Hemos visto cumplir un siglo a esta bella estampa en la que podemos observar a la Divina Pastora dispuesta en su antiguo paso para recorrer las calles de su pueblo, como viene haciendo de forma ininterrumpida desde mediados del XIX.Pasa el tiempo…y esta instantánea es una prueba irrefutable de ello.
Lo observamos en la apariencia de la característica peña del paso adornada con multitud de flores de tela contrahechas. Además en la parte superior de la misma, a la altura de la Virgen se sitúan dos candelabros de guardabrisas comúnmente denominados “mecheros”, característicos de los pasos de gloria sevillanos.
El atuendo del Divino Pastor, así como su situación en el paso, también han cambiado. Al igual que la canastilla, que difiere bastante de la actual, pues en la imagen las andas todavía lucen la antigua, de metal plateado y corte recto.Poco ha cambiado en cambio el árbol que la acompaña, en este caso un rosal que alude a los orígenes rosarianos de la hermandad, ya que las rosas simbolizan los avemarías que las almas devotas (las ovejas) ofrecen a la Virgen.
Tradicionalmente los árboles de la Pastora de Cantillana han sido confeccionados de forma artesanal para la ocasión con flores de tela y así sigue haciéndose. Pende de una rama la paloma que derrama sobre María los siete dones del Espíritu Santo; esta figura ha sido recientemente recuperada con acierto.En el centro, lo más importante de la fotografía y de la vida de todos los pastoreños; la carismática y devota imagen de la Divina Pastora de las Almas, que desde los orígenes de la devoción pastoreña Cantillana venera en su Iglesia Parroquial. Aquí la vemos con toca y luciendo el sombrero de malla de oro y pedrería reservado para su salida cargado de uvas y espigas. Lleva las que por entonces eran las joyas más valiosas de su rico ajuar: el tradicional lazo-aderezo de oro del siglo XVIII; el báculo de plata del Setecientos y la diadema que en 1903 le regaló su pueblo con motivo del II centenario de la advocación.
En 1929 esta presea fue reemplazada en la salida procesional por la diadema de doce estrellas de oro y piedras preciosas que doña Pastora Solís Villalobos le obsequió: en los años veinte, por tanto, la Pastora de Cantillana era una de las poquísimas imágenes andaluzas que poseía corona de oro.Joyas valiosas, pero no tanto como la mayor que posee el pueblo de Cantillana, que no es otra que la propia imagen de la Virgen, la misma que veneraron nuestros antepasados recibiendo siempre incesantes muestras de apasionado y delirante fervor en la singular noche del 8 de septiembre.
Ha cambiado Cantillana, con una gente poseedora de unos valores totalmente distintos a los del siglo pasado, pero aun así se sigue manteniendo la esencia del pueblo, de su devoción pastoreña y de todo lo que rodea a la imagen de la Pastora Divina, porque ella no ha cambiado y no hay mejor forma de expresar este orgullo que llevamos tan dentro que gritar a los cuatro vientos: ¡viva siempre la misma!
José Manuel Barranca Daza
Juan Antonio Espinosa García.
Publicado en el blog Martin Rey
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