viernes, 18 de enero de 2013

Roma fue una fiesta


Para la Congregación de Esclavas del Divino Corazón, para las diócesis de Coria, Málaga y Sevilla, para San Fernando, el pueblo natal de don Marcelo Spínola y Maestre, para cuantos veneraron siempre las  virtudes y entrega apostólica de aquel “ santo y venerable sacerdote, modelo de prelados santos” como lo llamó su contemporánea Santa Ángela de la Cruz, y muy especialmente  para el pueblo de Cantillana y su querida Hermandad de la Divina Pastora, aquella mañana del  29 de marzo de 1987 la basílica de San Pedro, de Roma, resplandeció de un modo especial, llenándonos de gozo y agradecimiento a Dios. En aquella basílica, y en aquella mañana, Su Santidad el hoy beato Juan Pablo II, proclamaba de modo solemne ante la Iglesia la santidad de don Marcelo Spínola con su beatificación.

La figura amable y venerable del ya beato, representada en un hermoso tapiz dentro de la basílica y en la fachada de la misma, nos colmó de cristiana alegría y de acción de gracias a Dios  porque, al fin, la Iglesia, reconocía de modo solemne las virtudes y santa vida de don Marcelo y nos lo proponía como modelo seguro a imitar.

Hoy, a los 25 años de aquella solemne declaración, quiero recordar las bellas palabras del Papa en la homilía de la Eucaristía de la beatificación, cuando decía:

“Elevamos hoy a la gloria de los altares al Cardenal Marcelo Spínola y Maestre, que fue obispo de Coria, de Málaga y luego arzobispo de Sevilla. Es una ocasión oportuna para agradecer al Señor el testimonio de santidad de los que puso el Espíritu Santo como guardianes y pastores d la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre ( Ech. 20, 28).

Al contemplar la vida de este pastor de la Iglesia, deseo destacar, ante todo, su confianza en el Señor, que fue el lema de su episcopado: “Todo lo puedo en El” (Filp. 4, 13). Apoyado en esta confianza logró brillar en aquellas virtudes que constituyen la gloria y corona de un obispo:

-La heroicidad en el cumplimiento sacrificado de sus deberes episcopales.

-El amor y la entrega a los pobres, desde el desprendimiento y la austeridad.

-La preocupación por la formación de los más humildes, que le llevó a fundar la Congregación de Esclavas del Divino Corazón, para el apostolado de la educación de la juventud.

-Su independencia eclesial, por encima de divisiones y partidos, siendo portador de paz y comprensión, a la vez que defensor de la libertad de la Iglesia en el cumplimiento de su misión sagrada.

 Todo ello alimentado por un amor encendido a Jesucristo y revestido de una profunda humildad personal.

Los Pastores de la Iglesia debemos ver en el nuevo beato un ejemplo, un aliento y una esperanza en el ejercicio del ministerio que se nos ha confiado.
Por ello el pueblo fiel se alegra al ver hecha realidad la santidad excelsa de uno de sus abnegados pastores.”
Para la Hermandad de la Divina Pastora, también fue una fiesta y los hermanos
y hermanas lucieron sus mejores galas en ese día tan memorable para la historia
de la Hermandad, en el cual el más insigne de sus hermanos era elevado a los altares.

Fuimos muchos los allí congregados en aquella bendita mañana, de feliz recordación, procedentes de todas las diócesis que don Marcelo rigió, de todos los puntos de España, de América, de Japón y Filipinas en los que hay establecidas Comunidades y colegios de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón, por él fundada, de su ciudad natal, San Fernando, de la que fuera su parroquia sevillana de  San Lorenzo y de la querida población de Cantillana, representada por muchos de sus habitantes que participaron en la peregrinación promovida y organizada por la Hermandad de la Divina Pastora, a la que don Marcelo, en los días de su vida, honró con su apoyo de Pastor, concediéndole especiales gracias, y con su presencia en los cultos a la Madre de Dios, bajo esa amable y tierna advocación, tan querida por él, según demostró en variadas ocasiones.

Hoy, al evocar la jornada de aquella maravillosa mañana en la basílica de San Pedro, junto al recuerdo de tantas cosas importantes como allí vivimos, quiero recordar también un detalle que, aunque no fundamental, puso una  nota de belleza y tipismo andaluz en aquella solemne Eucaristía. Y me refiero al toque de colorido y alegría que supuso la presencia, en la procesión de ofrendas, de una pareja de jóvenes ataviados con los trajes típicos de Andalucía; ella, una joven de nuestro colegio de Sevilla  vestida con un blanco y precioso traje de flamenca; él, un joven de la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana -Florencio Arias- ataviado en  con el traje andaluz de chaqueta corta y zahones de cuero. Era la Andalucía  de don Marcelo, representada en la alegría y promesa de una juventud cristiana y comprometida en su fe, con el vino y el aceite, frutos de la tierra y el trabajo en sus manos.

Al cumplirse los 25 años de aquella solemne beatificación, volvemos a revivir el gozo de aquellas jornadas, dando gracias al Señor por el reconocimiento de la santidad de don Marcelo. Y como hija suya, religiosa de la Congregación por él fundada, vuelvo a agradecer desde estas líneas a la Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana, el amor y veneración que tuvo siempre, y sigue teniendo, al Beato Marcelo Spínola, de los que he sido testigo en muchas ocasiones, y como lo demuestran, entre otros detalles de cariño, la colocación de un retablo cerámico en la calle que lleva su nombre,  los cultos anuales que le dedica, las visitas a su sepulcro en la Catedral de Sevilla o la presencia en Roma que comentamos, compartiendo con nuestra comunidad y con la Iglesia el júbilo por el reconocimiento de su santidad. Agradezco también la nota típica señalada, que puso la presencia andaluza de uno de sus miembros, en la solemne y bendita mañana del 29 de marzo de 1987. Tanto lo grande como los más pequeños detalles, cuando se hacen, como en este caso, como expresión  de veneración, respeto y cariño, son muy de agradecer.

Pido a don Marcelo que desde el Cielo siga rogando a Dios y a la Santísima Virgen por la querida Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana, que le tiene como venerado Hermano Mayor Perpetuo.

Concepción Montoto
Esclava del Divino Corazón

Publicado en Cantillana y su Pastora nº 17, 2012

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