sábado, 21 de mayo de 2011

Cantillana en sus manos

Honores municipales a la Divina Pastora



Crónica de la imposición de la Primera Medalla de Oro de la villa de Cantillana

Hoy, 21 de mayo, se cumplen dieciséis años de la imposición de la Primera Medalla de Oro de la villa de Cantillana, honor recaído sobre la imagen de la Divina Pastora. Para conmemorar este acontecimiento, en el V aniversario del mismo fue bendecida una cerámica en el sitio donde tuvo lugar el emotivo acto, cerámica que perpetuará el recuerdo de lo que en nuestras memorias quedó grabado como un hecho histórico sin igual y sin precedentes en la historia local.

Con fecha 16 de enero de 1995, según registro de entrada, la junta de gobierno, con Antonio Solís al frente, se dirigió al Ayuntamiento solicitando la Medalla de Oro para la Divina Pastora en el año que se conmemoraba el 275 aniversario de la fundación de su hermandad, aniversario cuya apertura oficial tuvo lugar en la Función de la fiesta de la Madre del Buen Pastor del año 1995, que presidió el arzobispo de Sevilla, monseñor Amigo, y que fue solemnemente clausurado un año después por monseñor José María Cirarda Lachiondo, arzobispo emérito de Pamplona.

El alcalde y los concejales que entonces regían los destinos municipales y que recientemente habían aprobado el nuevo Reglamento de Honores y Distinciones, estudiaron la solicitud, siendo conscientes de la importancia de esta concesión para la villa y de la devoción de este pueblo a la Divina Pastora. La medalla venía a corroborar la historia y la devoción de tantos cantillaneros a la Divina Pastora, quienes en multitud de ocasiones acudieron a su protección y auxilio.

El Ayuntamiento, en sesión plenaria celebrada el 27 de enero de 1995, aprobó por unanimidad, en el punto cuarto del Orden del Día, tan merecida concesión, provocando la alegría de todos los cantillaneros, algunos presentes en el Pleno. Se dio la circunstancia de que en esta misma sesión, horas más tarde, una vez aprobados los 19 puntos del Orden del Día, se concedió en el último punto de urgencia, una segunda medalla de estas mismas características, que fue impuesta en agosto, tres meses después de la primera.


El 21 de Mayo de 1995 en la calle de Martin Rey,
la
Divina Pastora recibió la medalla de oro de su
pueblo.
El acto de imposición tuvo lugar el domingo 21 de mayo de ese año en la entrañable y pastoreña calle Martín Rey, en el mismo lugar donde cada 8 de septiembre le es quitado a la Virgen su sombrero de Pastora durante la procesión.
Aquel 21 de mayo todo fue diferente en el pueblo. Por la mañana, el Escuadrón de Caballería de la Hermandad de la Paz, haciendo recordar a muchos los sones de antaño del brigada Rafael, hizo su entrada en la villa mientras se quemaban infinidad de cohetes y tracas. Fue una mañana festiva como no ha habido otra en Cantillana. Por la tarde salió la Pastora en su paso, en procesión extraordinaria como jamás había ocurrido. El recorrido fue distinto, algo más corto, pero no por ello la estación fue menos triunfal y gloriosa que la del 8 de septiembre, sino todo lo contrario: más emotiva si cabe o, a lo sumo, igual. Su calle de Martín Rey, la de la gala y la gloria, como canta la sevillana popular, la esperaba impaciente y en ella su pueblo entero y miles de personas de otras localidades que no quisieron perderse el acontecimiento. Su calle aparecía engalanada con las tradicionales banderitas y astas con banderas. En el centro se había instalado una tribuna de terciopelo verde con repostero y ante la tribuna, cruzando la calle, un arco triunfal de papelillos blancos, con el escudo de armas de la villa, que serviría de marco para colocar el paso cuando éste llegase al lugar del acto. Y llegó la Virgen, al son de Campanilleros, irradiando belleza y luciendo el sombrero de malla de oro y pedrería que reestrenaba para la ocasión y cobijada por un frondoso llorón blanco, regalo de dos hermanos. No le faltaron los clamorosos "vivas" con que sus hijos la piropean siempre. Pudo llegar el paso entre la multitud al lugar donde se iba a efectuar la imposición de la medalla. Allí la esperaban las autoridades de Cantillana. Y allí ocurrió todo. Se hizo silencio y el señor alcalde comenzó a pronunciar el siguiente discurso, que no pudo terminar de leer:

"Señor hermano mayor, junta de gobierno, hermanos y devotos de la Divina Pastora, cantillaneros: el Ayuntamiento de Cantillana, aquí representado, acordó por unanimidad, en sesión plenaria celebrada el pasado día 27 de enero, conceder la Medalla de Oro de la villa a esta querida imagen de la Divina Pastora, con motivo del 275 aniversario de la fundación de su hermandad. Con ello se quiere testimoniar, de alguna manera, el cariño y la veneración que miles de cantillaneros le tienen a esta imagen de la Madre de Dios. Imagen entrañable y sencilla ante la que nadie puede sentirse rechazado. Todos, en alguna ocasión, hemos vuelto nuestra mirada hacia Ella y hemos sentido su protección alguna vez. Al poner hoy, junto a su cayado, la Medalla de Oro de Cantillana, el Ayuntamiento, expresando el sentir de todos sus hijos, le agradece sus cuidados de Pastora y le pide que siga siempre guiando y protegiendo a su pueblo".


Pergamino de la Concesión de
la 
primera Medalla de Oro de
la Villa de Cantillana a la Divina Pastora
A la mitad de estas palabras, el señor alcalde se desplomó debido al desmayo que le produjo un derrame cerebral. Entonces, el primer teniente de alcalde hizo entrega de la medalla al hermano mayor quien, en pocas y apresuradas palabras agradeció dicha distinción. Terminadas las mismas, el hermano mayor impuso la Medalla de Oro a la Virgen ante la gran emoción de su pueblo. Era la Primera Medalla de Oro que se imponía, como había sido la primera en solicitarse y la primera en concederse, hecho que queda probado en la concesión oficial firmada por el Sr. Alcalde-Presidente. Mientras, el alcalde era atendido en la casa de Rosario Morejón por médicos allí presentes y, espiritualmente, por el padre Rejos. Salió entonces la Pastora de Martín Rey a toda prisa, a paso de tambor. La fiesta, el entusiasmo y la alegría se velaron por lo ocurrido y la tarde se tiñó de incertidumbre. Siguió la procesión su itinerario previsto hasta llegar a la parroquia sobre las doce de la noche donde, a su entrada, fue despedida la Divina Pastora con una lluvia de flores.

Horas más tarde, el alcalde fallecía. Fue don Manuel un hombre sencillo, bueno; un hombre de campo. Nadie se podía imaginar que aquella tarde ocurriese lo que ocurrió. Al ofrendarle la medalla a la Virgen no pudo terminar su discurso, pero los hechos hablan por sí solos. Fue lo último que hizo siendo alcalde, lo último que hizo en su vida. No lo pudo decir ni pensarlo, pero así ocurrió. En la mano izquierda de la Virgen, junto al báculo con que nos guía, está la medalla. Representa a la villa de Cantillana, la devoción que sus hijos le profesan desde que, en 1720, fray Isidoro de Sevilla y sus parientes los Condes de Cantillana fundaran la Hermandad en este pueblo, y es el reconocimiento de su protección en los casos de calamidad como la epidemia de fiebre amarilla de 1800, que este año recordamos.

Y así llevará a Cantillana en sus manos, la que es su Reina y Protectora, como siempre ha sido. Pero, desde aquella tarde, de una manera muy especial. Lo hizo el señor alcalde, sin decirlo, sin pensarlo, sin saberlo. Antes de morir, depositó su puesto de alcalde y la villa de Cantillana en las manos de su Divina Pastora.

Francisco Manuel Duran Gallardo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnifico artículo Francisco Duran, no podia ser menos del que ha sido el mejor prioste que ha tenido la Pastora en su historia.

Espero que todo te valla bien como tu te mereces.

Anónimo dijo...

Aquel 21 de Mayo, siempre estará grabado en mi corazón, La Pastora Divina quiso llevarse de su mano a mi padre, después de su enfermedad, a los 48 años. Dios lo tenga en su gloria! Ave María!