jueves, 10 de febrero de 2011

La Parroquia Pastoreña (II)

Orígenes históricos
Para comenzar hemos de hacerlo remontándonos a la Época musulmana, a partir del siglo VIII. Con la invasión árabe Cantillana entró a formar parte del mundo andalusí y con ello convertida al islamismo, desapareciendo así las posibles manifestaciones artísticas y litúrgicas del culto cristiano de tiempos godos.
Fue en 1247, según la Crónica General, cuando el rey castellano-leones Fernando III, el Santo, reconquista Cantillana por la fuerza, debido a la resistencia ofrecida por sus habitantes musulmanes y termina con el dominio islámico de la población. Tras su reconquista, unos meses más tarde, el 11 de enero de 1248 el Rey la concedió en donadío a la Orden de Santiago, la cual la posee hasta el 20 de mayo de ese mismo año, pues el Rey Fernando cambia Cantillana a la Orden de Santiago por la alquería de Niebla, Montemolín y Moguer. La razón de este trueque hay que buscarla en que el Rey, debido a la importancia estratégica de Cantillana en momentos tan críticos como los del asedio de Sevilla, pudo haber decidido reintegrarla a la Corona y administrar la villa directamente. Una vez conquistada Sevilla el 23 de noviembre de 1248, el Rey otorga a su hermano don Remondo, que fue nombrado Arzobispo de Sevilla, algunas tierras en Cantillana.
Un año y medio más tarde, el 20 de marzo de 1252, San Fernando comienza la dotación de la iglesia de Sevilla precisamente concediéndole la villa de Cantillana y se inicia así lo que será el largo periodo del señorío eclesiástico de la villa.
No se tiene constancia por documento alguno de la existencia de una antigua mezquita islámica, ni de su cristianización por San Fernando, ni la construcción de ningún templo para culto cristiano en estos años. Es lógico pensar que en esos tiempos de continuos cambios de propietarios de la villa a ninguno le diese lugar a realizar una obra de tal envergadura, teniendo en cuenta además el estado en el que quedaría la villa después de su dura reconquista, probablemente devastada y totalmente despoblada.
En este sentido afirma el historiador Jesús López Alfonso que “la mayoría de las iglesias e imágenes antiguas y patronas que reciben culto en Andalucía occidental pertenecen al periodo de Alfonso X, el Sabio, que es quien realmente se ocupa de la repoblación de estas tierras ya que Fernando III muere poco después de la reconquista. Por ello carece del más mínimo fundamento histórico y veracidad la vinculación que se ha pretendido hacer algunas veces del Rey Fernando con el origen, creación e incluso denominación de la parroquia de Cantillana, y que últimamente se ha podido leer incluso en alguna que otra publicación. Esto suele ocurrir siempre que alguien no tiene reparos, ni siquiera pudor, a la hora imaginar a toda costa, un origen y antigüedad inexistentes y de más abolengo del que realmente se tiene.
Ciertamente, con algunos datos en la mano, sí sabemos que en 1261 ya estaba la villa repoblándose, con lo cual debió de ser por esa fecha cuando comenzó la re-cristianización y restablecimiento del culto católico en Cantillana.
El 24 de mayo de 1285 se produce una separación entre los bienes del cabildo de la catedral y del arzobispo de Sevilla, pasando la villa de Cantillana a ser propiedad exclusiva del arzobispo y continuando, por tanto, el señorío eclesiástico, ahora con rango arzobispal. Sabemos también que en 1307 ya existía Concejo en Cantillana, por lo que probablemente fueran los arzobispos sevillanos los auténticos impulsores de la definitiva re-cristianización y ordenamiento administrativo de su villa, y además los promotores y benefactores a la hora de la construcción de la parroquia cantillanera, que en algunas fuentes documentales posteriores se la denomina como la iglesia de los arzobispos.
Durante el siglo XV muchos arzobispos sevillanos visitaron la villa donde tenían casas-palacio para su propia estancia y recreo junto a la parroquia. Algunos de ellos murieron en sus casas arzobispales de Cantillana, como por ejemplo don Gonzalo de Mena, que huyendo de una epidemia se refugió en su señorío y aquí murió. También lo hizo don Diego de Anaya en 1437.
Pero, si de ser rigurosos se trata, hemos de tener en cuenta que desde el punto de vista de la historia, el primer dato que se tiene sobre la existencia de un templo parroquial ya construido es del año 1476, más de dos siglos después de la reconquista. En el documento se dice que don Alonso Pérez de Guzmán fue absuelto en la iglesia parroquial de Cantillana de las censuras eclesiásticas pronunciadas contra él.
Es en este momento, en el que ya sabemos de la existencia real de la iglesia mayor de Cantillana, cuando no podemos pasar por alto su dedicación y primitiva denominación, de las que, si bien no se tienen datos históricos, todo hace pensar tendrían como referente a la Santísima Virgen: Santa María, siguiendo la costumbre cristiana generalizada en todo el mundo de poner bajo la protección de la Madre de Dios la iglesia principal del lugar. Así la denominación antigua del templo Santa María, contemplada en el misterio de su Asunción al cielo, se mantendría, como recomienda el derecho de la iglesia, a la hora de dedicar el nuevo edificio parroquial, la nueva iglesia mayor, que habría de ser construida y que hoy se conserva.
En la primera mitad del siglo XVI se arruina la antigua iglesia mayor de los arzobispos por una crecida grande del río Guadalquivir. La fisonomía y el lugar donde se encontraba ubicada la antigua parroquia se desconoce, aunque todo induce a pensar que pudo estar donde la actual, cuyas obras comenzaron en 1555 siendo todavía dueños de la villa los arzobispos. Tras quedar paralizadas, se reanudaron en 1619 cuando Cantillana era ya señorío secular, propiedad de los Corzos Vicentelo de Leca, auténticos mecenas, junto al Concejo de la villa, de la construcción del nuevo templo. De toda esta interesante trayectoria histórica, hasta la situación de la iglesia parroquial a principios del siglo XVIII cuando comienza en ella el culto a la Divina Pastora, daremos cuenta, siempre dentro de las coordenadas que nos marcan los escasos datos que se conocen, bajo el siguiente epígrafe.

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