Carmen Macías Barbero
Hoy traemos a esta sección una pastoreña de corazón que
permanece en el recuerdo de todos, Carmen Macías Barbero, conocida como Carmen
“la de Casilda” o “la de tamborilla” haciendo alusión al apodo de su marido.
Quien tuvo la suerte de conocerla pudo descubrir el
pastoreñismo en estado puro que desprendía, porque ella antes de ser Carmen,
era pastoreña. Y si no, que se lo pregunten a sus cuatro hijas, las herederas
legítimas de una devoción que es la única protagonista del que fuera su hogar
en la barriada pintor López Cabrera. En aquella casa se respira el orgullo de
ser pastoreño por doquier, porque allí entre su familia, Carmen dejó bien
inculcado el amor por la Pastora, la Virgen que lo fue todo en su vida. Pero
había otra gran devoción a la que también se agarraba con fuerza en los
momentos difíciles, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, tras cuyo paso de
promesa, marchó descalza con una vela durante más de cuarenta años.
Carmen nació en el año 1929 en una familia humilde pero que
atesoraba la mejor riqueza a la que puede aspirar un cantillanero, ser de la
Pastora. No tuvo una vida fácil pero su carácter y su forma de ser tan
decidida, le hicieron salir adelante junto al que fue su
marido y compañero inseparable hasta su muerte, Manuel Sayago Q.E.P.D.
Su peculiar forma de ser y su intención por manifestar en
todo momento su pastoreñismo, le imprimió en Cantillana el calificativo de “muy
pastoreña”, así lo demuestra una vida entera de fidelidad a la Pastora y a su
hermandad reflejada en cientos de anécdotas y situaciones que no solo nos cuentan su familia sino también otras
muchas personas que la recuerdan con añoranza.
Carmen en más de una ocasión lo dio todo por su Pastora, la
más mínima riqueza adquirida con esfuerzo y dificultad siempre prefirió
donarla. Nos cuentan las veces que se quedó sin nada por darlo en el pedido de
la hermandad, o la vez aquella que en vez de comprarse unos zapatos con lo
ahorrado, lo donó para la virgen, aun teniéndolos rotos; o el año que empleó
todo el dinero que sus hijas habían ganado trabajando en el algodón, para
contribuir a sufragar el coste de la restauración de la Imagen de la Pastora en
1978. Actos como éstos, que nos conmueven el alma al escucharlos, son los que
caracterizan la idiosincrasia de Cantillana, querer mostrar a la Virgen el amor
que se le tiene a través de “darlo todo por Ella”.
Por todos fue conocida la forma de exteriorizar su fe y
devoción, las continuos piropos que salían de su boca cualquier día del año,
ante cualquier fotografía de la virgen con la que incluso entablaba una
conversación de madre a madre. Porque Carmen no era pastoreña de septiembre
sino de todo el año, por eso en cada
suspiro, en cada instante de su existencia, la virgen estaba presente, al fin y
al cabo su vida no tenía sentido sin la Pastora. Sus efusiva forma de piropear
en público a la Virgen se nos ha grabado a todos en la mente, a nadie se le
olvida su voz gritando las alabanzas más bellas y hermosas que se le pueden
ocurrir a una pastoreña, una práctica tan propia de Cantillana y que han
heredado muy orgullosamente sus cuatro hijas.
Bien le enseño a su familia que el día mas grade es el 8 de
septiembre, ningún otro del año se disfruta más en esa casa. Con el primer
cohete a eso de las siete de la mañana, Carmen se levantaba entre estertores, y
a las ocho y media ya estaba sentada en
la iglesia, enjoyada con sus mejores galas y dispuesta a presenciar desde la
misa de alba hasta la salve de la función principal, lo que suponían más de 4
horas sentada. Pero todo le parecía poco, por eso nunca se imaginó un día 8 sin
estar junto a la Pastora, ni incluso el año en que murió su madre, en 1983,
ocasión que decidió ir tras el paso de promesa guardando un luto que por aquellos años parecía impuesto socialmente como de obligado
cumplimiento. Pero cuando llegó al arco de Carmelita Blázquez (pues ese año se
cambió el recorrido para que pasase por allí), se cansó de guardar silencio,
decidió entonces dejar la promesa a un lado, y se cambió de lugar para poder
verle la cara, rompiendo a decir vivas con la intensidad a la que nos tenía
acostumbrado.
Solía contar que durante la Novena no quería
responsabilidades ni tareas que hacer, esos nueves días eran para dedicarlos
exclusivamente a la Virgen, por eso al entrar septiembre guisaba las nueve
comidas correspondientes y las congelaba con la intención de no tener que salir
corriendo de la Novena para preparar la cena. También en más de una ocasión le
gustaba recordar la anécdota que le ocurrió un año durante la Novena del día 9,
resulta que estando en la Iglesia, vio corretear a una paloma del día anterior,
de esas que se suelen quedar en el paso, cuando tuvo ocasión la cogió, se la
guardó como pudo y al finalizar la novena se la llevó consigo orgullosa de
poseer una paloma del día de la Pastora.
Nunca fue al rosario con mantilla porque sus posibilidades
económicas no se lo permitieron, pero si fue al de la aurora hasta ya avanzada
edad, de hecho un año se desveló a eso de las dos de la mañana y con la
precaución de no quedarse dormida, se vistió y marchó hacia la parroquia con
tres horas de antelación. Siempre fue la primera en acudir a todo lo organizado
por su hermandad, desde las novenas, el triduo de mayo hasta el último festival
recaudatorio, y no en pocas ocasiones la
vimos esperar en la puerta de la Iglesia a que el sacristán abriera.
Precisamente tener que empezar a faltar a todo ello fue su gran pena cuando por
la edad, sus piernas empezaron a debilitarse. El último 8 de setiembre en vida,
y ya con la salud debilitada, hizo un esfuerzo sobrehumano para bajar al llano
y verla pasar, lo hizo porque las cosas de la Pastora le daban fuerzas y vida,
por eso siempre decía que al llegar septiembre le desaparecían todas las
dolencias que padecía durante el año.
En su boca siempre las siete letras del dulcísimo nombre de
Pastora, en su boca siempre la intención de ensalzar a su hermandad, jamás la
criticó negativamente sino al contrario, así lo aprendieron sus hijas y así lo
expresan, haciéndonos hincapié en el deber de todo pastoreño de contribuir al
engrandecimiento de la institución. En su mente siempre estuvo presente esa
cara tan divina de la que estaba enamorada, tanto que su mayor pena no era
morirse, pues no temía a la muerte, su mayor tristeza era dejar de ver la cara
de la Pastora, por eso le horrorizaba pensar que un día tendría que cerrar los
ojos, para no volver a ver el rostro prefecto de la Virgen de sus amores. Pero
“… la Virgen que está en el cielo, hablando con Dios ahora tiene la misma cara
que mi Divina Pastora… ” así lo dice la letra de una plegaria del coro de la
hermandad, precisamente por ello merece la pena el tránsito de la muerte, para
poder ver a la Virgen en ese camarín celestial desde donde pastorea a todas las
almas, entre ellas y no nos cabe duda, la de Carmen.
Murió a los 80 años de edad, un 4 de abril de 2009, pero
dejaba bien asegurado el futuro de su pastoreñismo con sus 4 hijas, 5 nietos y
en la actualidad un bisnieto al que no llegó a conocer. El pueblo pastoreño
sintió su pérdida porque se marchaba una pastoreña de la cabeza a los pies, una
de esas que no se olvidan por más que pasan los años. Que la Divina Pastora la
tenga en su gloria. D.E.P.
Se ruega al lector una oración por el eterno descanso de su
alma.
5 comentarios:
Pastoreña muy genuina, de la que guardamos infinidad de recuerdos muy gratos, e incluso llenos de humor algunos, porque Carmen era una mujer muy sencilla y graciosa. Que la Divina Pastora la tenga en el Risco del cielo junto a Ella.
Una pastoreña sencilla sin animos de tener protagonismo sino ensalzando a la Pastora Divina, su amor hacia ella era su riqueza mas preciada, muchos la recordamos con cariño, porque vivia con mucha intensidad las cosas de su Pastora.
Una Pastoreña de verdad!!
Una pastoreña de las de siempre, con la humildad y sencillez que de seguro gustan a nuesta Pastora Divina.
Muy emotivo el articulo, me ha hecho llorar, y recordar muchas anegdotas de esta pastoreña popular a la que concí mucho y ahora a su familia.
Esta es una iniciativa muy bonita porque así se reconoce la labor de muchos pastoreños fuertes, pero que no han estado en primera linea y a los que hay que agradecerles tanto.
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