el lugar idóneo para recoger con carácter definitivo
y con carácter transitorio a manera de depósito, mucho de los objetos (cuadros,
pinturas, azulejos, documentos, fotografías, reproducciones escultóricas) que
atesoran los particulares de Cantillana, ofreciéndole así un sitio inmejorable
para exponer tales y tan preciados recuerdos, garantizando al mismo tiempo su
conservación.
Ni que decir tiene, será un museo vivo, no una mera exhibición pasiva, donde se insistirá
que el carácter espiritual que ofrece su contenido, un centro de irradiación de los amores cantillaneros, donde se
trabajará además para extender y propagar la devoción a la Divina Pastora.
Por tanto, tendrá también –Como complemento necesario e impensable– un pequeño rincón
dedicado a la venta de libros, folletos y recuerdos.
Son tales el cariño y el celo con que la población acoge
cualquier iniciativa para honrar a la Celestial Zagala, que nosotros ni
siquiera ponemos ya en duda la posibilidad de que tal museo se haga realidad en
el futuro. Y cuando este inaugurado, sentiremos el orgullo de saber que será
cosa única en su género, con derecho a reclamar un puesto de honor entre las instituciones
entre las instituciones museográficas más originales e insólitas.
Nota: Cuando ya estaba escrito este artículo, se ha
celebrado la muestra sobre la Romería en la Diputación sevillana, que
casualmente recoge buena parte del patrimonio sobre la Divina Pastora. El
enorme éxito del publico obtenido por esta exhibición y los favorables
comentarios sobre la misma, no hacen sino reafirmarnos en nuestra idea de que
todo el patrimonio sea expuesto de manera permanente a través de un museo.
Juan Martínez Alcalde
Publicado en la Revista Cantillana y su Pastora nº 6 (2001)
3 comentarios:
QUE LEJOS ESTA TODO ESTO DE LA CRUDA REALIDAD
Este es el museo que le pega a la hermandad de la Pastora. Una gran propuesta de una gran persona a la que le debe agradecer mucho las hermandades de gloria y las hermandades pastoreñas.
Que pena que esta y tantas otras cosas no se hagan realidad.
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