Para
la Congregación de Esclavas del
Divino Corazón, para las diócesis de Coria, Málaga y Sevilla, para San
Fernando, el pueblo natal de don Marcelo Spínola y Maestre, para cuantos
veneraron siempre las virtudes y entrega
apostólica de aquel “ santo y venerable sacerdote, modelo de prelados santos”
como lo llamó su contemporánea Santa Ángela de la Cruz , y muy
especialmente para el pueblo de
Cantillana y su querida Hermandad de la Divina Pastora , aquella mañana
del 29 de marzo de 1987 la basílica de
San Pedro, de Roma, resplandeció de un modo especial, llenándonos de gozo y
agradecimiento a Dios. En aquella basílica, y en aquella mañana, Su Santidad el
hoy beato Juan Pablo II, proclamaba de modo solemne ante la Iglesia la santidad de don
Marcelo Spínola con su beatificación.
La
figura amable y venerable del ya beato, representada en un hermoso tapiz dentro
de la basílica y en la fachada de la misma, nos colmó de cristiana alegría y de
acción de gracias a Dios porque, al fin,
la Iglesia ,
reconocía de modo solemne las virtudes y santa vida de don Marcelo y nos lo
proponía como modelo seguro a imitar.
Hoy,
a los 25 años de aquella solemne declaración, quiero recordar las bellas
palabras del Papa en la homilía de la Eucaristía de la beatificación, cuando
decía:
“Elevamos
hoy a la gloria de los altares al Cardenal Marcelo Spínola y Maestre, que fue
obispo de Coria, de Málaga y luego arzobispo de Sevilla. Es una ocasión
oportuna para agradecer al Señor el testimonio de santidad de los que puso el
Espíritu Santo como guardianes y pastores d la Iglesia de Dios, que Él
adquirió con su sangre ( Ech. 20, 28).
Al
contemplar la vida de este pastor de la Iglesia, deseo destacar, ante todo, su
confianza en el Señor, que fue el lema de su episcopado: “Todo lo puedo en El”
(Filp. 4, 13). Apoyado en esta confianza logró brillar en aquellas virtudes que
constituyen la gloria y corona de un obispo:
-La
heroicidad en el cumplimiento sacrificado de sus deberes episcopales.
-El amor
y la entrega a los pobres, desde el desprendimiento y la austeridad.
-La
preocupación por la formación de los más humildes, que le llevó a fundar la
Congregación de Esclavas del Divino Corazón, para el apostolado de la educación
de la juventud.
-Su
independencia eclesial, por encima de divisiones y partidos, siendo portador de
paz y comprensión, a la vez que defensor de la libertad de la Iglesia en el cumplimiento
de su misión sagrada.
Todo ello alimentado por un amor encendido a
Jesucristo y revestido de una profunda humildad personal.
Los
Pastores de la Iglesia
debemos ver en el nuevo beato un ejemplo, un aliento y una esperanza en el
ejercicio del ministerio que se nos ha confiado.
Por ello
el pueblo fiel se alegra al ver hecha realidad la santidad excelsa de uno de
sus abnegados pastores.”
Fuimos
muchos los allí congregados en aquella bendita mañana, de feliz recordación,
procedentes de todas las diócesis que don Marcelo rigió, de todos los puntos de
España, de América, de Japón y Filipinas en los que hay establecidas
Comunidades y colegios de la
Congregación de Esclavas del Divino Corazón, por él fundada,
de su ciudad natal, San Fernando, de la que fuera su parroquia sevillana
de San Lorenzo y de la querida población
de Cantillana, representada por muchos de sus habitantes que participaron en la
peregrinación promovida y organizada por la Hermandad de la Divina Pastora, a la que
don Marcelo, en los días de su vida, honró con su apoyo de Pastor,
concediéndole especiales gracias, y con su presencia en los cultos a la Madre de Dios, bajo esa
amable y tierna advocación, tan querida por él, según demostró en variadas
ocasiones.
Hoy,
al evocar la jornada de aquella maravillosa mañana en la basílica de San Pedro,
junto al recuerdo de tantas cosas importantes como allí vivimos, quiero
recordar también un detalle que, aunque no fundamental, puso una nota de belleza y tipismo andaluz en aquella
solemne Eucaristía. Y me refiero al toque de colorido y alegría que supuso la
presencia, en la procesión de ofrendas, de una pareja de jóvenes ataviados con
los trajes típicos de Andalucía; ella, una joven de nuestro colegio de Sevilla vestida con un blanco y precioso traje de
flamenca; él, un joven de la
Hermandad de la Divina
Pastora de Cantillana -Florencio Arias- ataviado en con el traje andaluz de chaqueta corta y
zahones de cuero. Era la
Andalucía de don
Marcelo, representada en la alegría y promesa de una juventud cristiana y
comprometida en su fe, con el vino y el aceite, frutos de la tierra y el
trabajo en sus manos.
Al
cumplirse los 25 años de aquella solemne beatificación, volvemos a revivir el
gozo de aquellas jornadas, dando gracias al Señor por el reconocimiento de la
santidad de don Marcelo. Y como hija suya, religiosa de la Congregación por él
fundada, vuelvo a agradecer desde estas líneas a la Hermandad de la Divina Pastora de
Cantillana, el amor y veneración que tuvo siempre, y sigue teniendo, al Beato
Marcelo Spínola, de los que he sido testigo en muchas ocasiones, y como lo
demuestran, entre otros detalles de cariño, la colocación de un retablo
cerámico en la calle que lleva su nombre,
los cultos anuales que le dedica, las visitas a su sepulcro en la
Catedral de Sevilla o la presencia en Roma que comentamos, compartiendo con
nuestra comunidad y con la Iglesia el júbilo por el reconocimiento de su
santidad. Agradezco también la nota típica señalada, que puso la presencia andaluza
de uno de sus miembros, en la solemne y bendita mañana del 29 de marzo de 1987 . Tanto
lo grande como los más pequeños detalles, cuando se hacen, como en este caso,
como expresión de veneración, respeto y
cariño, son muy de agradecer.
Pido
a don Marcelo que desde el Cielo siga rogando a Dios y a la Santísima Virgen
por la querida Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana, que le tiene como
venerado Hermano Mayor Perpetuo.
Concepción
Montoto
Esclava del Divino Corazón
Esclava del Divino Corazón
Publicado
en Cantillana y su Pastora nº 17, 2012
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