Carta del Arzobispo de Sevilla
Queridos hermanos y hermanas:
Acabamos de iniciar el Año de la Fe,
promulgado por el Papa Benedicto XVI para conmemorar el quincuagésimo
aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el vigésimo de la publicación
del Catecismo de la Iglesia Católica. Efectivamente, en otoño de 1992, el Papa
Juan Pablo II promulgaba este Catecismo, que es uno de los frutos más preciosos
del Concilio. En él se expone de forma orgánica, sistemática e íntegra la fe de
la Iglesia en el lenguaje acreditado por la Tradición. Su publicación en más de
cincuenta idiomas constituyó un auténtico acontecimiento en todo el mundo. A lo
largo de estos años, los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos hemos ido
apreciando la utilidad y valor de este auténtico don de Dios a la Iglesia de
nuestro tiempo.
En la ceremonia de apertura del Año de la Fe el pasado 14 de octubre en nuestra Catedral, los obispos entregamos a cada parroquia un signo de la virtud de la fe, un pequeño cirio, los materiales de catequesis sobre la fe y el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, llamado a ser libro de cabecera o vademécum de todos los cristianos de la Archidiócesis en este año. Se trata de un texto más breve y más fácil de leer que el Catecismo primero, pero es completo, seguro y en estrecha armonía con él. Contiene todos los elementos esenciales de la fe y de la moral católica, formulados de una manera sencilla, accesible a todos, clara y sintética. Fue publicado en junio de 2005 y preparado, por encargo del Papa Juan Pablo II, por una comisión de expertos presidida por el Cardenal Ratzinger. A él, ya investido como Pastor Supremo de la Iglesia con el nombre de Benedicto XVI, correspondió entregar el Compendio al Pueblo de Dios. Su fuente lógicamente es el Catecismo de 1992, texto de referencia, que sigue manteniendo toda su autoridad e importancia, pues en él se encuentra la exposición armoniosa y auténtica de cuanto los católicos tenemos que creer y de aquello que hemos de practicar.
El Compendio pretende servir al anuncio renovado del Evangelio hoy. Siguiendo la estructura del Catecismo originario, dividido en cuatro partes, como ha escrito el Papa Benedicto XVI, “presenta a Cristo profesado como Hijo unigénito del Padre, como perfecto Revelador de la verdad de Dios y como Salvador definitivo del mundo; a Cristo celebrado en los sacramentos, como fuente y apoyo de la vida de la Iglesia; a Cristo escuchado y seguido en obediencia a sus mandamientos, como manantial de la existencia nueva en la caridad y en la concordia; y a Cristo imitado en la oración, como modelo y maestro de nuestra actitud orante ante el Padre”.
El Compendio tiene la forma de diálogo entre el maestro y el discípulo, que ha sido siempre el género literario propio de los catecismos. Responde a la estructura El Arzobispo de Sevilla más profunda de la transmisión de la fe. En ella, Dios nos habla y nosotros respondemos. Las sucesivas preguntas nos implican, invitándonos a proseguir en el descubrimiento de aspectos siempre nuevos de las verdades cristianas. Esta opción metodológica ayuda a abreviar el texto, reduciéndolo a lo esencial y favoreciendo la claridad, la asimilación y la posible memorización de los contenidos.
El Compendio, publicado también en edición de bolsillo, contiene catorce bellas
láminas, que iluminan cada una de las secciones. De este modo, las mejores
obras del arte religioso de todos los tiempos recobran la dimensión catequética
y evangelizadora que tuvieron en su origen, muestran la armonía que existe
entre verdad y belleza y ayudan a despertar y alimentar nuestra fe.
Se cierra el Compendio con un apéndice, en el que se incluyen algunas oraciones comunes para toda la Iglesia, también en su versión latina. Su aprendizaje facilita la oración en común de los fieles de lenguas diversas en reuniones y circunstancias especiales. Ello contribuye, sin duda, a estrechar nuestros vínculos de unidad en la comunión de la Iglesia. Se incluyen también algunas fórmulas catequéticas de la fe católica, entre ellas las bienaventuranzas, los mandamientos de la Iglesia, las virtudes, los dones y frutos del Espíritu Santo, las obras de misericordia, los pecados capitales y los novísimos.
Concluyo mi carta semanal invitando a todos, sacerdotes, consagrados, catequistas, profesores de Religión, miembros de movimientos, asociaciones, hermandades y padres de familia a leer y estudiar el Compendio, pues mucho puede contribuir a dar un nuevo impulso a la evangelización, a la catequesis y a la renovación y fortalecimiento de nuestra fe en este año de gracia. Por todo lo que acabo de decir, el Compendio debe estar en todos los hogares de la Archidiócesis, como instrumento de formación, información y consulta de las familias cristianas, como ayuda en la educación de los hijos en la fe y como vehículo de comunión de todos los cristianos de Sevilla en la misma fe de la Iglesia.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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