sábado, 18 de abril de 2015

Iconografía de la Pastora de Cantillana: Pintura de José Manuel Barranca


En la inagotable fuente de inspiración que supone la imagen de la más acendrada, popular y extendida devoción cantillanera, no deja de aportarse nuevas obras que vienen a enriquecer y ampliar de forma grandilocuente el ya inabarcable catalogo que ha generado la iconografía de la Pastora Cantillana en todas las disciplinas artísticas y otras manifestaciones culturales y populares haciendo de ella un verdadero icono que representa mejor que ningún otro al pueblo de Cantillana fuera de nuestras fronteras.

En el caso que nos ocupa es una pintura al óleo sobre lienzo de grandes proporciones, realizada por el artista pastoreño José Manuel Barranca y que representa a la Pastora de las Almas siguiendo la iconografía marcada por fray Isidoro pero teniendo como protagonista una representación de la imagen cantillanera de cuerpo entero, en posición frontal y sin sombrero, formula que desde Juan Antonio Rodriguez se ha repetido en multitud de ocasiones, teniendo en aquella ocasión como referente más claro una divulgada fotografía de Albarrán. El autor ha querido representar a la Virgen con un completo significado iconográfico y luciendo las joyas más definitorias de su iconografía como es el aderezo de oro del siglo XVIII, las doce estrellas de oro de la corona ofrendada por Doña Pastora Solís y el riquísimo báculo de oro y piedras preciosas que le regaló su pueblo, además ha incluido en la mano de la Señora el rosario de oro que posee y que perteneció a la infanta María Luisa Fernanda de Borbón recordando los orígenes rosarianos de la Hermandad, y la primera medalla de oro de la Villa que recuerda el patrocinio constante de la Virgen sobre Cantillana.

Junto a la Virgen el Cordero Divino portando la collareta de oro realizada en oro con la leyenda latina “Agnus Dei qui tollis pecatta mundi” y la estrella de ocho puntas en su frente; y otras de las ovejas del grupo escultórico, en este caso la representativa de la Iglesia triunfante, ambas ofreciéndole las rosas en sus labios. Cobijando a la Virgen el característico y emblemático rosal que emerge de unos espinos simbolizando el bien sobre el mal. En el rosal ha querido representar siete rosas, una por cada una de las letras que componen el Dulce Nombre de Pastora, y en el cielo en rompimiento de gloria aparece el Espíritu Santo derramando su gracia sobre la Pastora. Finalmente en el horizonte la escena de la oveja atacada por el maligno representado en esta ocasión en una serpiente defendida por el Arcángel San Miguel, recreando la imagen que acompaña en su camarin y en el paso a la Divina Pastora.

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