Había oído hablar de ti, pero no te conocía. No sabía de tu
proverbial belleza, pero la intuía. Tampoco sé qué suave céfiro impulsó mi nave
trayéndome desde la orilla de la mar de Huelva hasta la orilla del Viar, ese
lazo de río que ciñe a Cantillana por la cintura. Ni sé qué misteriosa voz me
llamó para que una tarde de septiembre, azul y oro, acudiera a tu llamada. Y no
tengo memoria de lo que sentí la primera vez que me postré ante tus plantas,
Divina Pastora de mi alma. El caso es que ya desde entonces y para siempre
quedé preso en el redil de tu hermosura. Puede que mi devoción a Jesús
Nazareno, Señor de Huelva, me sirviera de aval para que el Nazareno de
Cantillana, Señor de los Pescadores, me tendiera sus providenciales redes para
que desde aquel día quedara enredado en el celestial resplandor de tu rostro.
Por eso cuando puntualmente en este tiempo de esperanza,
como un precioso heraldo de la Navidad, recibo la tarjeta de felicitación de la
Hermandad, de mi hermandad de la Divina Pastora y contemplo la imagen de la
Virgen o la del Divino Pastorcito que la ilustra, me alumbra una
sonrisa recordando los momentos vividos junto a Ella desde que una tarde
de mayo, víspera de la fiesta de la Madre del Buen Pastor, puse casi temblando
mi mano derecha sobre los Evangelios y juré "combatir por tu Gloria hasta
triunfar" el día que ingresé como miembro en el Redil Eucarístico de la
Divina Pastora de Cantillana.
Y es que a poco que agite mi memoria te veo pasar camino de
la Plaza del Llano, sin el cayado en tu mano, la que sostiene la medalla de la
villa, para que tu pueblo depositara en ella uno nuevo de oro y pedrería con el
que pastorear tu rebaño en el tercer aniversario de tu advocación en aquel
grandioso altar, efímero, sí; pero que permanece inalterable en nuestra memoria
colectiva.
Te veo cruzando el río una radiante mañana, llueva, truene o
luzca el sol, (siempre que vayas de romería la mañana será radiante), aquella
vez que ibas bajo templete a hombros de la fe pastoreña, o como siempre
en tu carroza de plata camino de la aldea que lleva tu bendito nombre, allá por
Los Pajares, donde hay una ermita en cuya espadaña brilla un retablo de
azulejos con tu imagen. Esa imagen es para mí el faro que anuncia, cuando vengo
de mi tierra, que el fin de mi camino se acerca y que piso ya la tierra
prometida de Cantillana, reino y señorío de la Pastora Divina.
Revivo el último aliento de agosto, con la banda sonora del
Himno Pastoreño, y miro como vas alzándote por la ladera de un risco
hasta quedar entronizada a la sombra de un rosal, en ese trono único y distinto
que Cantillana eleva para su reina cada nuevo septiembre, que nunca luce más la
parroquia ni parece tan grandiosa como cuando tú, Señora, la presides desde tu
altura.
Y siento el calor del gentío como si estuviera delante de tu
paso el día ocho, el día más grande del año, cuando "nos arrastras en
marcha triunfal", como un delirio de nardos saliendo de la iglesia o como
un abrazo largo y apretado en la estrechez encalada del callejón de
Josefa la del Caco, y siento cómo "nuestros pechos estallan de
alegría" al contestar un ¡¡¡viva el orgullo de ser pastoreño!!! Fluye en
mi interior un arroyo mudo de lágrimas cálidas al recordar cómo el Padre Álvaro
te retira el sombrero descubriéndonos la nobleza de tu frente y haciendo que
comprenda y me aprenda para siempre y de memoria las dos leyes de un
mismo concepto: la belleza de tu rostro con sombrero y la hermosura de tu
rostro sin sombrero.
Y entreveo colgaduras en los balcones, y un celaje de
banderitas, como un palio rojo y gualda que cubre toda la villa, y arcos
de papel picado, y una bóveda casi de catedral en mitad de tu calle de Martín
Rey, y un revuelo de peinas y mantillas en el rosario de gala, y al
Santísimo Sacramento por una plaza entre naranjos en el último día de novena, y
hasta resuena en mis oídos el canto de la Despedida.
Aunque hay algo, Pastora querida, que aún no tuve la dicha
de alcanzar. Y es besar tu mano, ni al regresar de la romería, ni tu domingo de
mayo. Esa mano con la que acaricias a tu oveja fiel. Cosas de la distancia,
pero que en ningún caso es el olvido, puesto que no hay ni un solo día
que no te tenga presente, ni que te lleves una mirada o una salve en alguna
imagen tuya, sea en el altar que tienes en mi casa, o en la del cartel que
anuncia tus Fiestas Mayores colgado en la pared mi trabajo.
Por eso, como dice la canción, "a veces llegan cartas
con olor a rosas llenas de esperanza; a veces llegan cartas que te dan la vida,
que te dan la calma". Como la que cada tiempo de Adviento, puntualmente,
me llega desde Cantillana con la imagen de una Pastora coronada de estrellas
que me da la vida y que me da la calma, de esa imagen que siendo "siempre
la misma" renueva cada día, al alza, la finura de sus perfiles en la
grandeza de su imagen perfecta, "espejo de justicia y de
candor" donde se refleja la belleza de Dios y el amor de Cantillana por su
Dueña.
Y es que este simple detalle de recibir una tarjeta con la
imagen de la Madre de Dios, Divina Pastora de las Almas, forma también
parte de mi Navidad con la evocación de esos instantes vividos tan intensamente
que quedan prendidos para siempre entre los pliegues de la memoria, que
recordar es vivirlos dos veces, o cientos de veces a lo largo del año.
Con la imagen de la Pastora Divina me felicitan la
Navidad. Con ella quiero desearos a todos los lectores de este blog,
especialmente a los pastoreños de buen corazón, y a los que sin saberlo también
lo son, unas muy felices Pascuas de la Navidad y un venturoso 2013. ¡¡¡ Viva la
Divina Pastora !!! ¡¡¡ Viva la Pastora Divina!!! ¡¡¡Viva nuestra Pastora
Divina!!!
Manuel Gomez Beltrán
Manuel Gómez Beltrán,
es un pastoreño natural y residente en Huelva, su gran devoción por nuestra
Divina Pastora le llevó a hacerse hermano de
nuestra hermandad y jurar sus reglas. Persona de referencia en el mundo
cofrade onubense, fue pregonero de la Semana Santa de su ciudad, de la Virgen
de la Cinta y de otras hermandades, así como cofrade de Jesús Nazareno, una de
las más emblemáticas de Huelva de la que ha sido hermano mayor. Es un gran devoto de la Divina Pastora de
Cantillana, como manifiesta a través de este escrito, publicado en su blog
personal, “El muro de mis lamentaciones”, un espacio de referencia donde vierte
su opinión personal sobre temas de actualidad, eclesiales y de religiosidad
popular. Por su interés, hemos querido enlazar en nuestro blog este bello
artículo publicado recientemente en el suyo, al que animamos a visitar a
nuestros seguidores, donde pone de manifiesto ese amor profundo a la Divina
Pastora de Cantillana, como si de uno nacido entre nosotros se tratase. Desde
aquí le reiteramos nuestras felicitaciones en estas fechas señaladas y,
agradecidos, le animamos a seguir profesando y difundiendo esa devoción sincera
a la Pastora de nuestras almas.
3 comentarios:
Me ha emocionado su escrito, Sr. Beltrán. Que la Divina Pastora lo bendiga. Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que usted ha expresado en el artículo. Aunque yo en la distancia, siendo pastoreño y hermano de la hermandad, no recibo felicitación de navidad, sí la tengo presente en mis labios y en mi corazón las 24 horas del día los 365 dias del año. Enhorabuena y feliz navidad. ¡Viva la Pastora Divina! ¡Viva el 8 de septiembre, ¡que es el día más grande del año?
Emocionante, que bellas palabras!! Que la Divina Pastora le bendiga.
A veces se reciben sorpresas...
Magnífico maestro, un fuerte abrazo pastoreño desde Cantillana. Lo sigo con frecuencia y este artículo ha sido para mi una sorpresa muy grata...
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