Se abrieron los Cielos,
¡bendito ese día!
cuando, de pastora,
suave descendía.
fue su corazón
el que iluminara
al Padre Isidoro
quien la presentara.
Serena y hermosa
como la mañana,
con blanca pellica
ceñida, de lana,
cayado en la mano,
sombrero en el pelo,
sentada en un risco,
velando a su pueblo.
Así, tierna Madre,
así te queremos:
humilde, sencilla,
sin corona y cetro,
llevando con gracia,
airoso el sombrero
que te colocara
el Pastor de los Cielos.
Desprendía, hermosa,
radiantes colores.
Dejó en el convento
aroma de flores,
y así se mostraba
como protectora
de todas las almas,
Divina Pastora.
Así, tierna Madre,
así te queremos:
humilde, sencilla,
sin corona y cetro,
llevando con gracia,
airoso el sombrero
que te colocara
el Pastor de los Cielos.
J. Antonio Rodriguez Hidalgo
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