Ha sido noticia
religiosa de la semana: el Papa arremete contra la mula y el buey. Muchos han entrado
dócilmente al esperado comentario. El problema es que no había ruedo, ni
morlaco, ni trapío. Todo resultó un montaje que nadie se molestó de verificar
previamente, dando por sentada la cosa inexistente aunque como cierta fue
divulgada. El resultado ha sido tan cómico como patético.
Parecía que las
restricciones laborales, la reducción de plantilla, afectaba también al mismísimo
Portal de Belén cuando más cerca estaba su anual comparecencia piadosa. Así, tantos
han repetido como una consigna su lamento, su indignación, su burla y
desconcierto. Y es que… manda mandobles tener que escuchar con la que está
cayendo eso de que por orden de su Santidad, deben salir inmediatamente el buey
y la mula del Portal.
De pronto, letristas de
villancicos, intérpretes de su cantar, figurinistas, tertulianos y plumíferos, se
pusieron a perorar dando consejas, advirtiendo inconveniencias, lanzando venablos
y amenazas de asociarse con algún chisgarabís indignado. Pero, hete aquí que
pasado el calculado temporal ya no ha lugar para seguir con la pancarta. ¿Qué
es lo que ha ocurrido? Que dicen que dijo el Papa no sé qué de esa peculiar
comparsa animal en el famoso Portal. Pero leyendo ese breve párrafo en la pág.
77 de su nuevo libro sobre la Infancia de Jesús, allí no sólo no se dice nada
de aquello, sino justamente todo lo contrario: primero explica el origen de
esos animales en la profecía de Isaías, segundo recuerda lo que simbolizan para
la humanidad, y tercero comenta que jamás renunciaremos a esa escenografía tan
arraigada en la tradición cristiana. Así, de un plumazo en el sentido escribiente,
quienes han escrito esos titulares de prensa y quienes han jugado a su frívolo
comentario, seguro que tendrán alguna razón: desde la insidia reductora hasta
la burda ignorancia. Un modo de resumir y anular el libro del Papa torticeramente.
No es la fauna del
Portal lo que nos preocupa sino la realidad que abruma ese otro portal que es la
vida cotidiana de tantas personas. Dios está también ahí, en medio de la
penuria, sosteniendo la esperanza de los más desvalidos y zarandeados por la
crisis. Así lo recordó en la pasada Plenaria de los Obispos españoles el
Cardenal Rouco en su discurso inaugural. Estamos en una crisis global y
extensiva que no parece tocar fondo. Inmersos en una situación en la que la tensión
social crece y en la que determinadas propuestas políticas han venido a añadir elementos
de preocupación en momentos de por sí ya difíciles. Hay aspectos acuciantes y dolorosos
en los que se manifiesta la crisis: el desempleo de demasiados, en especial de
tantos jóvenes; el debilitamiento de la conciencia de unidad y de solidaridad
entre todos los españoles; los dramas que
sufren tantas familias, en particular las que se ven expulsadas de sus casas
por el desahucio.
Por eso se exhorta a la
conversión a la verdad, propiciada por la fe; a la solidaridad, animada por la
caridad; y al espíritu de superación, alentado por la esperanza en Dios. Y se
pide también, que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles,
como son los emigrantes; y que se busquen con urgencia soluciones que permitan
a las familias desahuciadas -como se ha hecho con otras instituciones sociales-
hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle. Inventando engañifas
se puede falsear el libro del Papa y camuflar los verdaderos problemas de la
gente. Por el mismo precio y con demasiado coste.
Fr. Jesús Sanz Montes, OFM.
Arzobispo de Oviedo
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