lunes, 1 de abril de 2013

Bajo tu sombra, Pastora



Hemos de evocar un momento desde la palabra, las dos grandes fiestas que simbolizan y expresan el contenido de la oración externa. La solemne maravilla del día ocho, en septiembre, el día grande de la festividad pastoral, a hombros del pueblo, primero, dicen los textos, pero luego aquellas maniguetas dieron paso a los costaleros. Ya venia la gracia desde Sevilla a unirse a Ella para que la Procesión del paso tuviera más ternura acariciable. Salta la alegría en su feria, ya es bonito y hermoso que una feria popular entrañablemente viva, salte paralelamente a la alegría de la Pastora. Todo el corazón, en el Simpecado. El Ayuntamiento, la Villa… Aire sobre la fina frente de la Pastora, el ángel redondo del sombrero pastoral. A la puerta de la Iglesia, el gentío. Las calles tensas por la embriaguez mariana. Ante Ella, el contenido llanto de los pastoreños por los que se fueron ya en las trabajaderas de la muerte hacia la “gran entrá” de los cielos. Repiques de campanas en el zureo palomero de la noche que nace. Abuelos, madres, hijos, nietos,…, todos unidos apiñándose. Sobre la alfombra de Salves de la calle Iglesia, el paso, el andar, el alma viva y peregrina. Se acerca la Pastora a las esquinas blancas donde el nombre insigne de Pastora Solís, repetido hoy en la camarista, testifica un apostolado edificante. Casi se hace cera fina la cal de la noche. Los respiraderos plata rozan las pieles encaladas del callejón de Josefa; dobla, y por Castelar, se acerca la calle de Martín Rey. Cuando asoma Ella, el rumor de la calle se hace como un panal, como un enjambre nervioso e impaciente por mirarla. En la mitad de la carrera. La noche asiste total, bellísima, al espectáculo ceremonial del sombrero pastoral de María. Debo confesaros mi flaqueza, el sombrero, la gracia gentil en la frente de la Pastora. ¿Habéis pensado hondamente en esta ceremonia? Sombrero de la Virgen. ¿Cuánto aroma de trigo, de ojita de olivo, de naranjal, de paso de oveja, de aprisco íntimo, de Risco alzado, de larga brisa montaraz y callada? Se para a la Virgen ante la casa de Rosario Morejón. (Siempre, en los vidrios de los balcones, en la calle Real, estuvieron también los ojos de doña Matilde). Se hace la noche profunda, íntima como un pazo, como decía Federico García Lorca. Bajo la oscuridad, la Virgen encendida. ¿Es una estrella que anda? ¿Es la noche o es la aurora? ¿Qué soles van saltando en sus ojos? Sube al paso el Padre Rejos. Manos Sacerdotales de Cantillana. Sólo ellas pueden tocar el santísimo sombrero. Cuando el padre la descubre, es como si el campo irrumpiera en la frente de María. Se aprieta junto a Ella la gente. Empiezan a caer, cuando vuelve a iluminarse todo, levísimos pétalos de rosas, de gladiolos, de claveles de toda imaginable flor en la rosa única. ¿Quién puede cerrar el paso al manto de aroma que Cantillana tiende a la Pastora? Cientos de palomas blancas abren su cielo de alas puras para cubrir a la Virgen. Gira el paso, le mecen. Sobre la plata duermen los relumbres de la noche y cada cual en silencio pide lo suyo, lo que quiere. Los Avemarías se van convirtiendo en alamares. Salta a los aires la pirotecnia. El fuego oferente del cohete que se abre en palmera azul sobre la seda celeste. Gira el paso y sigue adelante, despacio, soberanamente llevado. Así la llevarían los ángeles en la Asunción al cielo verdadero. Surgen las bizarrías musicales del Himno inmortal de España. Sobre los labios, el cántico a la Pastora. Huele a noche de trigal, a romero. Truenan los vítores, los vivas. La Pastora mira a todas las calles, porque en todas quisiera quedarse, porque todas le dan su aroma, su luz y su guirnalda. Truenan los madremías, los benditaseas, los ampáranos, los Dios té de fuerza para sostenernos, los vítores, los hosannas gozosos de la Procesión, como un Viar de salves, como un Guadalquivir de misericordias. La Pastora, en el Llano, el corazón de la Villa, ocupa el mismo corazón de Cantillana. A Ella, las esquinas benditas de Veredas, de San Bartolomé, de Polvillo, de Convento, de la calle Real… Todas la llaman, todas la quieren, todas la rezan. Y así, por la plateada quietud encendida de la noche, la Pastora ira hacia Cantarranas, hacia la Alameda, hacia la Cuesta del Reloj. Todo lento, florido, aromado, colosalmente hermoso. Con Ella, los suyos. Ojalá que la palabra pudiera cantarlos a todos. Corazones pastoreños van dándole guardia enamorada. ¿Qué deciros? La Virgen los conoce a todos. Por Ella, en su gracia, los nombres, qué deciros ahora de Emilia la Cavea, pastoreña pura, torbellino de la gracia y el ángel por la Virgen; de Josefa la del Caco, que es en la Virgen como una especie de Cohetera Mayor, de Fallera Mayor de la alegría, las manos llenas de flecos de mantones de Manila para Sevilla. ¡Ay! Qué oficio; de Antonio Quintín, todo el año llevando gente al Rosario, al Risco, a los Cultos; y de Antonio Castaño, ese corazón amigo y compañero que piensa, sueña y escribe para Ella; de Antonio Solís, juventud también al servicio de la Señora; de los Morejón, que tanto me han hablado del amor pastoreño… Todos, sí. Con su corazón, los tambores, las cornetas, el airoso y campero coro angélico de los campanilleros, los cánticos de las muchachas, la viva y entera alma de Cantillana. El aroma de la calle, como un abierto altar de cirios, la acompaña a su Camarín, a su Altar y a su casa.
La oración externa se ha hecho íntima otra vez. Será entonces, cuando la ceremonia gentil y fiel del sombrero se hará palabra en mi corazón, palabra en los labios del pregonero diciéndole:


¡Qué sal la de tu sombrero
descubriéndose a la gente!
¡Y qué delicadamente,
con qué amor tan zalamero,
el ángel cantillanero
te lo coloca, María,
sobre la morenería
de tu guapura campera,
como sombrero y bandera
para el sol de la alegría!
¿Es sombrero o es campana
Pastora, o cúpula o cielo?
¿De seda o de terciopelo,
es de clavel o de lana?
Capuchina capitana:
¿qué tejedores pequeños
te lo han tejido con sueños
de alelíes o madroñeras?
¿Será de brisas trigueras
o de besos pastoreños?
¿De qué será? ¿De qué hilo,
de qué trigal, de qué oliva?
¿De qué alegre siempreviva?
¿Por qué nos tienes en vilo?
Dilo ya, Pastora, dilo.
¿De qué luna, de qué seda,
Madre del amor entero,
nació ese cantillanero
primor que bajo su ala
tantísima gloria exhala,
Pastora, de tu sombrero?
Ya lo sé, Pastora fina,
alondra dulce y campera
que bajo el sombrero espera
darnos la Gracia Divina.
Ya lo sé, ¡ay!, golondrina
por Cantillana de vuelo.
Ya lo sé, puro majuelo
de las más celestes viñas.
¡Está hecho con las niñas
de las miradas del cielo!
Hecho está con la alegría
de los ojos celestiales.
Así que cuando Tú sales
a procesionar, María,
lo que ve en la cortesía
de tu sombrero, tu gente,
es a Dios que, sonriente,
al quitarte tu sombrero
se asoma, cantillanero,
en la gloria de tu frente.


Francisco Montero Galvache
Fragmento del pregón del CCL aniversario fundacional, 1970

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jesús Barrera Delgado dijo... Seriais tan amable los administradores de este blog de poner la voz de este gran pregonero, hace tiempo que no lo escucho y siempre es un grato placer para nuestros oidos y corazón pastoreño, volver a oir las acertadas y delicadas palabras que pronunciara D. Francisco Montero Galvache. Gracias anticipadas, pues no me cabe la menor duda que en breve lo hareis.