jueves, 31 de marzo de 2011

La Parroquia Pastoreña (VI)

Pleitos, suspensiones y auges rosarieros

Continuamos la crónica de nuestra parroquia, ocupándonos en éste capítulo de su situación en la segunda mitad del siglo XIX. El año 1850 será testigo de incidentes y pleitos entre los dos rosarios femeninos: el más antiguo, el de la parroquia o de la Pastora, y el que, hacía ya cuarenta y tres años, se había fundado en la iglesia de San Bartolomé, titulado de la Asunción. La prioridad de paso por las calles cuando coincidían ambos rosarios, que entonces procesionaban todos los domingos y demás solemnidades, y la aspiración del más reciente por realizar sus funciones en la iglesia parroquial ante la negativa del de la Pastora, estarán principalmente entre los motivos de estos célebres enfrentamientos que aún se recuerdan en Cantillana. Las propias autoridades civiles y eclesiásticas tuvieron que tomar parte en el asunto y adoptar medidas tan drásticas como la de suspender a las dos congregaciones que llevaban algún tiempo "atajando" sus diferencias a farolazo limpio. Años antes, el Cardenal Cienfuegos había ordenado que cada rosario saliese acompañado de su respectivo capellán para mantener el orden, y que no saliesen simultáneamente sino que guardasen el turno más estricto. Estas medidas pacificaron los ánimos algún tiempo, y tanto, que los dos rosarios, habiendo calmado la animosidad, suplicaron al mismo Sr. Cardenal que les permitiese salir como antes, a lo que accedió, pero la paz fue momentánea y de nuevo creció tanto la enemistad que faltó poco para causar escándalo gravísimo. El cardenal Romo, habiendo tenido noticias de que, en los días 15 de agosto y 8 de septiembre, en los que celebran sus fiestas principales los dos rosarios de mujeres establecidos en esta villa, acompañan músicos al coro de aquéllas y que el regreso de los mismos rosarios a sus respectivas iglesias se verifica entrada ya la noche, mandó en abril de 1850, para evitar los desordenes que ocasionó la afluencia de gente (a estos rosarios) con motivo de la música y recorrer parte de la estación de noche, que en lo sucesivo se abstuviesen de regresar después del toque del Ave María y de acompañar con músicos al coro de mujeres. No debió solucionar mucho la disposición pues al poco estos y aquellos desórdenes llegaron a más, hasta el punto que Palacio ordenó ese año la suspensión total de los rosarios, situación que se prolongaría durante 10 años. No impediría en cambio esta medida, que llegado el 8 de septiembre, fiesta principal de la Divina Pastora, los cantillaneros pudieran celebrarla como siempre o si cabe más que nunca, pues aquel año y durante los restantes en que estuvo suspendida su hermandad, la imagen de la Pastora venerada desde el siglo XVIII en nuestra parroquia, sí saldría en procesión triunfal, recorriendo con un inusitado fervor las calles de su pueblo, tal como lo ha venido haciendo, sin interrupción alguna, desde aquella lejana fecha hasta hoy. Sin insignias ni cortejo ni orden aparente, que con toda propiedad se puede afirmar aquí que la sacó el pueblo, no una determinada institución, de ahí sus peculiares características luego adoptadas por otras procesiones locales. Se constata por tanto, que el periodo de suspensión de los rosarios no afectó negativamente a la arraigada devoción pastoreña de Cantillana, sino más bien todo lo contrario. Esta anómala situación, la consolidaría aún más -así ocurrió con la fiesta mayor del día 8-, de ahí que no extrañe que pasados nueve años desde la prohibición del cardenal, fueran la mayordoma y hermanas del rosario de la Pastora, las primeras que solicitasen de la autoridad eclesiástica el levantamiento de la suspensión y el restablecimiento de esta antigua devoción de acompañar a la Divina Pastora en el rosario. Después de la autorización para hacerlo se verificaron dos salidas, muy edificantes, pues que a su gran concurrencia, de 300 ó 400 personas, acompañó el mayor orden, compostura y devoción. Pronto, las hermanas de la otra congregación suspendida requerirían lo propio.



El Rosario de la Divina Pastora, primer rosario publico de Señoras que se instituyó en la Villa de Cantillana

El prestigioso y letrado Antonio Rodríguez Zapata, por aquel entonces arcipreste y párroco de Cantillana, como vimos en el capítulo anterior, informará a palacio a finales de 1858, de la situación de los dos rosarios de señoras mujeres de la villa, y del deseo de ambos por volver a procesionar, a lo que el Sr. Cardenal accede con la precisa e indispensable condición de que en un mismo día no han de salir los dos. Por ello autoriza al arcipreste y párroco para que, de acuerdo con las personas que representan las dos congregaciones, señale definitivamente los días en que cada una debe salir. El 23 de marzo de 1859 se notifica el auto por el cual, el arcipreste Rodríguez Zapata, después de entrevistarse con las representantes de los rosarios, señala para su salida en el discurso del año, una semana a cada cual, turnando entre sí; y que, mediante a ser la señora mayordoma, y hermanas de la Divina Pastora las que han solicitado y obtenido la autorización, estas empezaran desde luego el turno establecido. No terminaron con esto, ni mucho menos, los escándalos y disgustos, y dos años después, en diciembre de 1860, volvieron a ser suspendidos los rosarios, esta vez por cuatro años y a instancias del poder civil, por petición expresa del alcalde de Cantillana al gobernador eclesiástico.
Ya por estos años se habían extinguido algunas de las otras cofradías y hermandades establecidas en la parroquia, como la antigua de Nuestra Señora del Rosario, o la de San Roque. Continuaban, pero no con el mismo esplendor de otras épocas, la Cofradía Sacramental y la de Ánimas. La hermandad de la Divina Pastora, en cambio, era definida entonces -1882- por el conocido cronista sevillano Alonso Morgado, como de las más célebres, fundada en 1720 y señalándose desde su instalación hasta nuestros días por su fervor y entusiasmo religioso de entre todas las demás que hay noticias. Esto se cumplía no solo con respecto a las demás hermandades Pastoreñas, sino también con el resto de hermandades locales, establecidas o no en la Iglesia Mayor, tales eran el florecimiento, actividad e influencia del rosario y devoción de la Pastora. El propio arzobispo de Sevilla, el cardenal fray Joaquín Lluch y Garriga, se inscribió en la hermandad, le concedió indulgencias, y fue nombrado por esta, Hermano Mayor Honorario en 1882.
La Divina Pastora en su paso, preparada para su procesión la noche del 8 de Septiembre, Su procesión sin insignias ni cortejo fue modelo para otras corporaciones locales.

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Se conserva un inventario de 1884 en el que se describe la situación de los retablos, imágenes, cuadros, y ornamentos del templo parroquial y del que extraemos algunos datos curiosos como la ingente cantidad de pinturas en lienzo que atiborraban sus paredes o el ajuar del antiguo retablo de la Divina Pastora, traído, como vimos, desde el Convento de Aguas-Santas de Villaverde -tenía ara, lienzo, mantel y ules; seis candeleros grandes, cruz, atriles; dos candeleros más pequeños de metal, cuatro de hierro; dos lámparas de metal blanco, dos arañas de cristal, y cinco cuadros de indulgencias. Llama también nuestra atención la descripción de los estantes situados en la capilla bautismal donde se guardan los faroles y otros objetos pertenecientes a la asociación de la Divina Pastora. Posteriormente este anaquel, reformado y con acceso por la zona del coro, seguiría durante todo el siglo XX albergando las insignias pastoreñas, que actualmente pueden contemplarse en el mismo lugar gracias a la puerta acristalada y moldurón de caoba que se le colocó en 1998. Entre los aumentos del patrimonio artístico y litúrgico de la parroquia, en esta época, cabe citar la adquisición de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, con diadema de plata, que se colocó en el retablito neoclásico -construido sobre 1850-, de Ntra. Sra. de la Granada, pasando esta de nuevo al retablo del Altar Mayor, pero ahora a la hornacina lateral que ocupaba la imagen de San Benito, y éste a un hueco que había en el altar de San Pedro. También fue colocada en la torre una nueva campana que pesó 380 kilos, fundida en Valverde del Camino por don Julián Ruiz Lavín, con licencia del Excmo. Sr. Arzobispo y que se bendijo y colocó el 16 de diciembre de 1890. El inicio del nuevo siglo traería consigo una visita muy especial a nuestra parroquia y algunos cambios en la distribución de retablos, motivados por la construcción del camarín de la Divina Pastora en 1901. De ello y del trágico episodio de la profanación, saqueo y quema del templo aquel tristísimo 26 de julio de 1936, se ocupará entre otras cosas la próxima parte de este relato sobre la iglesia pastoreña.

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