viernes, 28 de enero de 2011

Pastoreñas, simplemente


Desde este rincón pastoreño, y agradeciendo a sus promotores la labor que llevan a cabo permitiéndonos participar de los artículos y de la información que en el mismo se propaga, quiero con unos breves párrafos, sumarme a ello. El motivo es compartir un modesto reconocimiento para muchas personas que viviendo su devoción a la Divina Pastora de forma casi inadvertida, tienen su hueco en nuestra historia, y tan necesarias son en nuestra hermandad. Reconocimiento que hago concreto en algunas pastoreñas que están presentes en las vivencias de tantos momentos y anécdotas de mi infancia, gracias a la proximidad de mi casa con la Iglesia y al profundo sentimiento pastoreño que siempre se ha vivido en mi familia.

Detengo mis recuerdos en el traslado de nuestra bendita Imagen desde su Camarín hasta el Risco, acto que se hacía en la más pura intimidad por quienes se encargaban del montaje y exorno de nuestra Parroquia para nuestras fiestas septembrinas, y al que asistíamos las niñas que ayudábamos en las tareas de limpieza de plata y demás enseres, como premio por la colaboración prestada.

Cada año, en las vísperas de nuestro gran día, sin tener hora fija para tal acontecimiento, en el momento justo, allí estaban ellas. Pastoreñas de corazón, pastoreñas de gran devoción, pastoreñas de los 365 días del año, que acudían delante de Ella con sus oraciones, con sus suspiros y piropos vertidos desde lo más profundo. Hacían de aquel momento un acto íntimo que a mí me sobrecogía, y en el que cada una de las personas presentes, se hacía eco del “ privilegio” de poder estar allí. Casi en silencio, en un acto tan simple y grandioso a la vez, se daban cita ese cúmulo de sentimientos y vivencias que hacen grande al pastoreño.

Viene a mi memoria Pilar, Rosarito “ la de las niñas”, Isabel “ la taraja” y su hija Carmen, Mercedes “la calera”, Rosalía, Dolores “la del cartero” (entre otras). Las mismas que también acudían el día de La Pastora para contemplarla en el Paso, en un ir y venir a sus casas durante toda la tarde. Se sentaban frente a Ella cuando le estaban poniendo las flores, que dicho sea de paso, ellas contribuían a sufragar con su limosna semanal, e incluso algunas se encargaban de cobrar por el vecindario (como ocurría por otras calles de Cantillana). Estampa de fervor que se repetía año tras año, y que siempre se hace viva en mí cada 8 de Septiembre.

Tras este breve recuerdo, de los muchos vividos en el seno de nuestra hermandad, sirvan estas humildes palabras, para poner de manifiesto que los auténticos valores del pastoreñismo no necesitan demostración ni reconocimiento público para ser certeros. Y al mismo tiempo, enfatizar el privilegio de poder gozar de ellos, viviéndolos sin alarde alguno. En medio de la mediocridad que afecta a nuestra sociedad en todos sus ámbitos, es de agradecer la existencia de todas las personas que, por definirlas de alguna forma y por el testimonio que nos han dado, han sido o son PASTOREÑAS SIMPLEMENTE, y que ahora, más que nunca, se hacen tan necesarias.
¡¡VIVA LA PASTORA DIVINA!!
¡¡VIVA SIEMPRE LA MISMA!!

Nati Rosa Sanz Sanz
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Emocionante tu articulo, Enorabuena Nati Rosa.

Anónimo dijo...

Cuanta razón tienes Nati Rosa, las personas sencillas que no buscan protagonismo,las que sustentan la hermandad y colaboran en las medidas de sus posibilidades son las que hace grande nuestra Hermandad.