miércoles, 8 de mayo de 2013

La vinculación de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana con la Orden Capuchina



La Carta de Hermandad. La vinculación de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana con la Orden Capuchina

Desde sus orígenes, la hermandad pastoreña de Cantillana ha estado estrechamente vinculada a la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, sobre todo de la Provincia Bética o de Andalucía. No en balde, la propia advocación mariana de la Divina Pastora surge en el seno de esta orden y su mentor y máximo propagador fue el insigne fraile capuchino fray Isidoro deSevilla, también fundador de la congregación cantillanera. Gregorio Vicente Medina y Vicentelo de Leca -su nombre en el siglo- era pariente de los condes de Cantillana, título que a principios del siglo XVIII ostentaba don Manuel Vicentelo de Leca y Silva 4º de este título, 6º Señor de Brenes y biznieto del primer conde. Era primo lejano doble (por parte de padre y madre) de fray Isidoro de Sevilla por este motivo, no extraña que el fundador de la nueva devoción capuchina, estableciera su culto en la villa de sus parientes, promoviendo, a su vez, la ejecución del estandarte o Simpecado primitivo, pieza datada en el primer tercio del siglo XVIII, para la celebración de los rosarios públicos y la hechura de la imagen de la Divina Pastora, fechada también en esos años y primera de talla que se realizó completa de esta advocación; ambas “reliquias” se conservan y veneran desde hace casi trescientos años en Parroquia de Cantillana.
               

Desde fray Isidoro hasta nuestros días, muchos han sido los religiosos de esta orden franciscana relacionados con la Hermandad de la Divina Pastora, en la que ha ido calando el espíritu franciscano-capuchino con el paso de los siglos, recogido incluso en la propia denominación oficial de la institución y definitivamente rubricado con la concesión por parte del padre general de la orden, en Roma, de una carta de hermandad, en 2003, tercer centenario de la advocación pastoreña, por la que quedan unidas para siempre, ambas instituciones.

                Junto a fray Isidoro, hay dos frailes capuchinos contemporáneos de él, oriundos además de Cantillana, que bien podrían compartir con el mentor pastoreño ese vínculo fundacional y/u originario entre la Pastora Cantillanera y la orden. Se trata de Fray Fernando de Cantillana, que profesó en el convento sevillano durante la primera mitad del siglo XVIII, y del relevante y también paisano nuestro, Fray Diego de Cantillana, compañero de convento y de misiones del propio Fray Isidoro de Sevilla y del que fuera mano derecha suya y segundo apóstol pastoreño, Fray Luis de Oviedo, como ha publicado recientemente en su colosal obra sobre la Divina Pastora (pág. 599) el sacerdote y doctor don Álvaro Román Villalón.
               
A la muerte de fray Isidoro de Sevilla, el beato Diego José de Cádiz continuó, como abanderado, su labor de propagar la devoción a la Divina Pastora por toda la geografía andaluza y española, convirtiéndose en uno de los principales apóstoles y predicadores marianos de la época. Algunos historiadores afirman que, durante unas misiones populares celebradas a finales del siglo XVIII por distintas localidades de la ribera del Guadalquivir, el religioso gaditano visitó Cantillana, donde conoció de primera mano y alentó aún más el fervor de los vecinos hacia la Pastora de las Almas.
 
El capuchino fray Isidoro de Sevilla, padre de la
devoción pastoreña.
En aquellos tiempos fueron muy acostumbradas estas misiones capuchinas y al elegir a la Divina Pastora como patrona de las mismas, los frailes fueron extendiendo y consolidando su devoción y culto en cuantos lugares recalaban para hacer misión. Vuelve a ser el caso de Cantillana en 1844, cuando fray Miguel de Sanlúcar encabeza unas edificantes y fructíferas misiones populares, junto a otros capuchinos sevillanos exclaustrados, en las que como era costumbre, se mostraba a los fieles el estandarte de la Divina Pastora y se entonaban coplas suyas. Así se constata en el informe que, en aquella fecha, y con motivo de estas misiones, elaboraron el párroco y arcipreste de Cantillana, don Antonio Rodríguez Zapata y el alcalde don José López.

                Ya en 1900, el insigne capuchino fray Ambrosio de Valencina, fundador de la revista El Adalid Seráfico y provincial de la Orden en Andalucía, escribe un artículo en la mencionada publicación en el que deja constancia de la importancia que entonces tenían la hermandad y la devoción a la Divina Pastora en Cantillana. Desde el inicio de esta revista católica en 1900, muchos han sido los frailes que desde sus páginas han descrito el esplendor y el fervor de los cultos y las fiestas  pastoreñas de nuestro pueblo.

                Entre ellos merece mención especial fray Juan Bautista de Ardales, quien se destacó por su amor a la Virgen bajo el título de Pastora. A él se deben, una de las obras publicadas más importantes sobre la advocación y la creación del hoy parcialmente desaparecido Museo de la Divina Pastora, en el convento de Capuchinos de Sevilla. Siendo provincial de la Orden, en 1927 visitó Cantillana para oficiar la Función Principal de Instituto el 8 de septiembre y asistir a las fiestas de las que luego diría que el típico rosario de la víspera es algo inenarrable; en la función de la fiesta de la Pastora ha de predicar uno de los mejores oradores de España y la procesión de la noche con la imagen entre arcos de flores y luces y el clamoreo del fervor del pueblo, es algo tan emotivo y fantástico que se recuerda como un sueño o visión. Prueba de la veneración y afecto de Juan Bautista de Ardales hacia la hermandad de Cantillana es también la entrega que le hizo de una reliquia del beato Diego José de Cádiz el 25 de julio de 1955, coincidiendo con la bendición del nuevo retablo de la Divina Pastora. De este hecho se conserva en el archivo de la hermandad el certificado o auténtica fechado en Roma el 20 de mayo de 1952 y rubricado por el postulador general de la Orden Capuchina.
El Beato Diego José de Cádiz, continuó el
apostolado iniciado por fray Isidoro,
la hermandad conserva una reliquia suya.

                Uno de los capuchinos que más ha contribuido a fortalecer los vínculos de la hermandad con la orden seráfica fue el querido fray Claudio María deTrigueros, quien desempeñó, entre otros, los cargos de definidor provincial, superior del convento de Sevilla, director del Seminario Seráfico y maestro de novicios, así como predicador de los Reyes de España. El padre Claudio fue un incansable bienhechor de la Hermandad de la Divina Pastora, a la que agregó el Redil Eucarístico en 1944. Predicó en infinidad de ocasiones durante sus cultos y promovió la popular romería pastoreña y la erección del santuario en el antiguo olivar de Lapola en Los Pajares, donde reposan sus restos mortales desde 1987.
                A través del padre Claudio se vincularon más tarde a la hermandad numerosos religiosos, que asistieron a los cultos, predicaron las glorias de la Divina Pastora o fueron artífices de importantes hechos. Entre éstos, destacaron fray Romualdo de Galdácano, el padre Sangüesa, fray Ángel de León, fray Buenaventura de Cogollos, provincial de la Bética, y fray Sebastián de Villaviciosa, autor de la letra del Himno a la Divina Pastora y autor de un libro sobre la Virgen del Rocío en el que afirma, hablando de Cantillana, que es el pueblo donde más la quieren como Pastora en el mundo.

                Al célebre fray Serafín de Ausejo, miembro de la Academia de Buenas Letras de Sevilla y también provincial de la orden, se le debe que el insigne farmacéutico franciscano del siglo XVI fray Bernardino de Laredo, autor de importantes obras médicas y religiosas cercanas a la mística, repose al pie del altar de la Divina Pastora en la parroquia cantillanera. Él mismo presidió el traslado de los restos desde el antiguo convento de San Francisco y ofició el funeral en 1955. En otras ocasiones también predicó los cultos.
                En 1970, durante el pregón conmemorativo del 250 aniversario de la fundación de la hermandad, pronunciado por el académico Francisco Montero Galvache, representó a la orden capuchina fray Daniel de Palencia, autor de un interesante artículo sobre la devoción pastoreña en Cantillana publicado ese mismo año en El Adalid Seráfico.
El Padre Claudio de Trigueros, promotor de la
romería pastoreña junto a fray Melchor de Santa
Ana y fray Romualdo de Galdacano ante
la Divina Pastora de Cantillana.

                En cuanto a los capuchinos contemporáneos, son de grata memoria en la historia de la hermandad fray José María de Pozoblanco, padre provincial; fray Juan Bautista García, fallecido hace algunos años en la capillita de San José de Sevilla; fray Javier Azcona, que vino de Zaragoza a predicar la novena; fray Guillermo Pablos Escanciano, que fue superior del convento de Jesús de Medinaceli de Madrid; fray Luis Mena Clemente; fray Esteban Pérez Cabello; fray Alfonso Ramírez Pedrajas, fray Carlos Cañete Castro y fray Francisco Luzón Garrido, los tres ministros provinciales de Andalucía; fray Rafael Pozo Bascón, también padre Provincial y fundador de la asociación Paz y Bien y de la Fundación Tutelar Tau; fray José Antonio Márquez, misionero capuchino en Guatemala, que predicó la novena de 2001 y regaló a la hermandad una imagen indígena de la Divina Pastora en terracota; fray Ricardo de Córdoba, prestigioso orador que cantó las glorias de la Pastora de Cantillana en varias ocasiones; fray Antonio de Moguer recientemente fallecido cuando se contaban pocos años de su ordenación sacerdotal y de su vinculación con Cantillana; y, como no, Fray Juan Jesús Linares Fernández, quien siendo provincial de los capuchinos de Andalucía, impuso el nuevo cayado de oro a la Divina Pastora durante la procesión del 8 de septiembre de 2003 y con quien la hermandad mantenía unas excelentes relaciones...

                También en el seno de nuestra corporación surgieron las vocaciones hacia la vida consagrada capuchina. Es el caso de fray Miguel de Cantillana, gran devoto de la Divina Pastora y colaborador incansable de su hermandad.
                Por último, debemos destacar las figuras de dos capuchinos claves en la historia reciente de la congregación cantillanera. Se trata de fray Antonio Ruiz de Castroviejo y Alba, guardián del convento de Jerez de la Frontera; y fray Mariano Ibáñez Velázquez, más conocido por el padre Mariano de Sanlúcar, ya también fallecido, y cuya pérdida fue muy sentida por su enorme vínculo y aportación a la hermandad.

          
El 8 de Septiembre de 2003, el P. Juan Jesús Linares, provincial
de los Capuchinos de Andalucía le impuso a la Divina
Pastora el cayado de oro y piedras preciosas que
le regaló su pueblo con motivo del III centenario.
      Fray Antonio, que durante muchos años perteneció a la comunidad de Sevilla, es muy querido y admirado en el seno de nuestra institución y fue el promotor, entre otras cosas, del traslado de los restos de fray Claudio de Trigueros a la ermita-santuario de la Pastora en Cantillana; también tramitó la aprobación del título de franciscana para esta hermandad y la concesión, en 1982, de otra reliquia del beato Diego José de Cádiz, colocada en relicario de plata, y de una reliquia del sagrado Lignum Crucis (fragmento de la Cruz de Cristo), también en relicario de plata, de la que hizo entrega durante la fiesta de la Santa Cruz de 2001, coincidiendo con la novena. Son donación suya diversos enseres entre los que destaca un valioso rosario de oro, que perteneció a la infanta Mª Luisa Fernanda de Borbón y que lleva cada 8 de septiembre la imagen de la Virgen en la precesión.

Al padre Mariano, por su parte, le unió igualmente una inmensa amistad con los miembros de la hermandad cantillanera y muy especialmente con Antonio Castaño Villalón, el que fuera durante 12 años hermano mayor. A insinuación de Castaño, fray Mariano tramitó, cuando ostentaba el cargo de ministro provincial, la concesión de esa importante Carta de Hermandad entre la Divina Pastora de Cantillana y la Orden Capuchina, otorgada el año 2003 por el padre general de Roma, fray John Corriveau. Gracias a su intercesión fue también posible la visita de fray Aurelio Laita Mañeru, vicario general de la Orden, a Cantillana, donde predicó el triduo de 2003. También Desde Roma, y a instancias del padre Mariano, le fueron concedidas a la hermandad en aquellos años, cinco reliquias de Santos precursores de la devoción a la Divina Pastora de las Almas (San Pedro de Alcántara, San Juan de Ávila, San Juan Bosco, San Juan de Dios y santa María Francisca de las Cinco Llagas), así como otra reliquia del Santo Lignun Crucis, fragmento del que se custodia en la Abadía de la Santa Cruz de Roma, todas con sus correspondientes certificaciones y auténticas. En definitiva, la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana tuvo siempre en fray Mariano de Sanlúcar a un nuevo padre Claudio, ya que nunca ahorró esfuerzos a la hora de responder pronto a las llamadas de esta corporación franciscana y capuchina, de la que ha sido uno de sus grandes benefactores, y gracias al cual, y atendiendo a un vínculo histórico de siglos, la Orden la ha considerado Hermandad Benemérita y unida espiritualmente a ella.


Luis Manuel López Hernández
 Versión revisada y ampliada de un artículo del mismo autor, publicado en la revista Cantillana y su Pastora. Nº 6, Septiembre de 2004. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Manifico articulo, como simpre, Luis.
enhorabuena unavez m´s y gracias por poner tu talento y sabiduria al servicio de todos nosotros y de todos los pastoreños que cada vez que entramos en este blog es para salir sabiendo mucho más y dandonos cuenta de todo lo que tenemos.

mientras más se sabe de las cosas más se aprecian.

Anónimo dijo...

categoria por los cuatro costaos, enorabuena.