En 1944 se establece en la iglesia parroquial el Redil Eucarístico de la Divina Pastora, promovido por el recordado capuchino fray Claudio de Trigueros, que tantas veces predicó desde el púlpito de este templo. Se agregó a la hermandad de la Pastora permitiendo el ingreso, por primera vez, de los varones como hermanos en la congregación. Su finalidad era la del fomento y culto de la Eucaristía en el marco de la devoción pastoreña. El Redil Eucarístico reavivó cultos pastoreños ya existentes como el triduo y función de la Madre del Buen Pastor en la Pascua, hoy en mayo, el Rosario de la Aurora y la Procesión Eucarística de la última noche de novena. Así mismo introdujo otros nuevos cultos, como la desaparecida Procesión Eucarística de Impedidos, en el triduo, o las primeras comuniones en el altar de la Pastora; y la ofrenda floral de los niños de primera comunión y de los niños vestidos de pastorcitos, que sí se mantienen.
La década de los 50 traerá distintos acontecimientos de importancia para nuestra parroquia. En 1950, Pío XII proclamó como dogma el misterio de la Asunción de María, hecho que llenó de entusiasmo a todos los católicos y especialmente a los devotos de la Virgen. El Papa envió a la hermandad pastoreña una especial bendición apostólica con motivo de este especial año Santo Mariano y todo el pueblo celebró con entusiasmo esa proclamación en honor y gloria de Nuestra Señora.
El 30 de septiembre 1952 es una de la fechas más emblemáticas de la historia local y de esta parroquia, porque ese día sería punto de arranque de una fiesta que, pasados los años, se convertiría en la manifestación de religiosidad y devoción pastoreña más popular, multitudinaria y conocida de cuantas celebra Cantillana: la gran romería en honor de la Divina Pastora, que pone broche a sus Fiestas Mayores. La romería pastoreña no tardaría mucho tiempo en competir en importancia con la propia Fiesta Mayor del día 8 y las principales romerías andaluzas. La parroquial estaba llamada a ser, por supuesto, escenario destacado de esta nueva celebración; desde nuestro templo parte, y a él regresa, la triunfal comitiva romera que peregrina con la Divina Pastora al sitio de Los Pajares, cada último fin de semana de septiembre.
En 1955, como ya se apuntó en el capítulo anterior, se bendice el nuevo retablo de la Pastora, confeccionado a partir del retablo mayor del ex convento franciscano de Cantillana y se trasladan a la parroquia, para inhumarlos ante esta peregrina imagen, los venerables restos del célebre místico franciscano Bernardino de Laredo, prestigioso farmacéutico del siglo XVI, custodiados hasta entonces en el antiguo convento. El Arzobispado de Sevilla concedió a la Hermandad de la Pastora la custodia de los huesos de tan insigne personaje.
Durante el triduo conmemorativo del CCL aniversario en mayo de 1970, la Divina Pastora fue expuesta en el Altar Mayor de la Parroquia en su carreta de plata. |
Llegamos así al año jubilar que en la hermandad pastoreña supuso 1970, al cumplirse y celebrarse por todo lo alto el 250 aniversario de su fundación. La parroquia estaba de fiesta y la Divina Pastora se colocó de forma extraordinaria en la capilla mayor para el triduo celebrado en mayo, causando verdadera admiración en un templete formado con su carreta de plata. Asistieron a estos cultos los obispos de Huelva y Jerez, el provincial de los Capuchinos, y el canónigo de Sevilla y Capellán Real José Sebastián y Bandarán. La función principal del 8 de septiembre la presidió el cardenal de Sevilla, José María Bueno Monreal, y los entonces Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, recibieron en el Palacio de la Zarzuela a una representación de esta Real Hermandad y aceptaron los cargos honorarios de Hermano Mayor y Camarera de la Virgen.
Digna de elogio en muchos sentidos, fue la labor del referido párroco, Manuel González, que falleció en 2006 y que fue ejemplar en algunos aspectos, principalmente en la defensa del ámbito parroquial y su patrimonio frente a quienes pretenden continuamente monopolizarlo. Estos han puesto en boca de un ex párroco lo que nunca dijo; nosotros, en cambio, ponemos en boca de don Manuel unas frases que sí les repitió muchas veces: “el que manda en la parroquia soy yo; ustedes aquí no tenéis nada”, de las que fuimos testigo.
Nuestra casa y nuestra parroquia iniciaba otra etapa de su larga vida, la que la sitúa en el nuevo siglo y milenio, y en la que profundizaremos en las siguientes partes de la historia de la parroquia pastoreña.
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