Del boletín oficial del arzobispado de Sevilla copiamos:
“el viernes 7 salió nuestro Prelado en dirección a Cantillana. Sabido es que los hijos de este pueblo profesan una gran devoción a la Divina Pastora y que le dedican solemnísima función el día 8 de Septiembre, esmerándose en darle todo el esplendor posible. Este año concibieron el deseo de que le predicase el Señor Arzobispo, a quien invitaron al efecto, y S. E., que se goza en complacer a sus diocesanos siempre que puede accedió al ruego, aprovechando tan propicia ocasión, para practicar la Visita pastoral en aquella Villa.
Imposible es describir el entusiasmo con que fue recibido, las demostraciones de ferviente afecto mientras allí permaneció, la manera cordial con que se le despidió cuando el domingo 9 abandono Cantillana. En su deseo de significar su adhesión al Prelado, el ayuntamiento tomo el acuerdo de poner una de las calles de la población el nombre de su excelencia.
El señor arzobispo agradecía en el alma tanto amor; Pero aun más que esas manifestaciones, le complació ver el templo henchido literalmente de fieles tanto en la función como en la novena, y rodeada la Imagen de la Pastora, cuando recorrió procesionalmente las calles, de muchedumbre incontable de personas de toda clase y condición, que vitoreaban a la Reina del cielo con fervor rayano en delirio.
En los intermedios de una función a otra, se hicieron confirmaciones que alcanzaron la cifra de 1300”.
Todo viajero procedente de Sevilla, antes de entrar en Cantillana, había de cruzar el Guadalquivir en la legendaria barca puente vinculada a celebres historias de bandolerismo local. Así hizo su entrada en el pueblo el prelado al que fueron a recoger en un carruaje a la estación del ferrocarril situada a la otra orilla del río.
Cuentan que Don Marcelo que iba en el coche, y este a su vez en la barca, hizo descorrer las cortinillas de aquel, mientras pasaba el Guadalquivir, la torre de la Iglesia echaba las campanas al vuelo y en la orilla de la Alameda se agitaban multitud de sombreros y pañuelos blancos. El clero parroquial, la Hermandad de la Divina Pastora que lo había invitado y el ayuntamiento y miles de cantillaneros le dieron la bienvenida con cohetes, bandas de música, aplausos…, vivas al pastor diocesano y a la Divina Pastora cuya solemne víspera se celebraba.
El domicilio de D. Francisco de Palazuelos y Dña. María del Patrocinio Morillas, destaca devota de la Divina Pastora y miembro de la Junta directiva de su Hermandad, seria la residencia de D. Marcelo durante sus tres días de estancia en Cantillana. Era aquel una cómoda mansión del siglo XIX, que afortunadamente se conserva, situada en la calle Real, llamada en aquellos días calle de Ramos Calderón.
Los dueños de la casa pagaron la construcción de una acera desde su domicilio hasta la Parroquia para hacer más transitable el camino del Arzobispo por las calles del pueblo.
En esta víspera de la fiesta de la Divina Pastora, Don Marcelo tiene la ocasión de presenciar el recorrido del Santo Rosario, costumbre fundacional de la Hermandad que se desarrollaba entonces prácticamente igual que en la actualidad, salvo que iba acompañado por orquesta con coro que cantaba avemarías y plegarias a la Virgen que hacia su salida de la parroquia más temprano para regresar a ella antes de que comenzasen los cultos de la novena. Para asistir a éstos para el Arzobispo por la Cuesta del reloj, la cual cambiará pronto de nombre, hasta llegar a la iglesia que se encuentra repleta de fieles y donde contemplara el “Risco” por primera vez.
La colocación del “Risco” es tradición ininterrumpida que se remonta al siglo XVIII. El retablo del altar mayor es cubierto por un enorme lienzo o “paño” que sirve de fondo y que representa un paisaje. En 1900 se pinta precisamente un lienzo nuevo obra de D. José Jiménez Aranda. En el presbiterio se forma un monte (risco) adornado con lentisco, flores y luces, en cuya cima aparece, bajo frondoso árbol, la imagen de la Divina Pastora y a cuyos pies se monta el altar. Por encima de la Virgen se colocaba entonces un dosel con grandes proporciones, en el que quedaba expuesta, durante los cultos, el Santísimo Sacramento.
Mucho agradó a Don Marcelo la contemplación de tan insólito montaje y especialmente esto último de “verle la cara al Señor” y bendecir con El a los allí presentes. El órgano, el canto de las letanías y las coplas a la Divina Pastora sonaron mejor que nunca en su novena, aquella noche.
El día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora, celebra Cantillana la fiesta grande de la Divina Pastora. Las bandas de música recorren las calles despertando con alegres dianas a los vecinos. Como uno más ha dormido entre ellos, según dicen poco, el Arzobispo de Sevilla.
En masa se dirige el pueblo, con sus mejores galas, a la Parroquia para asistir a la función principal de instituto, este año oficiada y predicada por el arzobispo Spínola. “El templo henchido literalmente de fieles” y presidiendo la bellísima Imagen de la Divina Pastora en el “Risco”. Mantillas, abanicos, música de capilla…, emoción a flor de piel y expectación ante el sermón de Don Marcelo. (…) Continua la Santa Misa y finalizada ésta Don Marcelo, incansable, aprovecha su visita para administrar la confirmación, fortaleciendo la fe de los cantillaneros con el Sacramento.
Terminado tan solemne acto religioso los asistentes despejan la Iglesia llevándose a sus casas, entre cohetes y al compas de la música, un recuerdo imborrable que trasmitirán a generaciones venideras.
El día 8 de Septiembre, Natividad de Nuestra Señora, celebra Cantillana la fiesta grande de la Divina Pastora. Las bandas de música recorren las calles despertando con alegres dianas a los vecinos. Como uno más ha dormido entre ellos, según dicen poco, el Arzobispo de Sevilla.
En masa se dirige el pueblo, con sus mejores galas, a la Parroquia para asistir a la función principal de instituto, este año oficiada y predicada por el arzobispo Spínola. “El templo henchido literalmente de fieles” y presidiendo la bellísima Imagen de la Divina Pastora en el “Risco”. Mantillas, abanicos, música de capilla…, emoción a flor de piel y expectación ante el sermón de Don Marcelo. (…) Continua la Santa Misa y finalizada ésta Don Marcelo, incansable, aprovecha su visita para administrar la confirmación, fortaleciendo la fe de los cantillaneros con el Sacramento.
Terminado tan solemne acto religioso los asistentes despejan la Iglesia llevándose a sus casas, entre cohetes y al compas de la música, un recuerdo imborrable que trasmitirán a generaciones venideras.
Para agasajar al Arzobispo, la Hermandad pastoreña organizó, en la casa donde se hospedaba un banquete en consonancia con la fiesta del día, tras el cual la señorita Pilar Ortiz interpretó diversos fragmentos de zarzuelas en honor del ilustre invitado que los escuchó gustoso.
Por la tarde al toque de oraciones saldrá, según tradicional costumbre, la Imagen de la Divina Pastora, para recorrer en procesión las calles de su pueblo. Por los libros de cuentas de la Hermandad y antiguas convocatorias de cultos sabemos que iba acompañada de dos bandas de música y que se disparaban a su paso “escogidos fuegos artificiales y gran numero de luces de bengala”. El recorrido se hallaba adornado con colgaduras en los balcones y “arcos de triunfo iluminados con novedad y profusión durante las primeras horas de la noche”.
Rodeada de sus hijos que la aclaman sin cesar, la Virgen va recogiendo, una vez más, las oraciones de su rebaño en la noche del ocho de Septiembre. En este año y en honor del Arzobispo Spínola, el recorrido va a sufrir una ligera modificación, bajará por la calle Ramos Calderón (Real) para que Don Marcelo la vea pasar por la puerta de su residencia. Jubilo indescriptible sienten los Pastoreños al ver a su Virgen por las calles y junto a Ella a su padre y pastor complacido de ver a la Imagen de la Pastora entre “muchedumbre incontable de fieles que vitoreaban a la Reina del cielo con fervor rayano en delirio”.
El día 9, el Arzobispo celebró la Santa Misa en el oratorio semipúblico de la casa donde se alojaba. Este aun se conserva y está formado por una amplia habitación decorada con zócalo de azulejos sevillanos. A una de sus paredes está adosada la mesa de altar sobre la que cuelga un lienzo rodeado de escayolas y en el centro del techo tiene un medallón con ángeles y flores. Una de sus dos pilas para el agua bendita se encuentra hoy en la Ermita de la Divina Pastora.
Desde hacía algún tiempo, la Hermandad proyectaba la construcción de un camarín y un retablo para su Titular que sustituyese a los antiguos. EL proyecto fue expuesto al Arzobispo, quien bendijo la iniciativa, dando su autorización para el comienzo de las oportunas obras y reformas en la Parroquia.
El nuevo camarín, cuyos gastos fueron sufragados casi en su totalidad por la familia Palazuelos Morillas, se decoró con pinturas al fresco que representaba un paisaje con Cantillana al fondo, realizadas por Ricardo López Cabrera. Estas son en su mayoría las mismas que existen en la actualidad, restauradas posteriormente por José María Labrador. El retablo, en cambio fue sustituido al desaparecer en los tristes sucesos del 36.
La autorización para la construcción del camarín, fue un nuevo favor por el que la Hermandad quedaría para siempre agradecida a Don Marcelo, que paternalmente y para gloria de la Divina Pastora, había accedido de nuevo, a los deseos de aquella.
La estancia del arzobispo en Cantillana ha llegado a su final y las mismas manifestaciones de afecto que se produjeron a su llegada se repiten ahora en la despedida. En la alameda, a la orilla del río, los cantillaneros le ven alejarse de su pueblo.
Atrás dejaba escrita una página grande para la Historia de la Hermandad de la Divina Pastora y a mil trescientas almas confirmadas en la fe. La cuesta del Reloj, la cual había bajado y subido en varias ocasiones durante estos días, seria a partir de entonces, a propuesta de la Hermandad aceptada por el ayuntamiento, calle del Arzobispo Spínola.
Florencio Arias Solís
Atrás dejaba escrita una página grande para la Historia de la Hermandad de la Divina Pastora y a mil trescientas almas confirmadas en la fe. La cuesta del Reloj, la cual había bajado y subido en varias ocasiones durante estos días, seria a partir de entonces, a propuesta de la Hermandad aceptada por el ayuntamiento, calle del Arzobispo Spínola.
Florencio Arias Solís
Extracto del opúsculo “La Divina Pastora de Cantillana y el Cardenal Spínola” ; Cantillana 1987.
Las fotografías que acompañan este articulo corresponden a la fachada de la casa de los Palazuelos Morillas (actualmente residencia de la familia Sarmiento-Solís) situada en el número 40 de la calle Real en la cual se alojó el Cardenal Spínola durante su estancia en Cantillana así como el oratorio privado situado en el interior de la mencionada casa en la cual celebró la Eucaristía el día 9 de Septiembre de 1900.
Las fotografías que acompañan este articulo corresponden a la fachada de la casa de los Palazuelos Morillas (actualmente residencia de la familia Sarmiento-Solís) situada en el número 40 de la calle Real en la cual se alojó el Cardenal Spínola durante su estancia en Cantillana así como el oratorio privado situado en el interior de la mencionada casa en la cual celebró la Eucaristía el día 9 de Septiembre de 1900.
El 8 de Septiembre de 1987, año de la beatificación del Cardenal Spinola, la procesión de la Divina Pastora volvió a cambiar su recorrido para pasar por el mismo lugar donde Don Marcelo la contempló en su procesión el 8 de Septiembre de 1900. En aquel momento fue bendecido un azulejo de cerámica que recuerda que en aquella casa se hospedó el prelado.
Queremos agradecer a la familia Sarmiento Solís y a Pastora Guerrero la facilitación de las fotografías para ilustrar este articulo.
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