sábado, 28 de abril de 2012

Maria, Madre del Buen Pastor


La Virgen María vestida de “pastora” no es ninguna invención nuestra. Vestida así se había aparecido a san Juan de Dios, padre de los pobres, en los valles de Fuenterrabía, donde un brioso caballo lo lanzó al suelo, lo confortó y le salvó la vida; a san Pedro de Alcántara, a santa María de las Cinco Llagas, a la Venerable sor Mª Jesús de Ágreda, al Venerable Juan Corvanni de Cordonviglio y a un humilde pastorcito que apacentaba su ganado en los campos de Tarazona y que se dispersó un día de tempestad, pero María, en traje de pastora, le salvó respondiendo así a las oraciones que cada día le dirigía.


Fue, en cambio, obra del Capuchino, Fr. Isidoro de Sevilla, la obra y la misión de darla a conocer en la Iglesia con el título de María, Madre del Buen Pastor . Este hermano nuestro, gran devoto de la Virgen María, una noche del mes de junio de 1703, tuvo no se sabe si “un sueño misterioso, un éxtasis, una inspiración divina, o una simple idea”, así escribe su biógrafo el P.Valencina, de representar la Virgen vestida de humilde Pastora, cosa que llevó a cabo por encargo suyo el pintor D. Alfonso Tovar. En la pintura está la santísima Virgen sentada sobre una roca bajo un frondoso árbol desde cuyas verdes ramas le saludan las avecillas del bosque. Es encantadora su sonrisa y mueve a devoción la piedad y ternura con que mira a una oveja blanca que acaricia con su diestra. Una airosa toca cubre parte de sus rizados cabellos que descansan sobre una pellica sujeta por un cinturón de piel. Todo su traje es el de una Pastora humilde, pero hace su cuerpo tan hermoso y galán que parece aquel que describiera el Cantar de los Cantares. Allá a lo lejos se ve entre celajes a una oveja errante acometida por el lobo del infierno, que el ángel del Señor, radiante de hermosura, defiende con su espada de fuego.

Así la contemplaron por primera vez los ojos atónitos de millares de sevillanos en procesión por la ciudad hispalense el 8 de septiembre del año 1703.
Desde entonces la devoción a la Santísima Virgen bajo el título de “María, Madre del Buen Pastor” se propaga por España y América en la segunda mitad del siglo XVIII, bajo el impulso determinante del Beato Diego José de Cádiz, también Capuchino, que mereció ser llamado “el segundo autor de la devoción”.

Después del paréntesis de la supresión de las órdenes religiosas en España, restaurada la Orden Capuchina y restablecidas sus misiones en América a mediados del siglo XIX, la devoción a la Madre del Buen Pastor florece de nuevo en España y se implanta en Italia y en otras naciones europeas y americanas por mérito de ilustres misioneros, escritores y predicadores, entre los que merece destacarse el Vble. P. Esteban de Adoáin, Capuchino.



El oficio litúrgico
El 1 de agosto de 1795 Pío VI, a petición del definidor general Nicolás de Bustillo en nombre de todos los religiosos de la Orden en España, aprobó la celebración del oficio litúrgico en el segundo domingo después de Pascua para todos los Capuchinos residentes en los dominios del rey Católico a fin de rendir culto a la Madre del Divino Pastor como Patrona privilegiada de sus sagradas misiones. El oficio y misa se extendió después, con Pío VIII, a las diócesis de Etruria, Toscana, a los religiosos Alcantarinos y al reino de las dos Sicilias. En 1870 la Sagrada Congregación de Ritos extendió la fiesta de la Santísima Virgen María Madre del Divino Pastor, como patrona principal de los misioneros capuchinos de América Central. Finalmente, el 19 de noviembre de 1885, a petición de los Capuchinos de España, los superiores generales obtuvieron del papa León XIII que esta festividad se extendiese a toda la Orden.


Patrona de las misiones capuchinas

Con el voto del Capítulo general celebrado el año 1932, a propuesta de los Padres Capitulares de lengua española, la Santísima Virgen María bajo el título de “Madre del Buen Pastor” es declarada patrona universal de todas las Misiones de la Orden. Era el 22 de mayo de 1932 ( cfr Analecta Ordinis, 1932, pp. 140-141).

Por último, en nuestras actuales Constituciones, elaboradas por el Capitulo general del 1982 y aprobadas por la Santa Sede el 25 de diciembre de 1986, en el capítulo XII, al hablar del compromiso misionero de la Orden, se dice: “Encomendemos esta gran tarea a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor, la cual engendró a Cristo, luz y salvación de todas las gentes y presidió orando, la mañana de Pentecostés, los comienzos de la evangelización, bajo la acción del Espíritu Santo “ (Const. 179, 2).



Fuente de Inspiración

Antes de finalizar este apartado de la historia, quiero recordar de un modo especial a aquellas Congregaciones religiosas que se fundaron o nacieron en torno a la advocación de la Virgen Madre del Buen Pastor: Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor (P. José Tous y Soler, OFMCap.); Terciarias Capuchinas de la Divina Pastora (P. Pedro de Llisá, OFMCap.); Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora ( Bta. M. Ana Mogas); Congregación del “Rebaño de María” (Francisco de Asís Medina); Congregación Escolapia de Religiosas, Hijas de la Divina Pastora (P. Faustino Míguez, Escolapio), además de las numerosas cofradías y piadosas asociaciones que han surgido en estos siglos en honor de la Virgen “María, Madre del Buen Pastor”.


Algunas enseñanzas para el presente

Todos estos datos, queridos hermanos, nos indican claramente la importancia que ha tenido esta advocación de “María, Madre del Buen Pastor” en vuestro ambiente capuchino y también, muy especialmente, en la evangelización del pueblo cristiano con quien los Capuchinos, como “frailes del pueblo” - al decir del Manzoni - , estamos tan ligados espiritual y culturalmente.

Son datos preciosos que me permiten extraer algunas enseñanzas para nosotros en este comienzo del tercer milenio. De hecho, el presente y el futuro se construyen “haciendo memoria” del pasado.



Valores de la advocación

La intuición o inspiración de Fray Isidoro de Sevilla de representar a la Virgen María como “Pastora” para ofrecerla así al pueblo cristiano, esto es, a la Iglesia, la tenemos que valorar en el momento cultural actual no tanto por los signos o formas exteriores coyunturales a otros tiempos, sino principalmente por lo que esta devoción popular mariana representa en valores para nosotros.



Primer valor: María, madre del único Buen Pastor

En la advocación “María, Madre del Buen Pastor” el pueblo cristiano ha querido expresar ciertamente su fe en la cooperación de María Madre a la obra de pastoreo de su Hijo, el Buen Pastor . Pero siempre ha sido consciente de que la misión de pastorear a los hombres correspondía y corresponde exclusivamente a Jesucristo, el Buen Pastor; y esto en línea con la Palabra de Dios (cfr Jn 10) y con el Vaticano II (Lumen Gentium) que “asegura con toda precisión que el culto de María debe ser cristocéntrico, porque las funciones y los mismos privilegios concedidos a Maria se refieren siempre y solo a Cristo. Todo viene de El y todo se dirige a El y de El al Padre” (Ch. Ndoulou).

Y mientras el pueblo expresaba ésta su fe robusta en Jesús Buen Pastor, descubría también a la luz de la Palabra de Dios que el propio Jesús había contado con María su madre en la función del pastoreo o preocupación espiritual por los hombres, en escenas tan señaladas como la de las Bodas de Caná (Jn 2, 1-12) o la de la Cruz (Jn 19, 25-27).

Efectivamente, en el relato de las bodas de Caná el evangelista San Juan quiere poner de relieve la figura de Cristo que es el protagonista de toda la escena, aunque no podemos olvidar que quien pone en movimiento todo el mecanismo del milagro es María, que aparece nombrada cuatro veces como la ‘madre’. Todo el episodio está bajo el signo de María madre en íntima relación con Jesús, su Hijo que, si bien es ella la que se preocupa de los otros, sabe que Jesús es el principal responsable y el que solo puede hacer el milagro. De acuerdo con esta su relación de fe y de absoluta confianza en su Hijo, María indica a Jesús la situación embarazosa de los jóvenes esposos, diciéndole: “No tienen vino” (v. 3); y a los criados, que los conduce a su Hijo: ”haced lo que El os diga” (v.4).

En este sentido el pueblo fiel y devoto ha visto una cooperación de Maria en la obra de Jesús a favor de los hombres, representados por los nuevos esposos.

Igualmente la escena de María a los pies de la cruz (Jn 19, 25ss) está llena de referencias a esa cooperación de María con Jesús Buen Pastor que da la vida por las ovejas (Jn 10,11)). Allí está ella, de pie, entera en su sufrimiento, dándole ánimo, acompañándolo en el momento supremo, dando también su vida. Y allí está ella acogiendo como hijos en la persona de Juan a todos los hombres dispersos por el mundo, como ovejas sin pastor: “Junto a la cruz de Jesús , dice san Juan, estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a su madre: -- Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: -- Ahí tienes a tu madre. Desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa” (Jn. 19, 25-27).

El Beato Diego José de Cádiz, escribiendo a la Reina de España, María Luisa de Parma, pidiéndole su ayuda para la aprobación de la advocación, decía expresamente que el origen de la devoción a “Maria, Madre del Buen Pastor” “tuvo principio al pie de la Cruz, cuando nuestro amantísimo Redentor Jesús, en la persona de San Juan, le encomendó a toda la santa Iglesia, y aun a todo el género humano, para que, a la manera que el Señor había sido el Buen Pastor, que dio su vida por el místico rebaño, así lo fuese la Santísima Señora hasta la consumación de los siglos”.

El Papa Pío XII confirmaba cuanto decimos con estas palabras significativas dirigidas a un grupo de peregrinos genoveses el 21 de abril de 1940:” A Ella (María) que amó a Cristo más que Pedro, Jesús confiaba en la persona de Juan, bajo la cruz redentora del mundo, como hijos suyos a todos los hombres, ovejas y corderos de un rebaño reunido y disperso, constituyéndola así Divina Pastora, Madre común y universal de los creyentes y comparándola a Pedro, que es el Padre común y universal y el Pastor terrestre”.

Efectivamente, María representa el amor materno que coopera con el Buen Pastor en su entrega total por los hombres, cumpliendo así el plan del Padre que María estuviera asociada a su Hijo en la muerte redentora de Jesús, único Salvador de los hombres, como lo había estado en el momento de su venida al mundo.

Esta verdad llenaba de estupor al Padre san Francisco y le llevaba, como debe llevarnos a nosotros, a rodear “de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana” (2Cel 198; LM 3,1).

Nuestras Constituciones, basadas en estos mismos textos nos invitan a la devoción a la Virgen con estas palabras: “Honremos de forma particular, sobre todo con el culto litúrgico y el rezo del Rosario (más este año 2003 dedicado por el Papa a esta devoción), a la Virgen María Madre de Dios, concebida sin pecado, hija y esclava del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo, hecha Iglesia, en expresión de san Francisco” (Constituciones n.54,3).

Sobre el pastoreo en la Sagrada Escritura, Jesús buen pastor y la misión pastoral de la Virgen María ha escrito unas bellas páginas el ministro provincial de la Provincia Bética, Fray Juan Jesús Linares en su “Carta Pastoral dirigida a los Hermanos Menores Capuchinos de Andalucía y a todos los que comparten con nosotros su amor a la Madre del Buen Pastor”(10 mayo del 2003), que yo os recomiendo leerlas con la devoción con que están escritas.



Segundo valor: Vinculo de la Comunión

Pero hay más. La advocación “María, Madre del Buen Pastor” ha representado para el pueblo cristiano un vínculo extraordinario de comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. Los pueblos han experimentado y experimentan todavía la misma función histórica de María que ejerció en el Cenáculo (Hechos 1, 14): la función de reunir y de hacer comunión. Con la muerte del Pastor, los apóstoles y los discípulos se diseminaron, huyeron despavoridos, como ovejas asustadas. Fue necesaria la muerte redentora de Cristo y, cooperando con ella , la labor de María, la madre del Buen Pastor, para ir recogiéndolas y reuniéndolas de nuevo en el redil.

Más tarde la vemos allí mismo en el Cenáculo con los primeros discípulos en oración esperando la venida del Espíritu de su Hijo para llevar a cabo la obra más importante del Buen Pastor la unificación del pueblo (Jn 18, 14), esto es, la reunión de todas las ovejas en un solo rebaño y bajo un solo pastor (Jn 10, 16), en una palabra, la Iglesia.

Según nos cuentan las crónicas, nuestros misioneros en las misiones populares con el estandarte de la Madre del Buen Pastor unificaban los pueblos divididos, promovían la reconciliación y la paz entre bandos opuestos y enfrentados, facilitaban la entrada en el único redil de su Hijo a toda clase de ovejas descarriadas. Es el dato histórico de la advocación “María, Madre del Buen Pastor”.

Hoy más que nunca, queridos hermanos, ante un mondo globalizado que corre el peligro real de ahondar más y más la división y la separación de hombres y pueblos, descubrimos la necesidad urgente de la reunificación de la familia humana, de la comunión entre todos los sectores de la humanidad, del dialogo intercultural promovido por valores humanos fundamentales y comunes.

Precisamente en este punto de capital trascendencia para el futuro de la humanidad “la comunión” hemos puesto nosotros nuestra mirada para el sexenio 2000-2006, siguiendo al Papa Juan Pablo II en la “Terzo Millennio ineunte” (n.43ss). Hemos afirmado en nuestra Carta Circular n.20 “La fraternidad evangélica en un mundo en cambio””Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión” que el “papel principal de la Orden no es el de cumplir determinados compromisos ministeriales, sino sobre todo aquel descrito en las Constituciones: “San Francisco, después de escuchar el pasaje evangélico de la misión de los discípulos, inició la Fraternidad de la orden de Hermanos menores, para que con su comunión de vida se diera testimonio del Reino de Dios, predicando con el ejemplo y la palabra la penitencia y la paz”(Const.3,1; Carta Circular n.1.4)”.

Por este motivo nos alegra grandemente descubrir en la advocación de “María, “Madre del Buen Pastor” esta dimensión de comunión que constituye el punto central y esencial de nuestra vida y de nuestra misión en el mundo de hoy. Fieles, pues, a esta devoción de la Santísima Virgen Maria, trabajad porque vuestras fraternidades sean verdaderas escuelas de comunión.



Tercer valor: María Icono de Minoridad

El tercer valor de esta advocación de “María, Madre del Buen Pastor” lo descubrimos en la figura de María “pastora”, como icono significativo de un modo de ejercer su misión de madre marcado por la “minoridad”, esto es, por el servicio humilde y desinteresado, ausente de dominio y de poder; por la predilección de la oveja débil, descarriada o alejada; por la bondad misericordiosa, siempre cercana y silenciosa; por el acompañamiento familiar en el peregrinar de los hombres hacia el redil de la casa del Padre.

En la cultura rural no hay nada más propio de “menores” que el ejercicio del oficio de pastor o de pastora: se trata de un trabajo sacrificado, sin relieve, humilde, sin pretensiones, en el que el pastor está en contacto permanente de sol a sol con el cielo, con la tierra y con los pastos a veces escasos y en lugares difíciles; siempre presente al frente o en medio del rebaño; preocupado por todas y cada una de las ovejas a quienes conoce por nombre; realizando su oficio con “medios pobres” como pueden ser un cayado, un perro y su habilidad personal; atento a los peligros que acechan a las ovejas. Así trascurre el pastor o la pastora los días en itinerancia continua, de un lado para otro, buscando siempre lo mejor no para él, sino para las ovejas.

El pueblo cristiano, el de Andalucía, de cultura rural, aceptó inmediatamente esta figura de la Virgen María como pastora, “Madre del Buen Pastor”. Conectó con ella. La sintió como creación propia. Se enamoró de ella y llegó a ser como de familia. Y lo mismo ocurrió en el mundo franciscano-capuchino del siglo XVIII . Con la advocación de “María, Madre del Buen Pastor”, ha escrito Sebastián de Ubrique en la Vida del Beato Diego José de Cádiz, 1926, p.214: “penetró en las iglesias capuchinas esa nota de luz, de encanto y poesía que ofrece el aprisco de la Divina Pastora y tan agradablemente contrasta con la austeridad”.

Desde entonces los Capuchinos de España y de otros muchos lugares han mirado a la Virgen “María, Madre del Buen Pastor” como icono de su “minoridad”. Delante de su estatua o estandarte los capuchinos han aprendido a ser humildes y sencillos; a vivir en contacto con la naturaleza; a estar presentes en medio del pueblo; a desechar “los medios ricos y poderosos” en su servicio evangelizador; a acompañar los hombres en su camino de fe; a ser itinerantes...

Hoy en una sociedad, como la nuestra, que parece estar montada sobre bases opuestas a la minoridad como son una mentalidad egoísta y una carrera desenfrenada por el poder, el dominio, los altos puestos, el prestigio, el tener, el bienestar, etc., y donde no hay lugar para el pobre, el desheredado, el “menor” o “los menores”, el valor de la “minoridad evangélica” y, sobre todo, su puesta en marcha se hace más necesario y urgente que nunca.

Acudid, pues, queridos hermanos, de nuevo y con renovado fervor a la Virgen “María, Madre del Buen Pastor” para aprender de ella la lección de la minoridad que tan entrañablemente entra en nuestra identidad franciscano – capuchina y con la que el pueblo espera ser ayudado también en nuestro tiempo. Este recurso se hace todavía más imperioso precisamente en este año 2003 en que toda la Orden se prepara para la celebración del VII Consejo Plenario de la Orden sobre “Nuestra vida fraterna en minoridad”. “Como peregrinos y extranjeros en este mundo, sirviendo al Señor en pobreza y humildad”.


Cuarto valor: el sentido misionero

Hay, finalmente, otro valor que se desprende de esta advocación “María, Madre del Buen Pastor” y que quiero subrayar: es el sentido misionero. Este se ha concretizado desde siempre en dos formas típicas del apostolado de la Iglesia y también de la Orden: el testimonio ejemplar de una vida cristiana vivida en fraternidad y minoridad ( al que se refieren principalmente los dos valores anteriores) y el servicio apostólico. En éste entran las diversas formas de anuncio evangélico, como la predicación propiamente dicha, las misiones populares, las misiones entre infieles, la catequesis a la gente más sencilla, especialmente la gente del campo; las obras sociales; la creación de asociaciones laicales y religiosas, masculinas y femeninas, etc.

De todas estas formas la predicación fue la actividad específica y privilegiada de los Capuchinos desde los comienzos. Siguiendo el ejemplo de san Francisco, la legislación capuchina ha dado importancia a este apostolado y se ha ocupado a lo largo de la historia de inculcar y enseñar la preparación de los predicadores, insistiendo en que fuesen pocos pero bien preparados y de vida ejemplar (Constituciones de Santa Eufemia, 1536); que predicasen durante todo el año y no sólo durante la cuaresma (Constituciones de Albacina, 1529) y que lo hicieran con sencillez y familiaridad (Regla bulada).

A partir del 1600, la predicación más sobresaliente se ejercita en el marco de lo que se ha llamado “las misiones entre infieles”, que ocupa un lugar preeminente en la historia de todas vuestras provincias hasta nuestros días, y “las misiones populares”.

Refiriéndome a estas últimas, nos dicen las crónicas, que estaban constituidas por grupos de 6 o 7 predicadores que recorrían los pueblos evangelizando a los fieles, aunque en ocasiones los misioneros alcanzaron un número superior, hasta 40 y más. Para hacer más duraderos los frutos de la misión, los capuchinos introdujeron en los pueblos donde habían predicado la misión popular la práctica de la oración mental, la celebración de las Cuarenta Horas, el Via Crucis, los Montes de Piedad, etc.

En España, las misiones populares tenían un carácter del todo particular: las daban grupos de dos o tres misioneros y el aspecto mariano era particularmente puesto de relieve, sobre todo, con el canto del rosario de la aurora.

Es en este ambiente donde nace la advocación de “María, Madre del Buen Pastor”. Por eso es una advocación con marcado sentido mariano, misionero y popular. Nace efectivamente como un ‘icono’ del pueblo para llevar a los hombres por medio de la bondad maternal de María al redil de Cristo, el único y Buen Pastor. El Venerable Fray Isidoro de Sevilla, escribe Fray Jerónimo de Cabra, “para mayor gloria de la Santísima Virgen y para provecho de sus misiones, y también para la salvación de las almas, bajo consejo o inspiración celestial (como se cree piadosamente), propuso que la misma gloriosísima Madre de Dios fuese venerada por el mundo bajo el mencionado nombre, título y gesto, y se la escogió como Patrona de sus Misiones… A Isidoro lo siguieron muchísimos otros misioneros de ésta y de otras Provincias de la familia Capuchina… Se fabrican innumerables imágenes de la misma dulcísima Pastora, se erigen altares, capillas, iglesias… y lo que es más, todos pueden constatar los innumerables milagros que operaba el Señor a la invocación de su beatísima Madre bajo el mencionado nombre y título de dulcísima Pastora de las almas” (Analecta Ordinis, 1887, pp. 325-326).


No cabe duda que este sentido misionero de la advocación “María, Madre del Buen Pastor” constituye un valor también para nosotros y para nuestra misión en nuestro tiempo. María sigue siendo hoy lo que decía León XIII en su ya famoso slogan “ad Iesum per Mariam” : un camino seguro para ir y llevar los hombres a Jesús.

Por otra parte, estamos en un tiempo en que la evangelización se hace más necesaria y urgente que nunca y los hermanos menores nos tenemos que sentir llamados a “ir por el mundo”(Rnb 14), de creyentes o no creyentes (Rnb 16) ”para que, como nos decía el Padre san Francisco, de palabra y de obra déis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino él” (Carta a la Orden,9).

¿Cómo hacerlo? ¿ De qué forma? Toca a cada región buscar e implantar las formas de apostolado más adecuadas a las necesidades y a la cultura actual de nuestro pueblo .

¡Ojalá, queridos hermanos, una nueva estructuración de las antiguas misiones populares y de toda la pastoral nos devuelva al pueblo! Por desgracia, todavía pueden demasiado entre nosotros la separación, el alejamiento, el clericalismo, la seguridad económica, los puestos y actividades fijas ... que nos han alejado demasiado de él.

Sabemos que el pueblo de hoy no es el del tiempo cuando nació la advocación de “Maria, Madre del Buen Pastor”. Hoy todo es mucho más complejo y complicado. Y no obstante, por “nuestra peculiar cercanía al pueblo”, como dicen nuestras Constituciones ( Const. 4,4), nuestro puesto está ahí entre la gente más pobre e indefensa viviendo y trabajando con un estilo sencillo y fraterno de hermanos menores.

¡Que la celebración del 3er. Centenario de la advocación de la Divina Pastora haga renacer este nuestro carisma en la península ibérica, en la nueva Europa y en todo el mundo!

Conclusión

Queridos hermanos, el lema escogido para las celebraciones del Tercer Centenario de la advocación “María, Madre Buen Pastor”: “Misión Pastoral de María: Haced cuanto El os diga” encierra todos los sentimientos recogidos en esta nuestra carta, que os dirijo con gran gozo del espíritu, mientras le imploro para todos vosotros una abundante bendición .


Fr.John Corriveau
Ministro General de la OFM Cap

Extracto de la carta del ministro general de la OFM Cap con motivo de la celebración del 3º centenario de la adovación de María, Madre del Buen Pastor “Divina Pastora de las Almas”. Curia General, Roma 7 de octubre, Nuestra Señora del Rosario, del 2003.

No hay comentarios: