domingo, 18 de diciembre de 2011

La Divina Pastora, Esperanza nuestra


" ¡Oh Sabiduria,
Oh Adonai.

Oh Vara de Jese.
Oh Llave de David.
Oh Sol naciente, esplendor de la Luz eterna.
Oh Rey de las naciones y Deseado de las gentes.
Oh Emanuel!, ven a enseñarnos, ven a iluminarnos, ven a sacarnos de esta cárcel sombría, ven a salvarnos, Dios y Señor nuestro! ".


Con estos y otros parecidos acentos litúrgicos se celebra esta fiesta de hoy en honor de la Divina Maternidad de Maria. La fiesta de la Encarnación del Verbo en el Seno de Maria - 25 de marzo - cae siempre entre los acentos tristes de Cuaresma, y difícilmente se le puede dedicar la debida atención a este gran misterio.
La fiesta más antigua dedicada a María fue sin duda alguna la de Navidad. Juntamente se celebra al Hijo y a la Madre. Pasado algún tiempo se le quiso dar solemnidad también a la Fiesta bajo aspecto mariano propiamente dicho y por ello pensaron en instituir esta festividad de hoy.

Todo el tiempo de Adviento es tiempo de "esperanza" en el Mesías que ha de venir a salvar a la humanidad. Los Profetas y Padres del Antiguo Testamento procuraban mantener siempre encendido el fuego de la esperanza en el Mesías venidero. Se oía una voz que decía: "Alegraos en el Señor y de nuevo os lo repito, alegraos, con una alegría inextinguible, porque el Señor esta cerca". Y otra con acentos más impacientes: "Alégrense los cielos, salte de gozo la tierra y vosotros, montes de Israel, extended vuestras ramas, cubríos de flores, vestid vuestro ropaje de fiesta... Regocijaos con Jerusalén todos los que la amáis porque he aquí que yo me acerco a ella como un río de paz y como un torrente que inunda de gloria a las gentes".

Esta fiesta de hoy tiene sabores propiamente españoles. Hasta el siglo VII la iglesia de España no celebraba más que una festividad mariana pero que abarcaba a todas las demás: la Maternidad Divina o la "Fiesta de Santa María" como se la llamaba sencillamente. Así lo podemos apreciar en los antiguos calendarios mozárabes. El año 656 se celebraba el célebre Concilio X de Toledo y allí trataron con toda solemnidad los Padres esta cuestión. Toman parte en este asunto tres grandes Santos: San Eugenio, San Fructuoso de Braga y San Ildefonso. Este Concilio dictaminó un decreto por el que se establecía que para dar mayor solemnidad a esta fiesta mariana de la Maternidad Divina "se celebre el día octavo antes de Navidad del Señor y se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su Santísima Madre".

Este decreto aludía a que este día ya se celebraba así en muchas otras Iglesias, pero que para estar de acuerdo con la Iglesia Romana, que lo celebra el día 25 de marzo, se continúe también celebrando

Aquel día. Desde esta fecha fue la fiesta más solemne que en honor de la Virgen María se celebraba en España y de aquí paso a otras Iglesias. Tuvo varios nombres: Expectación del parto de Nuestra Señora, Nuestra Señora Virgen de la Esperanza y Virgen de la 0, haciendo alusión a las Antífonas Mayores de Vísperas que empiezan con esa exclamación. María viene a preparar el camino para la llegada de su Hijo al mundo, al que viene a salvar. El recuerdo de Marie expectante debe ser el pensamiento que durante estos días que preceden a Navidad nos debe acompañar.

La esperanza se suele representar por el color verde como es bien sabido, pero como virtud teológica que es, junto a la Fe y la Caridad, la iconografía católica la representa por una figura femenina portando un Ancla. El Libro de Hebreos nos dice que necesitamos tener esa ancla, la esperanza segura de salvación en Cristo Jesús. Esta es la esperanza puesta delante de nosotros, la que nos alienta en gran manera. “Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros. Tenemos como firme y segura ancla del alma una esperanza que penetra hasta detrás de la cortina del santuario” (Hebreos 6:18-19).

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