La última etapa de las que hemos decidido dividir el extenso relato de la historia de nuestra parroquia, abarca los años comprendidos entre la reapertura del templo tras su restauración en 1990 hasta la fecha emblemática de 2003 cuando la hermandad, pero también la parroquia y la villa pastoreñas, estaban de enhorabuena por la celebración del tercer centenario de la advocación de la Divina Pastora. Otras efemérides y aniversarios, así como acontecimientos de no tan grata memoria, han marcado este periodo reciente de 13 años, de gran intensidad en la vida de la parroquia Pastoreña.
Comenzaremos por describir, grosso modo, el estado actual del templo y la situación de retablos, imágenes y ornamentos sagrados después de esta gran ultima restauración-reforma acaecida entre 1990 y 1991.
En esta ocasión, la intervención principal tuvo como objeto las techumbres que presentaban anteriormente un estado crítico. La construcción de un forjado de hierro, rasillones y hormigón armado sobre el antiguo forjado de madera, y la reposición, nuevamente, de las tejas, fue lo más destacado de la obra que también incluía el remozamiento de las tres portadas neoclásicas de la iglesia.
La situación interior del templo tras estas importantes reformas y su aspecto actual, con leves cambios respecto a aquella, la describimos a continuación:
- En la Capilla Mayor se restauraron y doraron la mesa-altar mayor y el ambón. Así mismo se restauró la Cruz Parroquial de 1735 obra del platero Mesa.
- Se retiraron del culto en la parroquia diversas imágenes modernas de dudosa calidad artística, entre ellas la de la Virgen de Fátima, la Milagrosa, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el Niño Jesús de Praga y san Antonio, todas de pasta, producidas en las fábricas catalanas de Olot.
- Se eliminaron varios cuadros pictóricos con el argumento de falta de mérito artístico. A pesar de ello si se mantuvo, inexplicablemente, un cuadrito situado a la izquierda del altar mayor en el que se lee: Altar Privilegiado Perpetuo, privilegio este relacionado con la indulgencia de ánimas en las misas que se celebren en ese altar –el altar es la mesa, no el retablo, ni el sitio. Estos dudosos privilegios de ánimas fueron relegados por la reforma conciliar del Vaticano II por lo que resulta extravagante, la reciente aplicación que de ellos, o mejor dicho de su nombre, hace la ignorancia de algunos, que desconociendo su verdadero significado lo consideran credencial para confirmar sus delirios de grandeza.
- Se colocó un cancel nuevo, de madera de pino y casetones de DM, en la puerta de la calle Iglesia que sustituyó al antiguo.
- Se efectuó una nueva instalación e iluminación eléctrica de todo el edificio incluido los retablos.
- Se remodelaron y reedificaron las dependencias parroquiales y se adecentó la sacristía a la que también se dotó de un impersonal zócalo de cerámica industrial impropio de este recinto.
- Se recuperaron para el culto dos antiguas imágenes, bastante interesantes desde el punto de vista artístico e incluso histórico. En el altarcito de la virgen de Fátima se colocó el torso de la imagen de vestir de una inmaculada datada en los últimos años del siglo XVI traída, probablemente, desde el convento de San francisco del Monte al de Cantillana en 1795. Después de cerrar al culto el convento de Cantillana en 1940, fue llevada a la capilla de la Misericordia donde se mostraba de manera indecorosa y en un estado lamentable de conservación. Retirada del culto, inició un periplo por distintos desvanes particulares hasta que remató en el de la sacristía, lleno de humedades y bichos de donde fue recuperada, cuando la obra de la iglesia, para adecentarla y volverla a exponer. Hoy, reintegrado su candelero, la inmaculada de los franciscanos se halla colocada en el que fuera su retablo y altar en otros tiempos, el de La Purísima, frente al de la Pastora. La otra imagen es la del Señor atado a la columna, preciosa escultura de tamaño académico de trazos manieristas que pudo haber sido ejecuta a principios del siglo XVII. Se hallaba también en una casa particular.
Fray Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, en la función conmemorativa del 275 aniversario de la fundación de la hermandad. |
Continuidad y punto álgido de este ardor restaurador es la importante e histórica restauración a la que fue sometida la venerada imagen de la Divina Pastora por el prestigioso catedrático de la universidad sevillana Francisco Arquillo de la Torre. Dos años después de la reapertura de la parroquia, ante los síntomas cada vez más evidentes del paso de los siglos y de la no muy afortunada intervención sobre la imagen, en 1978, del que fuera conservador del Alcázar de Sevilla, Francisco Peláez del Espino, ya se planteó la necesidad de una restauración adecuada y con las mayores garantías. Por ello el cabildo general de la hermandad pastoreña autorizó la intervención propuesta por Arquillo y el 20 enero de 1995 la imagen bendita de la Pastora fue trasladada a su estudio privado donde sería sometida durante tres meses, a unas rigurosas y casi médicas limpieza, fijación y reintegración que le devolvieron el máximo esplendor a la policromía. Así, radiante, llegó la peregrina imagen a Cantillana, a su Parroquia, el 23 de abril, celebrándose para recibirla la más multitudinaria función de cuantas tengamos noticia en este templo. Fue colocada en la capilla mayor y tras la Misa de Acción de Gracias todo el pueblo desfiló ante ella en emotivo besamanos que culminó con el traslado de la Virgen en procesión claustral hasta su camarín.
Con el templo parroquial renovado y la imagen de la Pastora esplendorosa, se preparaba Cantillana para un acontecimiento especial que tenía como fecha esa de 1995. Se cumplían 275 años de la fundación de la hermandad pastoreña y para festejarlo bien, se desarrollaron a lo largo del resto del año y hasta mayo del 96 numerosos y brillantes actos y cultos entre los que destacaron el Pregón pronunciado en la parroquia el 14 de Mayo por el poeta sevillano Aurelio Verde Carmona, el pontifical solemne conmemorativo, presidido por el Arzobispo de Sevilla el día 20, la procesión extraordinaria con la Divina Pastora para la imposición de la primera Medalla de oro de la Villa aquel memorable domingo 21, la función principal y procesión del 8 de septiembre y la romería, que contó con la presencia de la imagen de la Virgen en el Santuario y la del obispo de Córdoba, el fallecido Infantes florido, que presidió la Misa de Romeros. Después de 12 meses de conmemoración tuvo lugar la clausura en la función del triduo del siguiente año, presidida por el arzobispo emérito de Pamplona José María Cirarda Lachiondo, de grato recuerdo en la historia de la hermandad.
El 21 de Mayo de 1995, la Divina Pastora recibe la primera medalla de oro de la Villa de Cantillana. |
Ya, en varias ocasiones, el lógico desagrado de los pastoreños –el templo parroquial posee al menos cinco lugares expeditos para la colocación de un paso- y la obstinada actitud de la otra parte, ha dado pie a desagradables conflictos locales, sobre todo con ocasión de procesiones extraordinarias o cuando la autoridad eclesiástica ha decretado, alarmada por el gesto, algún cambio de la polémica e insolente ubicación del paso, como es el caso que nos ocupa.
Días antes de su colocación aquel año, una comisión de la hermandad de la Pastora, animada por ciertos cambios en los usos y costumbres de las fiestas autorizados recientemente por Palacio, se dirigió al Vicario General, entonces Antonio Domingo Valverde (Q.E.P.D.), y le expusieron la ya centenaria problemática, solicitándole una solución a la colocación del paso que, aunque modificara puntualmente los usos y costumbres, como si se acababa de hacer a favor de la hermandad de la Asunción, evitara, en cambio, los futuros enfrentamientos, y la nada edificante situación que se vive cada año en el interior de la parroquia, por este motivo. El vicario comprendiendo las razones argüidas, estableció con el párroco, una medida que consistía en una mayor separación del paso con respecto al altar de la Pastora. Comunicada la medida a la junta asuncionista llegó el momento de la colocación del paso, era la madrugada del día 14 de agosto y para verificar que se cumplía lo estipulado estaban presentes el párroco, Fernando I. García Álvarez-Remetería, y como testigos el párroco de Brenes y otro sacerdote.
Por boca de los tres conocemos de primera mano los hechos lamentables e impropios del lugar, que se produjeron aquella noche cuando la hermandad de la Asunción se negó a llevar a cabo la medida señalada en un claro desprecio de la autoridad eclesiástica que, representada por estos tres sacerdotes, recibió claras muestras de desprecio, insultos y agresiones. Lo sucedido durante la mañana ya es bien sabido: la junta de la Pastora se trasladó a Sevilla para comunicar al Sr. Arzobispo y al Vicario General lo ocurrido y pedir que se tomaran medidas; numerosos pastoreños acudieron alarmados al templo para comprobar in situ el incumplimiento y pedir explicaciones al párroco; y otros tantos de la asunción se concentraron a las puertas y en la sacristía temiéndose lo peor... Un largo intercambió de insultos, ataques verbales y no tan verbales, cruce de acusaciones, etc. motivaron incluso la intervención de la fuerza del orden y la difusión del triste espectáculo en los medios de comunicación. Aunque se consiguieron apaciguar algo los ánimos, fue a pesar de la falta de solución al conflicto por parte de la autoridad eclesiástica. Por eso, el motivo de la discordia continua, año tras año, manteniendo viva la polémica, mientras oculta gravemente tras de sí mucho más que la arrogancia de unos y la ineptitud de otros...
El año santo 2000, nos dejó, en cambio, numerosos acontecimientos y conmemoraciones de feliz memoria. Este año en que el los cristianos celebrábamos los dos milenios del nacimiento de Cristo y la iglesia declaraba año jubilar, se cumplían también los aniversarios de varios hechos históricos relacionados con la Parroquia, la villa de Cantillana y especialmente con la hermandad pastoreña. Hacía 250 años de la muerte de Fray Isidoro de Sevilla, el capuchino emparentado con los Condes de Cantillana que fundó la hermanad; 200 de la epidemia de fiebre amarilla ante cuya amenaza imploraron los cantillaneros la intercesión y el patrocinio de la Divina Pastora avivándose más su devoción; 100 de la célebre visita del cardenal Spínola a las fiestas pastoreñas; cincuenta de la definición dogmática de la Asunción de la Virgen por Pío XII y del voto y juramento de los pastoreños en pro de la Realeza Universal de la Señora. A todo ello, se sumaron la conmemoración del V aniversario de la imposición a la Pastora de aquella Primera Medalla de Oro de Cantillana y el siempre excepcional acontecimiento que supone, cada cinco años, el traslado de esta imagen en romería, desde la parroquia hasta su ermita en Los Pajares.
La celebración de todas estas efemérides se tradujo en un apretado programa desarrollado durante doce meses, que incluyó actos y cultos, procesiones, conciertos, conferencias, exposiciones y colocación de lápidas y cerámicas conmemorativas. El inédito Besapiés al Divino Pastor en el Santuario, clausuró, al igual que en la apertura, el año del jubileo en Cantillana.
Y para júbilo, el que nos han causado recientemente dos años históricos y estelares en la historia de la hermandad de la Divina Pastora y, por consecuente, y debido a la altura de los hechos, también de la parroquia y del pueblo cantillanero. 2002 y 2003, son dos de esas fechas gozosamente inolvidables que suponen un punto de referencia en la vida de nuestra comunidad.
El tan celebrado 50 aniversario de la popular y emblemática romería de la Divina Pastora, ha dejado en las retinas y en los archivos, acontecimientos tan señeros como la gran exposición en Sevilla, el pregón a cargo de los ocho pregoneros, la romería extraordinaria de Mayo, y la romería anual de ese 2002 con la presencia extraordinaria de la imagen de la Virgen como clausura del aniversario y el pontifical conmemorativo presidido nuevamente por el Arzobispo de Sevilla, en la explanada del santuario, ante la presencia de numerosos sacerdotes, el provincial de los Capuchinos de Andalucía, el presidente de la Diputación Provincial, el delegado de la Consejería de Turismo y otras autoridades y representaciones. Más de 30 hermandades y miles de fieles, abarrotaron el recinto.
En 2003 la advocación tricentenaria de la Divina Pastora nacida en Sevilla en 1703, cumplía este gran aniversario que no podía pasar por alto en el pueblo más pastoreño del mundo. Para su celebración no escatimaron los cantillaneros lo más mínimo. Hasta tal punto, que al día de hoy no ha habido conmemoración en la villa de acontecimiento alguno que haya igualado, ni siquiera por asomo, la magnitud de unas celebraciones señaladas con oro, con oro sí, en las más emotivas páginas de nuestra historia. La donación, por sus devotos, de cinco kilos de oro y la confección con ellos del nuevo cayado para la Virgen, emblema de esta singular efemérides; la erección del gran arco triunfal y monumento efímero en la plaza del llano; el acto multitudinario de imposición del cayado; la función principal del ocho de septiembre presidida por el vicario General por delegación del Arzobispo; el asombroso Rosario Magno de la víspera y la gran procesión eucarística del último día de la novena; los cultos extraordinarios del 24 de Junio; el pregón del tercer centenario; las exposiciones; las conferencias; los actos en la capital… son los referentes y los hitos de una brillante celebración, coronada, nada menos que, con la declaración de Interés Turístico Nacional de Andalucía, otorgada a las fiestas y romería de la Divina Pastora de Cantillana por la Consejería de Turismo de la Junta. Su propio delegado provincial vino a hacer entrega del decreto, con motivo de la romería de ese año inolvidable.
Las fiestas mayores de 2006 quedaron ensombrecidas, en cambio, por algunos episodios lamentables. Conocidas por todos son las tristes hazañas que protagonizaron aquel verano los miembros de esa hermandad, que sin haber residido nunca en la parroquia, presumen contradictoriamente de la propiedad de parte de su patrimonio. Todos saben ya de quienes hablamos, y que una vez más Intentaron hacer creer con la fuerza lo que es verdaderamente increíble en los documentos y en la historia: Secuestro de ángeles, aportación de pretendidos justificantes sin fundamento jurídico cierto y firmados por curas veinte años después de la ficticia adquisición, implantación de circuito de videocámaras ocultas, repolicromía en plan manualidades de las piezas sustraídas... En fin, otro hito para su ya repleto expediente. Cantillana asistió atónita a este bochornoso espectáculo, el culmen del surrealismo, pero también, como hemos ido viendo a través de estas publicaciones, una trágica consecuencia de la peculiar historia de la parroquia pastoreña durante los últimos 200 años.
Pero la autoridad eclesiástica, que en esta ocasión no permaneció ajena a los hechos y tomo parte activa en la defensa del patrimonio parroquial y en contra de las escandalosas acciones llevadas a cabo por los de siempre, quiso premiar a los pastoreños y resarcir en parte el malestar que estos hechos provocaron durante las fiestas mayores de 2006. De esta forma, autorizó la salida extraordinaria de la imagen de la Divina Pastora en su carreta para la romería, acontecimiento que llenó de alegría al pueblo, nubló por completo estos episodios y supuso un brillante boche de oro al mes grande de este pueblo. Se cumplían 50 años de la colocación de la primera piedra de la ermita; del año anterior quedó la espinita de no poder verse la estampa de la Virgen en la carreta a causa de la falta de bueyes por la lengua azul, pero ninguna de estas justificaciones tuvo más peso que la de premiar la paciencia de los pastoreños y su hermandad ante las continuas provocaciones de los últimos años.
Concluimos aquí el relato de la historia secular, patrimonio y curiosidades de nuestra querida parroquia, con sus luces y sus sombras, y a través, siempre, del prisma que supone su rasgo más característico y universal: ser un centro y baluarte de la devoción a la Divina Pastora de las almas. Una realidad que la hace merecedora, con creces, de un calificativo; “pastoreña” que, no el que escribe, sino las evidencias de los hechos y la preferencia mariana de tres cuartas partes se sus feligreses, le otorgan y por el que justamente se conoce.